lunes, 30 de diciembre de 2013

NICETO BLÁZQUEZ, O.P.


BILBAO2


BILBAO1


DIEZ AÑOS DESPUÉS


EL NACIONAL CLERICALISMO VASCO Y CATALÁN

 

 

INTRODUCCIÓN IMPORTANTE

 

         En el año 2004 apareció mi libro titulado El nacional clericalismo vasco y al cabo de diez años me ha parecido oportuno explicar la génesis y suerte del mismo. Yo había presentado a la revista Studium un artículo comentando críticamente una pastoral de los obispos vascos, pero el Director de la misma lo rechazó principalmente por miedo a ser atacado, si no por los terroristas del momento, sí por los que eran de alguna manera favorables o colaboradores de los profesionales del terror. Así las cosas redacté un texto más amplio y comprometido para ser publicado en formato de libro. El entonces Director de la editorial Edibesa no puso ninguna dificultad a la edición del mismo, pero por razones comprensibles en aquel momento, decidimos suprimir el texto dedicado al clericalismo nacionalista catalán. El libro salió a la luz pública sin demora pero, contra los temores del Director de la revista Studium y sus asesores, no se produjo ningún tipo de agresión por parte de quienes más eran criticados por sus vinculaciones más o menos significativas con el terrorismo vasco. Solamente conocí la crítica furibunda de una monja de pocas luces contra mí, por haber escrito el libro, y contra el editor por haberlo publicado. Pensaba ella que ambos habíamos sido oportunistas con vistas a obtener pingües beneficios económicos con la venta del mismo.

         ¿Y qué ocurrió? Ocurrió que el libro no tuvo éxito ninguno comercial siendo objeto de una estrategia publicitaria que consistió en cubrirlo con una densa nube de silencio. La mejor forma de boicotear comercialmente un libro es no hablar de él, y si hay que hablar, hacerlo de una forma sibilina de suerte que la gente se decida a no comprarlo. Es la aplicación de aquello de que lo que no se conoce es como si no existiera. Los violentos apenas tomaron en cuenta el libro y se limitaron a anunciarlo como si no valiera la pena conocerlo habida cuenta de la personalidad del autor. Hubo un crítico que se ocupó del libro en un periódico madrileño importante, pero sólo para desautorizarme a mí como autor, que se mete sin pudor en camisas de once varas. En resumidas cuentas, el libro vio la luz sin pena ni gloria, contra todas las expectativas. Han pasado los años y han ocurrido muchas cosas en el ámbito de las actividades terroristas y sus apoyos morales por parte de algunos eclesiásticos. Pero no voy a entrar al trapo de la discusión. Sólo quiero recordar lo siguiente.

         En primer lugar me parece oportuno publicar el artículo censurado por la revista Studium y el texto sobre el nacional  clericalismo catalán, omitido en el libro mencionado. Ambos textos los reproduzco tal como fueron redactados hace diez años para terminar haciendo unas reflexiones actualizadas sobre los nacionalismo vasco y catalán y los apoyos morales recibidos de personas eclesiásticas que han caído en la trampa nacionalista con menoscabo de sus funciones testimoniales o pastorales, según que sean laicos cristianos o personas eclesiásticas comprometidas seriamente con el anuncio del Evangelio.

 

I

 

EL NACIONAL CLERICALISMO VASCO

 

         1. ACLARACIONES PREVIAS

 

El 30 de mayo de 2002 los cuatro obispos de las diócesis del País Vasco en España (Bilbao, Vitoria y San Sebastián) publicaron una carta pastoral conjunta con el título “Preparar la paz”, la cual provocó reacciones en cadena de rechazo, estupor e indignación en todos los medios de comunicación social por su contenido político. Hasta tal extremo  que se activó la máquina diplomática del Gobierno español y de la Santa Sede a fin de evitar un conflicto en toda regla en las relaciones Iglesia-Estado. La Conferencia Episcopal salió al paso inmediatamente con una nota de emergencia de la Oficina de Prensa y pocos días después, el 7 de junio, con una Nota del Comité Ejecutivo, la cual evitó el potencial conflicto diplomático pero no satisfizo a la demanda pastoral de la opinión pública.

         Utilizo la expresión Nacional clericalismo vasco para recordar que en el nacimiento, configuración y evolución del movimiento nacionalista en el País Vasco una parte influyente del clero ha sido y sigue siendo decisiva para la militancia del nacionalismo llamado democrático como del violento. Un hecho históricamente fácil de comprobar y que se refleja fielmente, aunque en grado diverso, en la carta pastoral de los obispos y en el manifiesto de los 358 curas del que hablaremos también. De hecho, buena parte de los que hoy en día cortan políticamente el bacalao en el País Vasco en clave nacionalista, o son eclesiásticos fracasados refugiados en la política, o “animales políticos” que ejercen eventualmente funciones eclesiásticas[1].

Llamo, pues, clerical nacionalismo  a ese protagonismo político en clave nacionalista de un sector del clero vasco. Tal protagonismo, además del aspecto estrictamente político, tiene otro más preocupante que es el teológico. ¿Hasta qué punto el liderazgo clerical de los nacionalismos políticos es compatible con la conciencia cristiana y el ministerio sacerdotal?

Y sin más preámbulos, vengamos ya a la lectura del texto episcopal que desató la polémica acompañado de un breve comentario crítico. Por razones prácticas de objetividad y claridad me ha parecido oportuno reproducir cada uno de los  apartados del texto episcopal seguido del comentario. En la segunda parte abordaré el problema teológico que subyace en todo nacionalismo clerical. Como noticia esta cuestión puede perder interés, pero no el problema teológico que subyace en los nacionalismos clericales y que no ha sido abordado directamente por nadie que yo conozca como tal problema.

 

 

 

 

 

2. LECTURA CRÍTICA DEL TEXTO

        

Introducción

         “Nuestra sociedad anhela la paz y sufre por no tenerla. La Iglesia comparte tal anhelo y sufrimiento y los expresa en la oración continua por la paz y en el trabajo diario por prepararla. La crudeza y obscuridad del momento presente reclaman, además, de nosotros una palabra pública y explícita. Numerosos cristianos la están demandando. Muchos ciudadanos la están esperando. Conscientes de nuestra misión de pastores, queremos decirla, una vez más, con libertad evangélica y con voluntad conciliadora. En una secuencia de enunciados iremos formulando los rasgos más preocupantes de nuestra situación presente. En torno a cada uno de ellos desgranaremos de forma escueta la descripción necesaria, la valoración adecuada y algunas sugerencias operativas”.

         COMENTARIO:

         a) No es verdad que toda la sociedad vasca anhele la paz. La triste realidad de los hechos viene desmintiendo desde hace muchos años la presunta verdad de esa afirmación general. Cuesta mucho creer que  tal anhelo de paz anide en los terroristas o en los que, como Batasuna y bastantes eclesiásticos, equivocados de profesión, los han apoyado y promocionado abusando de la legalidad. Unos abierta, descarada y sanguinariamente. Otros, de forma indirecta o ingenua. Está claro que, para muchos de estos, la paz auténtica no es  un objetivo prioritario. Otra cosa es que aspiren a hacer su trabajo sucio en paz y a sus anchas sin que nadie les moleste con sus críticas y menos aún mediante la intervención de los responsables legítimos de la seguridad ciudadana. También los ladrones, mafiosos y macarras desean trabajar y vivir en paz. ¿O no?

         b) No se especifica quiénes son esos ciudadanos vascos que reclamaban tan imperiosamente el pronunciamiento público de sus obispos. Cabe suponer que tal presión ha sido obra de curas y laicos nacionalistas ante la perspectiva de ilegalización de Batasuna en virtud de la ley de Partidos que se estaba tramitando cuando se publicó la pastoral, la cual, como queda dicho, es poco más que un manifiesto o panfleto político en clave nacionalista.

         c) En cualquier caso, si tal imperiosa presión existió, cabe pensar que los obispos no actuaron con la libertad evangélica de que presumen, lo cual explicaría en parte la incomprensible opción nacionalista del documento episcopal prescindiendo por completo de la opinión de los que sensata y sufridamente no comparten esos sentimientos tan primarios y son condenados por los nacionalistas, unas veces a la muerte y otras al ostracismo y el exilio.

 

         1. “Marcados por el desacuerdo y la incomunicación

         Un año después de las elecciones del 13 de mayo los partidos políticos mantienen prácticamente intactos sus graves desacuerdos anteriores. No comparten ni el análisis de la situación ni la apreciación de la naturaleza de los problemas en juego ni el concepto de paz que desean ni las vías para ir accediendo a ella. Nos parece que el desacuerdo político es, en gran medida, origen y fruto de una grave incomunicación. Una sociedad bastante bien avenida en muchos aspectos de su diaria convivencia se encuentra, sin embargo, surcada por la incomunicación política.

         Asistimos en las últimas semanas a un repunte de iniciativas de concertación entre diversas formaciones políticas. Pero son todavía señales parciales e insuficientes. La comunicación en los puntos candentes está, al día de la fecha, bloqueada. Una gran parte de la ciudadanía no acaba de comprender que el vehículo de relación más socorrido consista en un intercambio de mutuas censuras a través de los MCS (medios de comunicación).

         La Iglesia aboga de manera neta y decidida por la comunicación entre los diversos grupos políticos a través de un diálogo paciente que busca el acuerdo. ‘El diálogo se manifiesta siempre como un instrumento insustituible de toda confrontación constructiva, tanto en las relaciones internas de los Estados como en las internacionales’ (J.P.II). Dialogar no equivale a claudicar. Precisamente por ser una relación entre personas (no una pura confrontación de ideas o programas) lleva dentro de sí una dinámica que, en medio de tensiones inevitables, puede aproximar efectivamente las posiciones de los interlocutores. El diálogo es la avenida que conduce a la plaza mayor de la paz. Cerrarse al diálogo equivale a renunciar a la paz verdadera, que no consiste en la victoria, sino en el acuerdo”.

         COMENTARIO:

         a) El desacuerdo y la incomunicación entre los diversos grupos políticos en el País Vasco se debe como causa inmediata a la existencia del terrorismo nacionalista de etarras, batasunos y sus simpatizantes sentimentales o colaboradores desde la legalidad. De acuerdo. Pero los obispos hablan como si los “diversos grupos políticos” existentes en Euskadi fueran todos igualmente civilizados y éticamente legítimos. Cosa que razonablemente cuesta mucho creerlo. 

         b) La cita de Juan Pablo II está fuera de lugar ya que sólo tiene sentido cuando las partes en litigio usan la razón en la prosecución de objetivos nobles desde el respeto incondicional a la vida y demás derechos fundamentales de las personas. Las partes implicadas tratan de lograr sus objetivos esgrimiendo argumentos y razones convincentes y no pistolas y explosivos o amenazas de muerte por parte de algunos, como ocurre en el País Vasco.

         c) Decir que el “diálogo es la avenida que conduce a la plaza mayor de la paz” es una cursilería literaria. Una frase ingeniosa que no sirve para nada en el caso presente. La apelación al diálogo político en el contexto de este documento episcopal denota gran ingenuidad y falta de sentido práctico y realista de la vida.

         El diálogo político, para que sea humano y recomendable, presupone la persecución de objetivos nobles, buena voluntad, respeto a la vida, libertad para opinar de forma diferente sin temor a represalias y uso correcto de la razón. Condiciones que desgraciadamente no existen en el País Vasco a causa del terrorismo etarra y de la violencia ideológica y educacional en la que han incurrido muchos nacionalistas llamados democráticos y no pocos eclesiásticos, obispos incluidos. De ahí que el diálogo político del que hablan los prelados vascos resulte una aspiración irenista  e ingenua.

         Como dice  un editorial de la revista Razón y Fe: “La pastoral insiste en la necesidad de dialogar para resolver los problemas, incluidos los más graves como la relación entre sí de las diversas identidades nacionales. En un mundo ideal, en el que todos los ciudadanos estén en igualdad de condiciones de libertad, el diálogo es la manera civilizada de solucionar conflictos, pero no sólo por el simple hecho de dialogar sino porque en el proceso de diálogo cada interlocutor es capaz de ponerse en el lugar del otro.

         ¿Existen condiciones para este diálogo en el País Vasco? Está claro que no. Cuando unos tienen las pistolas y otros solo la palabra, el diálogo es un irenismo que no conduce muy lejos. Por mucho que los señores obispos nos digan que “dialogar no es claudicar”, creemos que al día de hoy, los violentos no aceptan un diálogo que no sea claudicación. Sorprende que la pastoral no haga alusión al Plan Ardanza, mucho más realista, que proponía posponer cualquier reivindicación nacional al restablecimiento de las condiciones para un diálogo igualitario”[2].

         Tampoco aporta nada la crítica episcopal contra los medios de comunicación social que no simpatizan con la causa nacionalista olvidándose, además, de que ha habido y hay medios informativos al servicio de la causa terrorista de los cuales los prelados no dicen ni una palabra descalificadora. Como tampoco de los métodos pedagógicos aplicados por militantes nacionalistas en sus centros de enseñanza inculcando el odio en los jóvenes actuales desde la más tierna infancia hacia todo lo que no sea exclusivamente vasco.

 

2. La paz es incompatible con el terrorismo

         Muchos de los enemigos de la paz, que, con mucho realismo, es calificada como ‘amplia justicia y reducida violencia’. La durísima violencia de ETA no ofrece visos razonables de cancelarse próximamente. En comunicados recientes anuncian su propósito de mantenerla. De hecho, su práctica subsiste en varias de su formas: asesinatos, extorsiones, amenazas...

         Son muchos los motivos por los que reiteramos una vez más que ETA debe desaparecer, con toda su constelación de violencia. Viola gravemente el derecho a la vida, a la integridad física y a la seguridad personal. Al eliminar físicamente al adversario político socava los cimientos mismos del sistema democrático. Contraviene frontalmente la exigencia firme de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Destroza a numerosas familias. Provoca en sus víctimas potenciales el miedo insufrible y el sobresalto continuo. Siembra en nuestra comunidad la desmoralización y la desesperanza. Conduce a sus propios activistas a un callejón sin salida. Mancha la imagen pública de nuestra sociedad. Constituye, en fin, un fortísimo obstáculo para que los desacuerdos políticos existentes en nuestra sociedad se planteen correctamente y se aborden serenamente. La valoración moral del terrorismo de ETA ha de ser, pues, gravemente negativa. Dicha valoración afecta en la debida proporción a todas aquellas personas o grupos que colaboran con las acciones terroristas, las encubren o las defienden. Todas las personas y grupos sociales y políticos sin excepción tenemos la obligación de definirnos negativamente frente a ETA”.

         COMENTARIO:

         a) Que la paz es incompatible con el terrorismo es cosa tan obvia que hasta los niños de teta lo entienden y los prelados vascos han hecho una valoración descalificadora clara y contundente de la conducta terrorista. Y no sólo de los ejecutores materiales de los actos criminales sanguinarios. También de todas las personas o grupos que colaboran con esas acciones, las encubren o las defienden.

         Entre los males que lleva consigo el terrorismo etarra se dice que constituye un fortísimo obstáculo para que los desacuerdos políticos existentes en el País Vasco se planteen correctamente y se aborden con serenidad. La condena a ETA y sus acciones terroristas no admiten ninguna excusa legitimadora. En esto el documento episcopal es digno de todo encomio y no cabe otra alternativa que la de aplaudir su condena. Nadie honestamente podrá tildar a los prelados de complacencia en su texto con el terrorismo etarra y de su entorno.

         b) Clarísimo: ETA y su coro de colaboradores deben desaparecer y no hay más cera que la que arde. Pero ¿qué hacer para conseguirlo?. Matarlos, no se puede. Sería ponernos a su nivel de criminales o vengadores legales al estilo de los GAL. Estoy totalmente de acuerdo. Pero, ¿qué hacer entonces para que desaparezcan? Aquí es cuando los obispos empiezan a desbarrar en lugar de colaborar haciendo propuestas concretas realistas y eficaces.

         En vez de ser coherentes con la anterior condena del terrorismo ( por ejemplo, desautorizando la legitimidad ética de Batasuna), los prelados se marchan por los cerros de Úbeda arrastrados por el pernicioso virus nacionalista  -olvidándose por completo de los hechos y dichos de Cristo en relación con el nacionalismo judío de su tiempo-, y optan por torpedear con frases intrigantes la posible, deseable y razonable ilegalización de esa formación política.

         3. “Un desafío a la vida, a la libertad y al sistema democrático

         Dentro del variado espectro de las víctimas potenciales de ETA, son últimamente los concejales del PP y del PSOE quienes se encuentran en el punto de mira de sus atentados. Tal fenómeno resulta particularmente grave porque es un ataque directo a la democracia. Ésta, por su misma naturaleza, postula que todas las opciones políticas tengan sus propios representantes, libremente elegidos, que participen en la gestión de la comunidad política. Atentar contra un concejal por asumir y promover la opción política de sus votantes es pues asestar un rudo golpe a la misma democracia. Conseguir por esta vía que algunos partidos no lograran completar una lista electoral mínima poniendo de este modo en riesgo la celebración misma de los comicios municipales equivaldría a herirla gravemente. Esperamos que el apoyo de casi toda la sociedad, las medidas de seguridad acordadas por los partidos y adoptadas por las autoridades y el coraje cívico personal de los candidatos disipe en su momento este sombrío temor.

         Los ediles en riesgo grave son una porción de la abultada población amenazada. Son algunos miles los ciudadanos que viven entre nosotros la zozobra continua por la suerte de su vida, su integridad, su libertad. Todos tenemos que preguntarnos si somos suficientemente sensibles al drama que ellos y sus familias padecen. Desde esta sensibilidad brotará en nosotros la necesidad de defenderlos, acompañarlos y protegerlos. Es una acto de justicia y de solidaridad. Para los cristianos el cumplimiento de este oficio es un verdadero ‘banco de prueba’ de la calidad de nuestra fe”.

COMENTARIO:

         a) El terrorismo etarra, dicen con toda razón los obispos vascos, constituye un desafío terrible a la vida y libertad de las personas y al sistema democrático. Es esta una verdad tan obvia y terrible como la triste realidad que expresa. Igualmente cabe destacar la referencia a los ediles no nacionalistas del PP y del PSOE, amenazados hasta de muerte por ETA con el aplauso de sus corifeos batasunos. En la defensa, acompañamiento y protección de todos ellos los cristianos deben poner a prueba la calidad de su fe y no andarse por las ramas sólo con buenas palabras.

         b) Pero ¿qué pasa con los familiares de los centenares de asesinados por la banda terrorista por el mero hecho de no compartir políticamente la causa nacionalista?. ¿Es que, para los obispos, sólo son hijos de Dios los familiares de los asesinos y no los familiares de los asesinados?.

         c) Enfatizar que el terrorismo constituye un ataque directo o rudo golpe a la democracia es una forma impropia y demagógica de hablar característica de los políticos. La democracia no es ninguna señora de carne y hueso a la que se le priva de la vida. Es una abstracción mental. Los terroristas no matan a ninguna señorita o señora “democracia” sino a personas concretas con nombres y apellidos cuyos cuerpos exánimes hay que enterrar después de haber sido vil y cobardemente asesinadas. Los obispos tienen la obligación de hablar con más propiedad para evitar los tópicos demagógicos de los políticos y los malos entendidos. 

         d) Por otra parte, los prelados dan a entender que es una exigencia de la democracia el que  “todas las opciones políticas tengan sus propios representantes”. Pero ¿en qué “cabeza de chorlito” cabe esta forma de pensar? Por esa regla de tres la banda terrorista ETA, lógicamente,  debe tener a sus representantes legales en Batasuna. Pero por la misma razón y con la misma lógica habría que admitir también la existencia legal de partidos políticos que representen a los ladrones de oficio, que son legión, a las mafias y a todas las organizaciones criminales habidas y por haber en una sociedad plural.

         En el fondo, como veremos en el párrafo 8, los obispos están pensando en la posibilidad inminente de la ilegalización de Batasuna como partido político, con lo que no están de acuerdo. De esta forma los prelados incurren en una contradicción manifiesta. Por una parte piden con toda fuerza y razón la desaparición de ETA y de sus acólitos y, por otra, previenen contra la ilegalización de Batasuna, que ha demostrado ser durante muchos años el brazo político de ETA. ¿En qué quedamos?. Esta simple contradicción pone de manifiesto la falta de solidez intelectual y escasa credibilidad del documento episcopal vasco, por lo que algunos críticos lo han calificado de moralmente perverso.

         4. No todo vale contra el terrorismo

La conciencia de la injusticia, de la inutilidad y del peligro del terrorismo y el consiguiente rechazo social a él se han vuelto más intensos en el mundo a partir del 11 de septiembre. Al mismo tiempo han traído consigo la tentación de descompensar el binomio “seguridad-derechos humanos” mediante un acento mayor en el primer miembro de dicho binomio. El riesgo de sucumbir a esta tentación no es imaginario.

         Siempre que la necesaria firmeza frente al terrorismo se convierta en indebida dureza, estaremos deslizándonos por esa pendiente. La sociedad tiene el derecho y el deber de defenderse frente al azote terrorista. Ha de utilizar en esta defensa todos los medios que sean a la vez moralmente y políticamente correctos. En ningún caso debe traspasar el umbral de los derechos inviolables de las personas.

         Ni siquiera los mayores malhechores pueden ser objeto, por ejemplo, de malos tratos y, menos todavía, de la aplicación de la tortura. El Concilio Vaticano II es tajante en este punto (cf. GS 27). Legisladores, gobernantes, jueces, y Fuerzas de Seguridad han de mantener en este punto un cuidado siempre diligente. Resulta preocupante escuchar voces autorizadas de personas y organismos (Amnistía Internacional, Gesto por la Paz) que aseguran que no siempre se respetan debidamente estos límites que nunca deberían ser franqueados”.

         COMENTARIO:

         a) ¿Que no todo vale contra el terrorismo?. Por supuesto. Por ejemplo, castigando con la pena de muerte a los asesinos o creando los GAL, como hizo la administración socialista. Pero sí se puede y se debe poner fuera de la protección legal y financiación económica a los que, como Batasuna, durante muchos años han defendido y apoyado a los asesinos de ETA. O dispersar a los asesinos en las prisiones de suerte que queden absolutamente incomunicados entre ellos y con cualquier persona o institución que pueda ofrecerles apoyo moral o logístico, incluidos sus propios familiares.

         b) Contra la opinión de los obispos vascos, expresada en este apartado, hay que afirmar en voz alta que la seguridad de la vida de las personas es la piedra angular sobre la que se sostiene todo el entramado de sus derechos. La vida e integridad física de las personas es el primero de todos los derechos sin cuyo respeto carecen de sentido todos los demás. De ahí la necesidad de poner el acento más en la seguridad de la vida de las personas que en los derechos que de ella se derivan.

         Contra lo que opinan los obispos -dada la situación creada en el País Vasco por el terrorífico virus nacionalista-, la descompensación del binomio “seguridad-derechos humanos”, poniendo el acento sobre la seguridad de la vida de las personas, no sólo no es un riesgo a evitar, sino una necesidad imperiosa y vital. Todo lo demás son ganas de perder lastimosamente el tiempo buscando los tres pies a gato.

         c) Por otra parte, resulta chocante el interés de los prelados por que los terroristas sean tratados con la máxima delicadeza, citando informes de una institución como Amnistía Internacional o de personas particulares, olvidándose de la crueldad con que los asesinos y secuestradores suelen tratar a sus víctimas,

         Como si hubiéramos de ser más comprensivos con la crueldad habitual de los asesinos que con los incidentales excesos que en casos aislados pudieran haber cometido las fuerzas de seguridad y otras instituciones del Estado cuando exponen profesionalmente su propia vida para proteger la de los demás. O sea, que para los asesinos y sus familiares, sólo cariños y bombones y para las víctimas del terrorismo y sus familias que se aguanten. ¡La culpa de lo que les ocurre sería suya por no declararse nacionalistas!

 

         5. Gestionar el conflicto entre las identidades nacionales   contrapuestas con miras a la paz

 

         La pacificación de este país entraña, desde luego, la desaparición de ETA y el limpio esfuerzo concertado para combatirla. Pero los problemas que es preciso resolver para alcanzar la paz no terminan ahí. Para comprender y sortear las dificultades para la paz en nuestra tierra es preciso enfocar correctamente otra realidad que viene de lejos. Todos los sondeos revelan la coexistencia de entidades nacionales total o parcialmente contrapuestas y a veces conflictivas. Unos se sienten ‘sólo vascos’; otros ‘solamente españoles’; otros ‘más españoles que vascos’; otros, en fin, ‘igualmente vascos y españoles’.

         Todos son ciudadanos de pleno derecho en esta comunidad y deben ser respetados como tales. Esta pluralidad conflictiva de identidades está reclamando el hallazgo de una fórmula de convivencia en la que cada uno de los grupos modere sus legítimas aspiraciones políticas en aras de una paz social que es un valor notablemente más precioso y necesario que el imposible cumplimiento de todas las aspiraciones de todos los grupos. ‘En la casa común hemos de caber, apretándonos, todos aquellos que por la palabra o por los hechos no se autoexcluyan de un proyecto compartido’ (Votos para la paz, p. 5-6).

         No vemos otro camino que respete las identidades y prepare la paz. El afecto por la casa común no puede ser impuesto. Surge de la comunicación confiada. Se alimenta del proyecto compartido y asumido voluntariamente. Se malogra cuando quiere imponerse por la fuerza ciega o por el puro imperio de la ley. En nuestro Encuentro de Oración por la Paz, celebrado en Armentia el 13 de enero de 2001, los obispos quisimos plasmar esta vieja convicción en el lema “Entre todos paz para todos”. Todos hemos de ser artífices y beneficiarios de la paz que necesitamos y anhelamos. ‘Lejos de empecinarse en cualquier proyecto excluyente, este país necesita... un proyecto integrador. La paz verdadera y plena ha de tener la ambición de acabar ganando para su causa incluso a los más recalcitrantes” (Votos para la paz, p.6).

         Conocemos las graves dificultades de un proyecto así. Pero el mismo análisis del volumen y de la composición de cada una de las opciones nos revela que existe un núcleo muy mayoritario de ciudadanos cuya sensibilidad no es excluyente, sino inclusiva. En todos los partidos nos encontramos con numerosos votantes y afiliados, que, sin dejar de ser fieles a sus opciones, desean ardientemente soluciones de concertación. Es preciso gestionar con delicada sabiduría esta pluralidad de identidades contrapuestas para con convertirla en ‘guerra de identidades’.

         Los gobiernos de Madrid y Vitoria, los partidos políticos y los MCS (medios de comunicación social) pueden con sus palabras o sus acciones atizar o desactivar el conflicto. Algunas decisiones del gobierno, determinadas declaraciones de políticos, ciertas intervenciones en MCS favorecen más la radicalización que la concertación.

         COMENTARIO:

         a) Los prelados insisten con razón en que ETA debe desaparecer, pero esta cuestión pasa ahora a segundo plano para hablarnos de “otra realidad que viene de lejos”, más grave aún que la existencia del terrorismo para el logro de la paz en Euskadi. Uno podría pensar a simple vista  que se trata de alguna realidad misteriosa hasta ahora desconocida como una enfermedad social oculta para cuya curación sólo ellos, los prelados, tendrían la receta médica adecuada.

         ¿De qué se trata? Pues de algo tan sencillo como que en el País Vasco hay gente muy diversa, que ellos llaman “entidades nacionales  total o parcialmente contrapuestas y a veces conflictivas. Unos se sienten ‘sólo vascos’; otros ‘solamente españoles’; otros ‘más españoles que vascos’; otros, en fin, ‘igualmente vascos y españoles”.

         b) Esta diversidad social sería la causa principal de que no haya paz en Euskadi, lo que obligaría buscar una fórmula nueva de convivencia o proyecto integrador. Pero ¿es que esta diversidad de personas y de gustos no existe en cualquier familia pequeña, en cualquier pueblecito o ciudad grande?. En el País Vasco hay, como en cualquier país, pueblo o ciudad, gente de todo tipo estupenda e indeseable, con ideas nobles y perversas. ¿Y dónde no? ¿O es que en el País Vasco sólo tiene que haber nacionalistas clonados? Pero, además, hay unas leyes de convivencia suficientemente  civilizadas que son más violadas por los nacionalistas que por ningún otro colectivo social.

         c) Por favor, señores obispos, no busquemos los tres pies al gato. Esa triste realidad que viene de lejos -y que ustedes reducen a la simple existencia de diversos tipos de gentes en Euskadi-, es el virus del nacionalismo, lo mismo en clave terrorista o etarra como en clave de violencia intelectual y educativa al modo como lo practican los nacionalistas llamados “democráticos”, entre los que se encuentra un sector importante del clero vasco, obispos incluidos.

         d) Hablando en plata. Si en Euskadi no existe ese mínimo de paz social que se requiere para vivir como personas civilizadas, no es porque no exista un marco de convivencia legal razonable y civilizado, sino porque los nacionalistas no la quieren excluyendo o machacando, de una u otra forma, a los que honesta y razonablemente no comparten esos sentimientos tan primarios, de raza, lengua, pueblo, cultura o nación que caracterizan a toda ideología nacionalista excluyente cual es la vasca.

         A ver si nos aclaramos de una vez. Ya han pasado muchos años de triste experiencia para poder afirmar con seguridad que los verdaderos culpables de la falta de paz y libertad en Euskadi son los nacionalistas en clave terrorista, por un lado, y en clave de violencia intelectual y educativa por otro. Ellos son los que matan a unos y oprimen a los demás haciéndoles la vida imposible. No al revés, como reza la propaganda hipócrita del patrioterismo victimista y chauvinista vasco de cuño neonazi.

         e) Para que ETA deje de existir en el País Vasco tienen que desaparecer todos los virus nacionalistas de cualquier signo que sean, incluidos aquellos que han infectado tradicionalmente el disco duro de la Iglesia en Euskadi insertado en la disketera de un sector importante del clero, parásito político del saduceísmo peneuvista liderado en buena parte por ex-eclesiásticos fracasados y sus monaguillos.

         f) La causa inmediata de la falta de paz y libertad en el País Vasco es la existencia del nacionalismo terrorista etarra, que, como bien dicen los obispos, debe desaparecer. De acuerdo. Pero existe también una causa remota, que es, insisto, la existencia del nacionalismo intelectual y educativo, promovido políticamente por el PNV y sus socios en el poder así como por ese sector del clero vasco al que la Iglesia institucional debería exigir responsabilidades y no lo hace.

         6. Valor y relatividad de las diferentes fórmulas políticas

         Las fórmulas políticas que el pueblo ha aprobado o asumido mayoritariamente tienen sin duda gran valor y deben constituir el eje vertebrador de nuestra convivencia. No pueden ser suplantadas sin graves razones de bien común. Sin embargo, si el valor superior  de la paz postula que todos revisemos el propio modelo para aceptar otro construido entre todos y para todos, (nº 5) es evidente que ninguno de esos modelos tiene valor absoluto e intangible. Mientras respeten los derechos humanos y se implanten y mantengan dentro de cauces pacíficos y democráticos, la Iglesia no puede ni sancionarlos como exigencia ética ni excluirlos en nombre de ésta. En consecuencia, ni la aspiración soberanista, ni la adhesión a un mayor o menor autogobierno, ni la preferencia por una integración más o menos estrecha en el Estado español son, en principio, para la Iglesia ‘dogmas políticos’ que requieran un asentimiento incondicionado. En este punto el pensamiento social cristiano afirma como un derecho cívico la libertad de sostener y promover por vías pacíficas cualquiera de estas opciones.

         COMENTARIO:

         a) El valor relativo de las diferentes fórmulas políticas ha de entenderse dentro de los cánones de la razonabilidad y el respeto de los derechos humanos fundamentales, cosa que no tiene lugar en el nacionalismo vasco. Entre los nacionalistas vascos actuales, unos quitan directamente la vida a los que no comparten sus ideales y otros adoctrinan con gran desvergüenza a sus oponentes, se desentienden de ellos o socialmente los marginan.

         b) Así las cosas, los obispos han tomado partido abiertamente por el nacionalismo peneuvista dando oxígeno al nacionalismo etarra. Algo así como si  Cristo hubiera optado por la política nacionalista de los saduceos animando indirectamente a los terroristas zelotes en lugar de mantenerse fuera del juego político del nacional-judaísmo de su tiempo.  No en vano y con mucho tino, la pastoral en cuestión ha sido calificada como la pastoral del PNV hasta en el lenguaje que utiliza y como la voz de su amo.

         c) Es falso el presupuesto episcopal de que la paz sea el valor supremo que ha de servir de referente último para determinar la fórmula política más adecuada para el País Vasco. El valor supremo y fundamento de todos los demás valores humanos no es la paz sino la vida. Sin la vida, que es lo que menos respeta el nacionalismo terrorista vasco, todos los demás derechos están de sobra.

         La paz, la libertad y todos los demás derechos humanos son relativos y sólo son efectivos y tienen sentido sobre el soporte de la vida como piedra angular de todo el edificio. ¿Para qué quieren la paz social y la libertad los muertos?. Resulta chocante que cosas tan sencillas como estas, que las entiende hasta un niño de pecho, sean tan mal interpretadas por los obispos vascos. No acepto que se los tilde de perversos, como han hecho algunos críticos, pero sí es cierto que en su texto existe una perversión intelectual de la escala de valores.

         d) En primer lugar. Eso de que la Iglesia no puede ni sancionar ni excluir éticamente ninguna opción política que se mantenga dentro de cauces pacíficos y democráticos es falso. La Iglesia puede y tiene la obligación en muchos casos de sancionar éticamente  a un sistema político democrático determinado. Lo ha hecho siempre y lo seguirá haciendo ya que en nombre de la democracia se legitiman grandes injusticias y violaciones flagrantes de derechos humanos fundamentales. ¿O es que Batasuna no es una opción política legalmente democrática que merezca la descalificación moral de la Iglesia vasca?.

         En segundo lugar. Si la jerarquía eclesiástica debe mantenerse sistemáticamente neutral ante las diversas formaciones políticas democráticamente reconocidas, ¿por qué los obispos vascos se decantan abiertamente por el PNV y se oponen a la ilegalización, también democrática, de Batasuna, que es una formación política vinculada al nacionalismo terrorista?. Desde el punto de vista ético la Iglesia jerárquica no puede inhibirse. Nos hallamos aquí ante otra contradicción de la pastoral.

         Dicen los prelados que ellos no quieren entrar al trapo de la valoración ética de la ley de Partidos, pero después arremeten saduceamente de forma intrigante contra ella. Si en lugar de haberse callado, que era lo mejor que podían haber hecho, hubieran hecho un análisis ético objetivo del texto de la Ley de Partidos con la noble intención de contribuir a que resultara lo más justo y razonable posible, nadie podría haberles tildado de meterse en camisas de once varas  -los aspectos éticos son de su plena competencia-, ni de tratar de intrigar con presuntas consecuencias “sombrías” para arropar legalmente a Batasuna y, como resultado, seguir proporcionando oxígeno político a ETA, que, por otra parte, piden con toda razón que desaparezca.

         La Iglesia tiene que alentar moralmente a los mejores y descalificar a los peores de acuerdo con los tiempos, las circunstancias históricas y la situación particular de las personas. Eso sí, poniendo claramente sobre la mesa las razones concretas bien fundadas de su crítica positiva o descalificadora. Si los prelados vascos no estaban dispuestos a hacer esto con la Ley de Partidos, que era de su plena competencia, lo mejor que podían haber hecho era callarse y dejar hacer en paz a los demás.

 

7. Distinguir nacionalismo y terrorismo

         Ateniéndonos estrictamente a nuestra misión de obispos mantenemos una posición análoga respecto al debate sobre el nacionalismo. Ser nacionalista o no serlo no es ni moralmente obligatorio ni moralmente censurable. Es un asunto de convicciones, de historia familiar, de tradición cultural y de sensibilidad personal. Cada una de las diversas sensibilidades existentes en nuestro país debe respetar la identidad de los demás, apreciar los valores que en ellas se encarnan, procurar un intercambio que constituya un enriquecimiento mutuo y cultivar una viva conciencia de pertenecer a un único pueblo plural.

         Nadie ha de sentirse en nuestra tierra más ciudadano que los demás por el hecho de poseer determinados rasgos culturales específicos ni ha de recelar de aquellos ciudadanos de otra tradición cultural diferente, considerándolos como extraños, y menos como enemigos. Nadie ha de subestimar las señas peculiares de este país, como son, entre otras, la lengua y la cultura, ni alimentar en su espíritu la sospecha de que la convivencia con el terrorismo anida al menos de manera latente en el corazón de un nacionalista. Son numerosos los nacionalistas que, aborreciendo de manera pública el terrorismo con las palabras y los hechos, se sienten justamente heridos cuando, de la boca de los políticos o comentaristas, se confunde frecuentemente nacionalismo con terrorismo”.

COMENTARIO:

         a) En teoría, o sea, hablando en términos conceptuales abstractos, es obvio que se puede hablar de nacionalismo como de una realidad o actitud política desvinculada por completo del terrorismo. Puede establecerse un concepto de nacionalismo y otro de terrorismo sin que el uno implique necesariamente al otro. Esto, dicho así, es bastante inteligible. Pero en la realidad no suele ocurrir así. El sentimiento nacionalista es, analógicamente hablando, como el cáncer. Hay carcinomas que desde el primer momento se presentan como mortales a corto o medio palazo. De otros se dice que son “benignos” y hasta curables. Aplicando, pues, esta analogía a la realidad histórica del problema, cabe pensar con fundamento que el nacionalismo llamado “democrático”, por contraposición al violento y terrorista, por muy benigno que sea y por más controlado que parezca estar, puede degenerar en metástasis en cualquier momento o al menor descuido. De ahí que lo mejor sería educar a la gente para que los sentimientos nacionalistas no existan ni siquiera en su versión más benigna y presuntamente civilizada.

         b) En cualquier caso, de hecho, en casi todos los países del mundo la realidad es que nacionalismo y terrorismo suelen ser primos hermanos si no hermanos gemelos, y esto es lo que ocurre en el País Vasco, aunque los obispos no lo vean o no lo quieran ver. Al menos para etarras y batasunos, nacionalismo y terrorismo es prácticamente lo mismo. Y para los eufemísticamente llamados nacionalistas “democráticos” sus sentimientos nacionalistas no son tampoco inocentes o inocuos. Entre sus más fervientes militantes el ser nacionalista lleva consigo, por lo menos, una respetable dosis de violencia educacional, de racismo y xenofobia.

         c) Como consecuencia de lo anterior, cabe decir que los obispos vascos se equivocan de medio a medio cuando dicen que “ser nacionalista o no serlo no es ni moralmente obligatorio ni moralmente censurable”.

         Esta afirmación genérica, más ingeniosa que objetiva, adoptada como principio universal, es totalmente falsa e inadmisible por más que los obispos quieran reforzarla con su presunta autoridad pastoral, en este caso bastante discutible, por cierto. En primer lugar, cualquier persona con sentido común o estudiante de ética elemental sabe y entiende con relativa facilidad que ningún tipo de nacionalismo profesado con libertad y conocimiento de causa, como cualquier otra actividad humana, es éticamente indiferente ni puede quedar exento de crítica.

         En segundo lugar, no conozco ningún tipo de nacionalismo, antiguo o contemporáneo, que no haya sido o esté siendo principio de males y, por consiguiente, éticamente censurable. Tratándose del nacionalismo vasco, no me negarán los prelados que, al menos el propugnado por los etarras y sus colaboradores es éticamente canallesco e inhumano en grado máximo. Y espero que tampoco traten de hacernos creer que el nacionalismo educativamente promovido en las ikastolas, así como por bastantes curas y otros sectores eclesiásticos, es indiferente o inocuo de suerte que no merezca una censura moral descalificadora por parte de los obispos o de cualquier persona honesta y con sentido común.

 

         8. Un asunto candente y resbaladizo      

         El Gobierno español, apoyado por otras formaciones políticas, se ha propuesto firmemente la reforma de la Ley de Partidos. A través de cualificados representantes ha expresado su deseo de disponer pronto de un instrumento legal que pueda permitir la ilegalización de Batasuna por vía judicial. Las razones que públicamente se aduce para justificar tal ilegalización son fundamentalmente dos: no es justo que un partido vinculado a ETA goce de la cobertura de la ley; la ilegalización debilitará el apoyo que Batasuna ofrece a ETA. No nos incumbe valorar los aspectos técnicos de un proyecto legal que despierta adhesiones y críticas entre los expertos. Resultaría precipitada en estos momentos una valoración moral ponderada de dicho texto, aún no del todo fijado. Tampoco podemos prever todos los efectos de signo contrapuesto que podrían derivarse de su aprobación y eventual aplicación. Pero nos preocupan algunas consecuencias sombrías que prevemos como sólidamente probables y que, sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA, deberían ser evitadas. Tales consecuencias afectan a nuestra convivencia y a la causa de la paz.

         Nuestras preocupaciones no son sólo nuestras. Son compartidas por un porcentaje mayoritario de ciudadanos de diversas tendencias políticas, encomendados a nuestro servicio pastoral. La convivencia, ya gravemente alterada, ¿no sufriría acaso un deterioro mayor en nuestros pueblos y ciudades? Probablemente la división y la confrontación cívica se agudizarían. No vemos cómo un clima social así pueda afectar favorablemente a la seguridad  de los más débiles: los amenazados. Más bien nos tememos que tal seguridad se vuelva, lamentablemente, más precaria. No somos, ni mucho menos, los únicos que albergamos esta reserva cautelosa”.

         COMENTARIO:

         a) Este apartado de la pastoral ha sido el más duramente criticado en los medios de comunicación por comentaristas que no han dudado en calificarlo de perverso y escandaloso. En un libro casi terminado en el momento de redactar estas páginas, doy cumplida cuenta de esas críticas. De momento baste destacar lo siguiente.

         b) En este párrafo se manifiestan explícitamente la intención y el contenido políticos de la pastoral. Además, en un momento en el que, por primera vez, la casi totalidad de las diversas formaciones políticas en el Parlamento se habían puesto razonablemente de acuerdo para poner fuera de la cobertura legal a Batasuna después de haber demostrado esta formación política durante muchos años su vinculación con el terrorismo etarra.  

         c) Los prelados reconocen este hecho y las razones que llevarían al Parlamento a tomar tan importante decisión como una medida más dentro del marco de la ley, del sentido común y de la justicia. Pues bien, en este preciso momento, cuando los obispos podían haberse callado y dejar que las cosas siguieran su curso normal; o bien haber intervenido, pero de otra forma, aportando apoyo moral a tan razonable medida parlamentaria, saltan sorpresivamente al ruedo de la política abierta.

           d) ¿Para qué? Para expresar de una forma intrigante ( “consecuencias sombrías...” y otras lindezas ), su desacuerdo con el proyecto de ley de Partidos que podría afectar negativamente al brazo político de los etarras. No sin razón, algunos críticos no han dudado en hablar de la pastoral de los lobos, del PNV o del nacionalismo sin más por la preocupación de los prelados por los asesinos y su tibieza con las víctimas del terror. ¡No nos metamos con Batasuna no sea que irritemos a los terroristas y pongamos en peligro el nacionalismo  vasco!.

         Pero, claro, por la misma regla de tres habría que dar cobertura legal también a los ladrones, atracadores de bancos y a todas las organizaciones mafiosas para evitar hacerles daño o tener que enfrentarnos con ellos. ¿Que con la ilegalización de Batasuna no se resuelve el problema del terrorismo?. Por supuesto que no. ¿Quién lo pretende? Los terroristas seguirán haciendo su trabajo, como los ladrones, atracadores y prostitutas/os el suyo. Pero, precisamente por ello, hay que tomar todas las medidas razonables y humanas disponibles para que su trabajo criminal resulte lo menos dañino posible para las víctimas y para ellos más difícil de llevar a cabo sus actos de terror.

         e) Pero lo más chocante e indignante del párrafo es cuando sugieren los prelados, como quien pone una pica en Flandes, que Batasuna debe seguir legalmente intocable “sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA”. O sea, ¿que  a los obispos no les importa que Batasuna ayude o potencie a ETA?

         Como cabía esperar, esta rueda de molino no ha sido capaz de tragársela nadie. Ni siquiera los críticos eclesiásticos más benévolos o que tienen por norma decir amén a todo lo que digan o hagan los obispos, aunque solo sea estornudar. Hasta  revistas eclesiásticas como Ecclesia, Vida Nueva, Palabra o Razón y Fe tuvieron que hacerse de tripas corazones en sus editoriales al comentar este apartado para no dejar a los prelados vascos a la intemperie. 

         f) Si antes han condenado con tanta contundencia las acciones terroristas de ETA, ¿cómo ahora salen con esta “parida” para pedir que se respete la legalidad de Batasuna, si se ha demostrado con sus hechos que es la plataforma política de las actuaciones de ETA?. Y con esta creo que son ya tres las contradicciones detectadas en este documento de los obispos vascos. ¡Demasiadas y serias contradicciones en materia grave en un documento episcopal!

 

         9. Optar por la paz

         La paz es el objetivo prioritario de esta sociedad. A él deben subordinársele otros objetivos legítimos e incluso saludables para nuestro país. Es, pues, necesario optar por la paz. Optar por la paz significa no manipularla, poniéndola al servicio de otros intereses. Nadie debe jugar con la paz ofreciéndola a cambio de un determinado modelo de país. Nadie debe retrasar la paz en aras de unos objetivos electorales inmediatos. A todo partido político se le pide hoy la grandeza de ánimo necesaria para estar dispuesto incluso a ‘menguar’ a fin de que pueda ‘crecer’ la paz. Optar por la paz comporta para cada una de las opciones políticas una disposición de recortar ‘mi proyecto de país’ para que pueda surgir en el intercambio ‘nuestro proyecto’ compartido. Cada partido tiene derecho a mantener y defender sus propuestas, pero ha de someterlas en cada momento al bien superior de la paz. Absolutizar el proyecto propio no es una manera de acercarnos a la paz; es un modo de alejarnos de ella.

         Optar por la paz significa apoyar efectivamente a los movimientos sociales que, anteponiéndola a las diferentes sensibilidades políticas existentes en su seno, procuran abrir caminos que un día más o menos próximo puedan disipar la larga y penosa pesadilla que estamos padeciendo en este pueblo.

         Optar por la paz lleva consigo ofrecer signos de distensión y de aproximación. Una política penitenciaria que permitiera a los presos cumplir su condena más cerca de sus lugares de origen entrañaría por ejemplo un gesto de humanidad, sobre todo para sus padres y familiares.

         Optar por la paz entraña educar para la paz especialmente a las jóvenes generaciones, suscitando en ellas el pensamiento crítico, la conciencia ética, la sensibilidad por toda vida humana, el respeto al diferente, el sentimiento de pertenencia a un mismo pueblo plural, el compromiso a favor de la reconciliación social. Optar por la paz lleva consigo para los creyentes orar incesantemente por ella manifestando al Señor nuestras dificultades para conseguirla y ofreciéndole nuestras manos para construirla.

         Conscientes de que nuestra misión pastoral entraña un serio compromiso pacificador los obispos de estas diócesis renovamos públicamente nuestro firme propósito de alentar desde nuestro puesto, estas líneas de trabajo. Pedimos especialmente a los cristianos las secunden con generosidad y las apliquen con tenacidad”.

         COMENTARIO:

         a) ¿Qué “la paz es el objetivo prioritario de esta sociedad”  y que “a él deben subordinársele otros objetivos legítimos e incluso saludables para nuestro país”? Siento tener que discrepar una vez más con los señores obispos vascos a los que recomiendo algún cursillo de formación permanente sobre principios de ética y derechos humanos.

         Si durante los muchos años que he dedicado a la enseñanza universitaria de ética y derechos humanos un alumno/a me hubiera contestado en un examen que la paz debe anteponerse a la vida, le hubiera calificado con un cero más grande que la rueda de un tractor.¿Para qué sirve la paz o la libertad a quien se le destruye previamente su vida?. A no ser que los obispos se refieran a la paz de los cementerios donde es exclusiva absoluta de los muertos. Donde, para llegar a “la plaza mayor de la paz” hay que cruzar primero el callejón oscuro de la muerte.

         b) Creo que en mis escritos sobre derechos humanos y bioética he explicado  suficientemente el alcance de la supremacía de la vida sobre el resto de los derechos humanos y me molesta ya tener que explicar cosas tan obvias.

         Espero que no lo tomen a mal si les recuerdo que en el pensamiento más castizo del Magisterio de la Iglesia, y más aún en el Magisterio de Juan Pablo II y de la Conferencia Episcopal Española, la vida no cede su puesto primacial ni a la paz ni a la libertad. Menos aún a las opciones políticas de corte nacionalista. Y lo que es más. Esa doctrina del Magisterio sobre la primacía del respeto a la vida como la piedra angular de la teoría de los derechos humanos, es también patrimonio de quienes se rigen por el sentido común y saben razonar correctamente.

         Insisto. Los obispos vascos no son perversos, como se ha dicho injustamente por su posición contraria a la Ley de Partidos. Pero sí han cometido en su pastoral una perversión intelectual trastocando la escala de valores al afirmar la presunta supremacía de la paz sobre la vida con intencionalidad política relacionada con la ilegalización de Batasuna.

         c) Así de claro. Ni en el País Vasco ni en ninguna parte del mundo se debe anteponer la paz  a la vida física de las personas. Quien no respeta la vida viola de un golpe todos los derechos humanos y este es el verdadero y triste problema vasco: que un sector desprecia y destruye sistemáticamente la vida física de los que no comulgan con sus ideales políticos, y otro colabora indirectamente a tan criminal empresa. Unos y otros comparten además, de forma fanática o más o menos tolerable, el espíritu nacionalista, que es la fuente remota y universal de todos sus males. Por consiguiente, lo que está prioritariamente en juego en el País Vasco no es la paz, como dicen los obispos, sino la vida física de las personas, como demuestran los hechos consumados durante décadas.      

         d) Una vez afirmada, erróneamente, la presunta supremacía de la paz sobre la vida, los obispos nos espetan todo un sermón sobre lo que significa para ellos optar por la paz. Una de esas recomendaciones reza textualmente así: “Una política penitenciaria que permitiera a los presos cumplir su condena más cerca de sus lugares de origen entrañaría por ejemplo un gesto de humanidad, sobre todo para sus padres y familiares”.

         De nuevo lamento tener que negar la razón a los prelados vascos. Con ocasión de una intervención mía en un curso de formación para funcionarios de prisiones en el Instituto Vasco de Criminología, y otra en un debate público en Bilbao entre jueces y periodistas, organizado por “Rex publica”, realicé una investigación a fondo en el Penal de Ocaña y en Carabanchel donde pude ver cosas sorprendentes relativas a los etarras. Algunas las publiqué discretamente. Otras, por prudencia, no. Y no digo más.

         e) Por sentido común, por respeto a los familiares de los asesinados, secuestrados o amenazados por ETA y su entorno, y por razones de pedagogía social elemental, pienso que los asesinos de ETA y sus colaboradores, más que otros criminales, deben ser dispersados de tal forma que ni puedan comunicarse para nada con sus colegas ni fácilmente con sus familiares, sobre todo cuando se sabe que “de padres gatos hijos michos”. O sea, que hay terroristas que son hijos o familiares de terroristas. O lo que es igual, hay familiares de terroristas que deberían estar también en la cárcel. La tarea pastoral, nada fácil, por cierto, consiste en hacer comprender a los familiares de los asesinos que éstos deben estar en la cárcel y a los de las víctimas ayudarles a perdonar.

         ¿Cómo va a ser un acto de humanidad poner a los lobos lo más cerca posible de los cadáveres de las ovejas que han degollado y de sus propietarios, o sea, conviviendo alegremente con las sufridas familias de los asesinados, secuestrados o amenazados de muerte? ¿Qué calidad de solicitud pastoral es esa que tanto se preocupa por los intereses de los asesinos y sus familias y tan poco por compartir la desgracia de los asesinados y el sufrimiento de sus familiares? ¿Cómo convencer a ningún experto en derecho penal con la cabeza puesta en su sitio que permita a los presos etarras permanecer lo más cerca posible del lugar de su entorno criminal o de aquellos que les puedan prestar más fácilmente apoyo moral y logístico para seguir matando si llega el caso?

        

10. Reavivar la esperanza. La esperanza de un pueblo es capital

         No hay futuro mejor sin una esperanza firme y constante ante las dificultades. Cuando está viva es capaz de extraer de las mismas dificultades una energía mayor. Cuando está muy mermada produce abatimiento y pasividad. La esperanza de este pueblo está debilitada por la crudeza, la duración y la complejidad de los problemas que le afligen. La Iglesia puede y debe contribuir a sostener esta esperanza histórica porque ha recibido del Espíritu Santo un sedimento inagotable de esperanza escatológica que es capaz de encender las auténticas esperanzas históricas.

         Nuestra Señora de la Esperanza que es también Nuestra Señora de la Paz sostenga nuestra esperanza y nos consiga la dicha paz”.[3]

         COMENTARIO:

         a) Los obispos han invocado a la Virgen María y apelado al Espíritu Santo. Si lo hacen como una forma meramente protocolaria de terminar su texto, presuntamente pastoral, me parece muy bien que lo hagan. Pero estoy convencido de que, si a la Virgen María le hubieran pedido consejo los apóstoles que la conocieron personalmente en Palestina para publicar un documento pastoral análogo a este de los obispos vascos -habida cuenta de las diversas circunstancias sociales, políticas de tiempo y lugar-, no habrían obtenido de ella su aprobación.

         b) Por lo que se refiere a la mención del Espíritu Santo, mejor que se la hubieran ahorrado porque no le dejan en buen lugar. Hay en el texto demasiada intencionalidad política, contradicciones  y falta de solidez teológica como para implicar en su redacción la asistencia del Espíritu Santo, el cual garantiza, ciertamente, la esperanza escatológica de la salvación, pero no la esperanza histórica del virus nacionalista vasco que ha contaminado todo el texto de la pastoral.

                 

         3. Nota de la oficina de prensa de la CEE

 

         1) EL TEXTO:

         “En la tarde de ayer, jueves 30 de mayo, los obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria han publicado una carta pastoral titulada “Preparar a paz”. Ante las reiteradas consultas dirigidas a la Conferencia Episcopal Española, la Oficina de Información se siente en el deber de aclarar los siguientes extremos:

·     Los obispos de las diócesis citadas han hecho pública la mencionada carta pastoral bajo su exclusiva responsabilidad como pastores de sus propias Iglesias particulares.

·     La Secretaría General de la Conferencia Episcopal Española no ha conocido el texto de la Carta pastoral hasta unos instantes antes de su difusión por los medios de comunicación social.

·     Ninguno de los órganos de la Conferencia Episcopal Española ha estimado necesario pronunciarse sobre la Ley de partidos, cuya aprobación se está tramitando en el Congreso de los Diputados en el ejercicio de sus competencias constitucionales.

Por último, la Oficina de Información quiere poner de relieve la firme condena que hace el documento del terrorismo de ETA, que no tiene justificación alguna, ni moral, ni jurídica, ni política. Madrid, 31 de mayo de 2002”[4].

         2) COMENTARIO CRÍTICO

         a) En esta Nota de emergencia la Conferencia Episcopal, como tal, no asumió responsabilidad ninguna sobre el texto de la pastoral de los obispos vascos. Es verdad y cosa buena que cada obispo en su diócesis goza de autonomía canónica para tomar decisiones por su cuenta y riesgo en asuntos que atañen exclusivamente a sus diocesanos.

         Pero dado que el contenido de la pastoral se refiere a un tema esencialmente político de alcance extra diocesano que afecta a todos los católicos y no católicos en España, la Conferencia Episcopal no puede tirar el balón fuera hurtando a la opinión pública su opinión crítica sobre el valor del texto de los obispos vascos y el grado de aceptación que merece por parte de los católicos. Si cualquier ciudadano tiene derecho a pronunciarse críticamente sobre el texto de los obispos vascos, la Conferencia Episcopal Española tiene la obligación de pronunciarse con claridad sobre el contenido y las intenciones de esa polémica pastoral.

         b) Si es verdad que la Conferencia Episcopal conoció el texto sólo instantes antes de su publicación en los medios de comunicación, lo menos que cabe pensar es que los obispos vascos actuaron a hurtadillas como unos irresponsables, o por lo menos, como imprudentes e ineducados. Dada la naturaleza del texto en cuestión, lo menos que se les podía haber ocurrido  es haber informado previamente a la Conferencia Episcopal o consultar con otros obispos y expertos fuera del País Vasco antes de lanzarse solos por su cuenta y riesgo a tan desgraciada aventura.

         c) Si la Conferencia Episcopal no estimó necesario ni conveniente pronunciarse sobre la Ley de Partidos que se tramitaba en el Parlamento, lo lógico y normal es que los obispos vascos hubieran hecho lo mismo. ¿Por qué no lo hicieron? Esta es la cuestión.  

         d) Es verdad que en un apartado de la pastoral se condena sin compasión el terrorismo etarra. Pero no es menos cierto que en el conjunto de la misma los obispos vascos no son coherentes con dicha condena del terrorismo etarra al pronunciarse en contra de la eventual ilegalización de Batasuna. Esta Nota de emergencia, aunque implícitamente desautoriza a la pastoral, pienso que podía haber sido más explícita y beligerante.        

 

         4. NOTA DEL COMITÉ EJECUTIVO

 

         Pero el oleaje mediático contra la pastoral crecía de forma alarmante por lo que el Comité Ejecutivo de la CEE no tuvo más remedio que salir al ruedo, sobre todo por el cariz político que había alcanzado la polémica pastoral. He aquí el texto con nuestro correspondiente comentario.

         1) EL TEXTO:

“El Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, reunido en Madrid en sesión ordinaria en la mañana de ayer, jueves 6 de junio, ha reflexionado sobre los acontecimientos acaecidos a raíz de la publicación el día 30 de mayo de una carta pastoral de los Obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Después de una ponderada deliberación, consciente de que no es competencia del Comité Ejecutivo valorar públicamente las actuaciones de los obispos en sus propias diócesis, considera necesario manifestar lo siguiente:

         1. De acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, reconoce la legitimidad que asiste al Estado democrático para regular legalmente la participación de los partidos políticos en la vida pública al servicio del bien común. Decidir sobre el establecimiento de determinadas condiciones legales para su constitución, funcionamiento y disolución, en conformidad con los derechos humanos, es competencia y tarea de los órganos del Estado de derecho. 

         2. En la carta pastoral de los obispos de las diócesis citadas hay una clara, y terminante condena del terrorismo y de ‘todas aquellas personas o grupos que colaboran con las acciones terroristas, las encubren o las defienden’, actitud que ha sido una constante en su magisterio episcopal. En la misma se proclama el compromiso de la Iglesia en la defensa, acompañamiento y protección de los amenazados y de las víctimas, así como su apuesta inequívoca por la eliminación del terrorismo. No es justo afirmar que en el citado documento se opta por un partido político determinado.

         3. El Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española se siente en el deber de denunciar la forma de ejercer la crítica, a todas luces desproporcionada, a que ha dado lugar la publicación de la referida carta pastoral. La libertad de información y de opinión no autoriza a ninguna instancia social a desfigurar el sentido del documento, omitiendo partes esenciales o haciéndole decir lo que realmente no dice. Parece evidente que con esta crítica descalificadora se daña gravemente a la Iglesia, disminuyendo su credibilidad moral y limitando la libertad que le garantiza su estatuto jurídico tal como los establecen la Constitución y los Acuerdos firmados entre el Estado y la Santa Sede.

         4. Finalmente, el Comité Ejecutivo invita a todos a tener en cuenta que el terrorismo supone siempre una gravísima perversión de la conciencia moral, cuya rectificación no se verá facilitada con el desprestigio de instituciones como la Iglesia, que tiene como parte esencial de su misión iluminar, formar y fortalecer la conciencia moral de las personas y de la vida social de acuerdo con la Ley de Dios y con el Evangelio”[5].

         2) COMENTARIO CRÍTICO

a) Si cualquier ciudadano, creyente, ateo o cristiano tiene derecho a criticar públicamente de forma objetiva y responsable la pastoral de los prelados vascos, el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal tiene, en contra de lo que se dice en el texto, además del derecho, el deber de hacerlo cuando la comunidad cristiana y la sociedad en general lo reclama. Si la Conferencia Episcopal Española no tiene competencia para cantar pública y fraternalmente las cuarenta a cuatro obispos, si ello fuere menester, cabe preguntarnos qué pinta ahí esa institución eclesiástica.

         b) Dice el texto de la Nota que “no es justo afirmar que en el citado documento se opta por un partido determinado”. Esta afirmación es literalmente falsa. ¡Por favor, no empecemos por negar lo que es obvio!. Precisamente la opción de los prelados vascos por el PNV constituye una de las sorpresas más escandalosas de la pastoral. Lo cual explica que casi todos los políticos nacionalistas, incluidos los catalanes, se hayan frotado las manos acogiéndola como cosa suya y los no nacionalistas se hayan sentido defraudados cuando no ofendidos.

Que la crítica descalificadora de la pastoral de los obispos vascos disminuye la credibilidad moral de la Iglesia y limita su libertad de expresión. Primero, es desgraciadamente cierto que la credibilidad moral de la Iglesia ha sufrido un duro golpe con las críticas que ha recibido la pastoral de los prelados vascos. Pero la culpa es de los obispos por meterse donde no debían, cuando no debían y de una forma impropia de su ministerio pastoral.

Lo justo y razonable es que la Iglesia, como cualquiera otra institución pública,  sufra las consecuencias de sus propios pecados –en este caso del pecado capital del nacionalismo- para que tome nota y haga las cosas mejor en el futuro.

Segundo. Nadie ha privado a la Iglesia de libertad de expresión con las críticas a la pastoral vasca. Al contrario, los obispos y el clero vasco han dicho lo que han querido y sus críticos también. La libertad de expresión lleva consigo la libertad de criticar las opiniones de todo el mundo, incluidas las de los obispos, sin miedo a represalias y esto es lo que ha ocurrido con la pastoral de los prelados vascos.

c) La Nota del Comité Ejecutivo de la CEE es una pieza maestra de diplomacia ya que su objetivo fundamental, más que pastoral, fue calmar políticamente al Gobierno con alusiones a los excesos mediáticos y practicando un comprensible espíritu de defensa corporativista por relación a los prelados vascos. Por eso, satisfizo diplomáticamente al Gobierno, pero no pastoralmente a la opinión pública, que esperaba algo más que sabia diplomacia ante las reacciones pueriles del Gobierno y las eventuales estupideces  y excesos pasionales de periodistas y políticos.

        

5. Manifiesto de 358 sacerdotes vascos

 

         No se sabe con certeza si estos curas aprovecharon la publicación de la pastoral de los obispos para hacer público su manifiesto o si los obispos  quisieron adelantarse al manifiesto de los curas para cortarles el paso. El hecho es que éstos se apresuraron a echar más leña  seca al fuego prendido ya con la pastoral de los obispos.

         El texto del manifiesto clerical es explícito y claro, lo cual es de agradecer porque facilita la crítica objetiva del mismo. No lo reproduzco aquí por no disponer del espacio suficiente para hacerle la crítica negativa que merece. Lo haré en un libro en preparación. La verdad es que es tan malo que ni siquiera los medios de comunicación le hicieron excesiva propaganda.

Se trata de un vulgar panfleto político nacionalista que nada tiene que ver con los deberes pastorales del ministerio sacerdotal. De hecho, algunos de los curas firmantes han sido enmarcados por la prensa entre los colaboradores directos del terrorismo etarra, o, por lo menos, del entorno terrorista. Sería interesante seguir la trayectoria personal de estos mansos lobos con piel de oveja rabiosa[6].  

         En el n.2, hablando de la conciencia del pueblo vasco, estos curas nacionalistas dicen, entre otras cosas: 

         “No se puede negar que una parte importante de este Pueblo, además de las características objetivas apuntadas, tiene la conciencia explícita de ser una comunidad a la que designa con el nombre de Euskal Herria, Pueblo que se vincula radicalmente a su lengua secular llamada euskara. Esta conciencia se manifiesta de múltiples formas y se va afirmando, desarrollando y creciendo cada día, a pesar de un entorno estatal poderosamente hostil. Esta conciencia es la que constituye, sustenta al Pueblo como tal que ninguna ley o instancia externa al mismo debe negarlo o impedirlo como recordaba Juan Pablo II:

          “Una forma particularmente grave de discriminación. Una de las formas más dramáticas de discriminación consiste en negar a grupos étnicos y minorías nacionales el derecho fundamental a existir como tales. Esto ocurre cuando se intenta su supresión o deportación, o también cuando se pretende debilitar su identidad étnica hasta hacerlos irreconocibles.¿Se puede permanecer en silencio ante crímenes tan graves contra la humanidad?.Ningún esfuerzo ha de ser considerado excesivo cuando se trata de poner término a semejantes  aberraciones, indignas de la persona humana” (Jornada Mundial de la Paz 1999: “El secreto de la paz verdadera reside en el respeto de los derechos humanos”, n.7)”.

         Esta cita resulta realmente bochornosa. No hay derecho a manipular un texto pontificio de Juan Pablo II de esta manera tan irrespetuosa y burda. Sólo un par de observaciones.

         En primer lugar, todos los analistas políticos que conocen el percal y tratan de informar con objetividad coinciden  en que ni la Constitución española ni el Gobierno español a nadie en el País Vasco su identidad étnica, histórica o cultural. Más aún. Es la Comunidad Autónoma europea  que de hecho disfruta de más autonomía dentro de un Estado.

           En segundo lugar, los curas pasan olímpicamente por alto el n. 2 en el que el Papa habla de los “mitos de la superioridad racial, del nacionalismo y del particularismo étnico” en el mismo plano detestable que el marxismo, el nazismo y el fascismo. Dice textualmente: “La historia contemporánea ha puesto de relieve de manera trágica el peligro que comporta el olvido de la verdad sobre la persona humana. Están a la vista los frutos de ideologías como el marxismo, el nazismo y el fascismo, así como también los mitos de la superioridad racial, del nacionalismo y del particularismo étnico”.

         Los curas citan en su favor  el n.7 donde Juan Pablo II habla de situaciones que no son las del País Vasco en España y se olvidan del n. 2 en el que ha condenado previamente de forma explícita lo que llama “mitos de la superioridad racial, del nacionalismo y del particularismo étnico”. Si a esto añadimos que el nacionalismo vasco llega hasta la violencia terrorista para llevar a cabo su “mito” nacionalista, apaga y vámonos.   

         No hay derecho a esto. El hacer citas de esta naturaleza debería ser penalizado como un delito de difamación por calumnia. El texto citado de Juan Pablo II, entendido en su propio contexto, no sólo no favorece al nacionalismo vasco promovido por los curas en su manifiesto sino que lo condena explícitamente como detestable[7].

 

         6. Réplica del foro el salvador

 

         El presente texto “Por la convivencia en Euskadi”, es una réplica  crítica a la pastoral de los obispos vascos desde la posición no nacionalista de un sector del clero vasco y laicos católicos agrupados en el colectivo Foro de El Salvador. El texto íntegro está tomado del diario madrileño ABC:

         “El acoso antidemocrático sufrido por nuestro presidente y la necesidad de salvaguardar su seguridad han logrado retrasar la publicación de este comunicado. Dicho retraso tiene un aspecto positivo: cesada la polémica creada por el documento “Preparar las paz” de los obispos de las diócesis vascas y el ruido que podía desviar la atención de los verdaderos conceptos y valores en juego, podemos pronunciarnos hoy sobre él tras someterlo a una reflexión contrastada por los días y los hechos.

         Asimismo queremos que esta reflexión se entienda como una aportación al texto anunciado por la Conferencia Episcopal Española para cerrar las heridas abiertas por la pastoral del 29 de mayo.

         1.- Con el dictamen de autogobierno aprobado el 12 de julio en el Parlamento Vasco que descalifica al Estatuto de Autonomía, los nacionalistas han lanzado su mayor reto a la Democracia de la cual emana la legitimidad de esa cámara ahora cuestionada por dicho dictamen. Para ese reto el nacionalismo movilizó a todos los sectores sociales sobre los que ejerce su control, como hizo en Lizarra: sindicatos, medios de comunicación, sectores eclesiásticos...

         A la luz de estos hechos la Pastoral cobra un significado más grave que el que se le suponía, pues avala ese órdago a la legitimidad constitucional en el punto que reclama una nueva “fórmula de convivencia” y que pasó desapercibido por la actualidad que tenía su rechazo a la Ley de Partidos.

         2.- La Iglesia no debe ser pieza en el engranaje del programa soberanista y excluyente del nacionalismo ni tampoco un factor desestabilizador de la vida política. La Pastoral ahondaba en la división de la comunidad vasca y abría una brecha entre ésta y el resto de la sociedad española. Contra lo que afirmaba, el problema de Euskadi no está en la “fórmula de convivencia”, sino en quienes no respetan dicha fórmula que ya nos dimos con la Constitución y el Estatuto.

         3.- No basta con que la Iglesia condene los crímenes de ETA. Es preciso ir a su raíz para que la condena sea eficaz, condena la ideología antidemocrática y anticristiana que los inspira así como a las personas y grupos que promueven o disfrazan esos crímenes y comparten esa ideología. Todas las ideas y proyectos no merecen el respeto de la ley. El siglo que dejamos atrás quedó desgarrado por ideas y proyectos indignos de respeto como por hombres que debían ser juzgados y condenados.

         Las ideas de Hitler y Stalin llevaron a la desgracia a millones de seres. El origen de tales tragedias está en anteponer a la frágil vida del ser humano y a sus derechos individuales, abstracciones como la nación, el pueblo, la clase social, la tierra o la etnia.

         4.-Basada necesariamente en una de esas deshumanizadas abstracciones, la autodeterminación no es un derecho humano como se ha pretendido no pocas veces desde medios eclesiásticos. No lo es porque no tiene al ser humano individual como único sujeto de derecho. Es una recomendación de la ONU muy posterior a la Carta Universal y ceñida a casos de invasión y colonialismo entre los que no se incluye el vasco, donde no hay una nación ni un estado preexistentes y abolidos por la fuerza.

         5.- La Ley de Partidos no debe valorarse –como se hizo en esa Pastoral- en función de “algunas consecuencias sombrías” que preveía “como sólidamente probables y que, sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA, deberían ser evitadas”.

         Tal valoración va contra el Derecho, la civilización, la cordura y los principios éticos más elementales. La misión de la Iglesia no es eximir a Caín de la justicia humana, sino recordarle que su crimen reclama el juicio de Dios que dijo: “La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra”.

         6.- El acercamiento de los presos de ETA al País Vasco no es un derecho humano. Ni algo aconsejable, como supone la Pastoral, sino cuestionable según las más contrastadas fuentes del Derecho Internacional. La Ley deja tal cuestión a criterio de la entidad judicial penitenciaria y según convenga a la reinserción del preso.

         Acercar a un asesino convicto a una familia que le anima a reafirmarse en el delito no es una opción acorde con la justicia ni con el Evangelio. Y los presos tienen derecho a la dispersión de un entorno favorable al crimen así como a las víctimas a que se cumplan la leyes.

         La misión de la Iglesia es llevar la ley del amor a los que quebrantaron la ley humana y el Quinto Mandamiento, que prohíbe matar. Es despertar el arrepentimiento en ellos y en esas madres que pasean orgullosas sus fotos por las calles como si fueran héroes.

         7.- Denunciamos el chantaje y la burla sangrantes que contenía la alusión del texto a “los más débiles, los amenazados”, fingiendo temer que, con la Ley de Partidos, “su seguridad se vuelva, lamentablemente, más precaria”.

         Pedimos para los damnificados por el terrorismo un amor que no excluya el respeto. A ellos volvemos los ojos compartiendo su dolor, pues esa Pastoral no sólo abrió una brecha en la ciudadanía creyente, sino reabrió la herida de las víctimas y del Cristo que dijo: “Cuanto hagáis a uno de mis pequeños a mí me lo hacéis”.El Estado de Derecho es nuestro irreemplazable “marco de convivencia” al cual debe dar un mayor sentido, y no borrar el que ya tiene, la vivencia de la fe”[8].

         COMENTARIO:

En este manifiesto, entre otras cosas, se hace una contextualización política de la polémica pastoral de los obispos vascos, se antepone la vida a cualquier otro valor humano y se denuncia la ideología nacionalista como antidemocrática y anticristiana. La publicación de la pastoral de los obispos, del panfleto nacionalista de los 358 curas y de éste y otros documentos del sector no nacionalista del clero vasco pone de manifiesto la responsabilidad contraída por la Iglesia en Euskadi por los daños y sufrimientos derivados del fanatismo nacionalista en la sociedad vasca en general y dentro de la propia Iglesia.

Una realidad que no se refleja en la pastoral de los cuatro prelados vascos en la cual los análisis sociológicos y la valoración de las calamidades se hacen sólo desde la óptica del llamado “nacionalismo democrático” que contamina todo el texto episcopal. Leyendo con la cabeza fría este texto, la impresión inmediata que uno saca sin devanarse los sesos es que su diagnóstico de la realidad vasca es más objetivo, humano y cristiano que el de la pastoral de los obispos y, por supuesto, mucho más que el manifiesto nacionalista de los 358 curas con los cuales lo único que cabe hacer es echarles de comer aparte. Uno saca la impresión de que han cambiado de profesión[9].

 

CONCLUSIÓN


 

El texto de los obispos vascos que hemos comentado fue calificado por el Nuncio de Su Santidad en España como una carta pastoral “inoportuna”. Un calificativo muy bien puesto desde el punto de vista diplomático y que refleja una realidad apabullante. Aparece justo cuando las diversas formaciones políticas, con raras e irresponsables excepciones, se habían puesto ya de acuerdo para crear una nueva Ley de Partidos que sirviera para salir de forma razonable y honesta al paso de los terroristas. De ahí que la inoportunidad e impertinencia de esta pastoral.

         Pero hay algo más grave. Con la etiqueta canónica de “carta pastoral” nos dieron  gato por liebre ya que, tanto por la intención de los autores como por su contenido, de hecho se trata de un manifiesto político episcopal en clave nacionalista en contra de la eventual ilegalización de Batasuna. Su intención es más que nada política y el contenido también.

Si los obispos vascos no estaban de acuerdo con la ilegalización de Batasuna y consideraban que la opción nacionalista en Euskadi es la mejor, podían haberlo dicho a título personal en el contexto de una conferencia pública o en un artículo de opinión en la prensa como cualquier hijo de vecino sometiéndose a las críticas que les pudieran llegar. Pero no en un escrito oficial con la etiqueta canónica de “carta pastoral” exigiendo además obediencia religiosa. Este escrito no merece acatamiento religioso ninguno por parte de ningún fiel cristiano. Lo cual, por otra parte, no deja de ser una ventaja.    

         Creo sinceramente que los prelados vascos cometieron un error pastoral importante con la publicación de su carta, cuyos daños morales exigen alguna compensación. Hay dos formas muy nobles y dignas de compensar los daños, en este caso morales, causados a los demás por parte de las autoridades, tanto civiles como religiosas. Una, que es la mejor, consiste en pedir perdón a los presuntamente damnificados. Los obispos vascos podían seguir el ejemplo de Juan Pablo II el 12 de marzo del 2000 en la plaza de S. Pedro pidiendo perdón por los pecados de la Iglesia universal. Los prelados vascos podían hacer algo similar por los pecados de la Iglesia en Euskadi.

Ya ha habido algún gesto en este sentido por parte de sacerdotes vascos y del titular de Bilbao don Ricardo Blázquez. Pero sería cuestión de que los cuatro prelados fueran conjuntamente más lejos en este sentido.

Cuando una persona o institución reconoce sus errores y pide perdón por ellos se dignifica y recupera la confianza eventualmente perdida. Nos fiamos más de quienes reconocen sus equivocaciones y tratan de subsanarlas que de quienes las ocultan o dejan que se pierdan en el olvido. Ya sé que todos los constituidos en autoridad tienen la mala costumbre de pensar que por el mero hecho de tener la autoridad, tienen también de forma automática la razón en todo lo que dicen y hacen. Pero es una equivocación. Si los prelados vascos tuvieran el coraje de reflexionar serenamente sobre las críticas que han recibido por su pastoral y publicaran otra rectificando la anterior darían un buen ejemplo ante el cual nadie podría quedar indiferente. Esto mismo deberían hacer los hombres y mujeres de Iglesia y católicos cualificados cuyos archivos mentales están contaminados por el virus nacionalista, que es el verdadero pecado original de la Iglesia en Euskadi. El nacionalismo fue definido por Albert Einstein como una enfermedad infantil y el sarampión de la humanidad. Yo diría que es un virus ideológico que contamina la mente y pervierte el corazón. De ahí la necesidad de combatirlo en lugar de promocionarlo aunque sólo sea en dosis moderadas.

La otra opción noble, cuando una persona constituida en autoridad comete errores de gran calado, consiste en presentar por propia iniciativa la dimisión de su cargo. Siempre he admirado a los que dimiten de sus cargos tan pronto se percatan de que su forma de gobernar hace sufrir a los más fieles con alegría de los desleales.

La pastoral de los prelados vascos ha sido bien recibida sólo por los sectores sociales menos cercanos a la Iglesia e incluso hostiles.  Cuando tal ocurre, conviene recordar aquello de que “cuando tu enemigo te alaba es que algo mal has hecho”. Y esto se está cumpliendo en el caso que nos ocupa. Quien más ha perdido con la carta pastoral de los prelados vascos ha sido la propia Iglesia. Lo cual es culpa suya y de nadie más. Tampoco el Gobierno estuvo a la altura de las circunstancias con sus críticas oficiales a la pastoral provocando a la Conferencia Episcopal y a la Santa Sede. Algunos de sus portavoces actuaron como auténticos pardillos. Igualmente me parece una sinrazón la invitación de algunos críticos de la pastoral a suspender indiscriminadamente la ayuda económica a la Iglesia proveniente de la libre voluntad de los católicos y personas de buena voluntad. No se dan cuenta de que, a pesar de todos los pesares, la Iglesia es la institución pública que sigue ofreciendo más garantías de que las ayudas recibidas con fines benéficos llegan realmente a sus destinatarios más necesitados. (NICETO BLÁZQUEZ, O.P)

 

II

 

EL CLERICALISMO NACIONALISTA CATALÁN SE DISPARA

 

         1. Pistoletazo mediático sobre la explosión del nacional-clericalismo catalán

 

Recordemos los titulares más llamativos de algunos rotativos emblemáticos.

Según La Vanguardia Digital (26/11/2002): “El obispo de Girona afirma que la pastoral no está avalada por la doctrina de la Iglesia” y Pujol deplora que en el texto de la CEE se haya introducido “el concepto de patriotismo constitucional”. Por su parte, el obispo de Girona Carles Soler “se desmarcó ayer de la pastoral de la Conferencia Episcopal española sobre el terrorismo y advirtió a los fieles de su diócesis que no deben sentirse “inquietados en su conciencia” por este documento. Soler cree que los puntos relativos al nacionalismo no están avalados por la doctrina de la Iglesia”.

Y La Vanguardia impresa (27/XI/2002, p.14): “El arzobispo de Tarragona se suma a las críticas del texto episcopal”. El cardenal Rouco, por otra parte, afirma que el PNV no tiene por qué darse por aludido. Las críticas surgidas al texto de la Conferencia Episcopal Española “evidencian cada vez más la división de la Iglesia católica española en torno a los temas relativos al nacionalismo. Según Oriol Domingo, un manifiesto de 17 entidades catalanas critica el texto por “segado y parcial”.

La Razón (27/XI/2002, p.5): “El fervor nacionalista de los prelados Sistach y Soler desemboca en críticas militantes a la Pastoral de la Conferencia. A ambos obispos catalanes les habría sentado mal las críticas de la CEE a “ese nacionalismo excluyente y sectario que comparte fines con la banda terrorista. Han apuntado torticeramente que el documento no es de obligado cumplimiento y, concretamente, Martínez Sistach ha comentado que todo se debió a “presiones mediáticas”. Es decepcionante –añade La Razón-, que el fervor nacionalista de los prelados provoque comentarios poco ejemplares”.

Según José Manuel Vidal (El Mundo, 2/XII/2002, p.14): “Uriarte y Carles crean malestar en la Conferencia Episcopal”. Aznar afirma que “la instrucción pastoral era muy necesaria y pide “que los creyentes la sigan y los no creyentes reflexionen sobre ella”. Arzalluz critica al Vaticano y el cardenal Ratzinger avaló el texto de la CEE desde Murcia comparando a los nacionalistas radicales con Barrabás.

El Periódico de Cataluña (28/XI/2002) se presentó al público con una portada sensacionalista en estos términos: “La Iglesia catalana prepara la réplica a la pastoral española. La Conferencia Episcopal Tarraconense pide a un grupo de expertos un documento alternativo. El nuevo texto argumentará que la doctrina social de la Iglesia no condena la autodeterminación”. Según Jordi Casabella, al tratar de la Iglesia y el conflicto vasco (p.18), los artífices del documento alternativo serían profesores de las facultades de Teología y Filosofía catalanas. Más en concreto, “expertos en doctrina social de la Iglesia con sensibilidad catalana”. Y todo a coro con los políticos catalanes. ERC, por ejemplo, propone al Parlamento catalán que condene la pastoral de los obispos españoles y sus consideraciones morales de condena a la opción política del independentismo y del derecho a la autodeterminación. Paradójicamente, el líder vasco Ibarretxe manifiesta su respeto por el documento de los prelados (La Vanguardia, 28/XI/2002, p.19). Con esta misma fecha, María Antonia Prieto destaca en ABC los siguientes tópicos: “La Iglesia catalana rechaza la pastoral porque ‘salpica a otros nacionalismos’. Carles guarda silencio mientras arrecian las condenas del resto de los obispos. Según el arzobispo Sistach, “ni los obispos ni la doctrina de la Iglesia pueden canonizar ninguna Constitución, puesto que nuestra doctrina considera más importantes los derechos de las personas y de los pueblos” que un texto constitucional.

 

         2. La Iglesia catalana a la defensiva

          Editorial de Gara: “Diversos sectores de la Iglesia católica catalana, desde obispos a grupos de sacerdotes y comunidades de base, han reaccionado con prontitud a los ataques a los derechos de las naciones sin estado que se incluyen en la Instrucción Pastoral aprobada el pasado viernes por la Conferencia Episcopal Española. El obispo de Girona, Carles Soler Perdigó, por ejemplo, hizo pública una nota el lunes en la que asegura que algunas de las consideraciones incluidas en el documento episcopal en torno al nacionalismo “no están suficientemente avaladas por la Doctrina Social de la Iglesia”, por lo que tranquilizaba a los católicos de su diócesis asegurando que “no deben inquietarse” por la declaración de la Conferencia Episcopal.

         El Forum Joan Alsina, que agrupa a la mayoría de capellanes progresistas de Girona, se ha “adherido plenamente” a la nota de su obispo, mientras que grupos cristianos de base vuelven a relanzar la reivindicación de una Conferencia Episcopal Catalana. Diecisiete de estas asociaciones calificaron ayer de “lamentable” que el documento del Episcopado no “asuma los contenidos de la pastoral presentada por los obispos vascos en junio”, porque “pretender intervenir en el problema vasco sin tener en cuenta la opinión de la Iglesia vasca no contribuye a la resolución del conflicto”. Entre tanto, desde Euskal Herria, únicamente se ha escuchado la voz del obispo de Iruñea, Fernando Sebastián, uno de los impulsores del documento y conocido por sus tesis anti-abertzales. Es probable que los católicos vascos deseen contrastar la opinión de Sebastián con la de otros obispos y conocer cuál es su valoración moral del independentismo”[10].

3. A coro con los obispos vascos

La última y esperada reacción al documento de la CEE procedía del País Vasco. Desde San Sebastián, Uriarte hizo pública una carta ante las "numerosas y variadas reacciones, in­quietudes y preguntas" que el documento había suscitado entre sus dio­cesanos. Aun compartiendo la "severa reprobación mo­ral" que el texto hace del te­rrorismo y nacionalismo de ET A, el obispo vasco afirmó  que el documento "no es en sí mismo moralmente vin­culante para la formación del criterio y del comporta­miento de todos los creyen­tes, puesto que no constituye un documento doctrinal que haya sido aprobado por unanimidad o ratificado por la Santa Sede". Uriarte re­mite a sus fieles a la Carta Pastoral con­junta de los obispos del País Vasco de mayo pasado "para una adecuada valo­ración moral de otras formas de conce­bir y vivir el nacionalismo".

Por último, acaba señalando que "los diferentes criterios y sensibilidades de los obispos pueden conducirles a inter­pretar de modo diverso el alcance y los límites de algunos puntos de la doctri­na moral de la Iglesia. Tales diferencias no empañan la fraternidad episcopal ni deben debilitar la comunión entre los fieles de las dife­rentes iglesias locales". Días antes, en la citada entrevista en la Cope, Rou­co recordaba que todos los documentos de la CEE han sido de naturaleza pastoral, "que es lo que le da sentido a la institución". Sobre la falta de unanimidad cose­chada por la instrucción pas­toral, señaló que tampoco la había habido en nin­gún otro documento de la CEE, "ni siquiera los que hemos aprobado en el orden disciplinar en los años 80, que después han adquirido fuerza ju­rídica relacionados con la aplicación del Dere­cho Canónico".

También sobre esta cuestión se pronunció, desde las páginas de Igle­sia en Camino, el arzo­bispo de Mérida-Badajoz, Antonio Montero, pa­ra, entre otras cuestio­nes, preguntarse "¿por qué no se empieza ha­blando de los 63 votos favorables, para tratar se­guidamente, y con idén­tico respeto, de los ocho negativos y las cinco abstenciones". "Teniendo en cuen­ta -sigue su artículo- que, en estricta de­mocracia, aún más en la comunión eclesial, y más si cabe, en el espíritu co­legial del Episcopado, lo aprobado por mayoría canónica lo es así para todos los votantes, sea cualquiera el sentido del propio sufragio". A continuación, e! ar­zobispo asegura que "en el caso de las Conferencias episcopales, salvo excep­ciones bastante raras, en las que se su­ma la autoridad pontificia, los acuerdos no se imponen en sentido riguroso, ni tan siquiera en quienes votaron a favor. Pero eso no priva de autoridad y de pe­so moral a lo acordado canónicamente. El buen sentido, la comunión eclesial y el talante espiritual de cada uno ensam­blan muy bien la libertad de conciencia con la sabiduría pastoral".

En cuanto a si el 5° punto podía o no haber eludido en este documento, Mon­tero señala que "si la Asamblea hubiera hurtado el bulto a este problema, tan ac­tual y relevante, no habría obrado con auténtica responsabilidad pastoral".

En cualquier caso, fuentes eclesiales habrían señalado a Vida Nueva "la com­prensión y el respeto" a las posturas dis­crepantes teniendo en cuenta las situaciones concretas con que algunos de esos obispos se encuentran en sus dió­cesis. Sí se reconoce que "estas peque­ñas cargas sobre el documento le quitan fuerza", pero se recalca que la instruc­ción tiene una proyección por encima del momento en que ha sido publicada y subsistirá "por sus valores innegables más allá de si en una comunidad autó­noma o en otra cae mejor o peor[11].

                  

4. Reservas sospechosas de los obispos catalanes

        

El corresponsal de Ecclesia  escribió el siguiente reportaje:

“Era algo que se veía venir, una vez constatado el distanciamiento, reco­gido ya en nuestro número anterior, de la instrucción pastoral expresado por el obispo de Gerona, monseñor Carles Soler, en una nota de su puño y letra di­fundida el 24 de noviembre, dos días des­pués de concluida la Plenaria.

A esa postura se sumaría el arzobispo de Tarragona, monseñor Luis Martínez Sistach, durante una entrevista radiofóni­ca emitida el 26 de noviembre, en la que aseguraba que «la Iglesia no puede cano­nizar ninguna Constitución». Para este prelado, las referencias al nacionalismo y a la autodeterminación habría sido más conveniente «tratarlas en otro documen­to», ya que, de esa forma, se habría evita­do que «se hayan mezclado con la conde­na, que es unánime, del terrorismo y del nacionalismo totalitario».

El cardenal Ricard María Carles, que anunció su deseo de no pronunciarse so­bre el documento hasta no haber explica­do su postura ante el Consejo Pastoral de la Archidiócesis de Barcelona, esperaría hasta el 30 de noviembre para, haciendo una pausa en la reunión que el citado Consejo celebraba ese, día en el Seminario Diocesano, leer una declaración en la que formulaba diversas matizaciones sobre la instrucción pastoral de la CEE. «Considero -se lee en el tercer párrafo- que el docu­mento, en este capítulo quinto, no agota todos los contenidos de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual está en un momento de maduración en el momento de juzgar unas realidades tan complejas como las que plantean» en el mismo». «En cuanto a las limitaciones y afirmaciones matiza­bles que pueda tener el capitulo quinto -afirma Carles más adelante-, recuerdo a todos que se trata de una instrucción pas­toral que no pide aquel grado de adhe­sión propio de un documento de naturaleza doctrinal. La discrepancia que puede haber sobre algunos puntos hay que si­tuarla en el marco del ejercicio del legíti­mo pluralismo de opciones políticas entre los cristianos. Deseo sobre todo que que­de claro que ninguna opción política que respete los derechos de la persona huma­na y de los pueblos no se ha de sentir ex­cluida de la Iglesia y que los obispos que­remos acogerlos a todos en la comunidad eclesial”.

Esta secuencia de pronunciamientos desataría tal clima de especulación infor­mativa que un diario de difusión nacional llegó a asegurar en portada que los obis­pos de Cataluña estaban preparando una carta conjunta de respuesta a la pastoral de la CEE. Tanto es así que el propio Ga­binete de Información de la Conferencia Tarraconense tuvo que emitir un desmen­tido para confirmar la falsedad de dicha información y recordar que «los obispos, condenando radicalmente el terrorismo, continúan considerando plenamente váli­do el documento Raíces cristianas de Ca­taluña, publicado en 1985 y ratificado posteriormente por el Concilio Provincial Tarraconense”.

En un sentido similar al del cardenal Carles se pronunciaría el obispo de San Sebastián, monseñor Juan María Uriarte, en una carta leída el l de di­ciembre en toda la dióce­sis. En la misma recuerda, a propósito del documen­to de la CEE que, aun cuando «ha sido aprobado legítimamente por una no­table mayoría de los obis­pos reunidos, con todo no es, en sí mismo, moral­mente vinculante para la formación del criterio y del comporta­miento de todos los creyentes, puesto que no constituye un documento doctri­nal”. Uriarte manifiesta, no obstante, su adhesión a los pasajes de la pastoral donde se «reprueba justamente el con­creto nacionalismo de ETA, que antepo­ne la nación a los derechos humanos más elementales, desoye la voz inmensa­mente mayoritaria de la sociedad que re­clama su desaparición, quiere imponer por la fuerza su propio proyecto político y llega a eliminar físicamente a quienes, en virtud de otras concepciones políticas legítimas, se oponen a este proyecto». «No puedo menos que compartir esta se­vera reprobación moral, igualmente ex­presada por los obispos vascos en repeti­das ocasiones», asegura el prelado do­nostiarra, que concluye su carta con la conocida máxima de San Agustín: «En lo necesario, unidad; en lo discutible, li­bertad; en todo, caridad»[12].

 

5. Discrepancias  explícitas sobre la cuestión del nacionalismo

 

En esta misma línea Vida Nueva se expresó en los siguientes términos:

“Tres días después de que los obispos aprobasen en Asam­blea Plenaria la instrucción pastoral contra ETA, salie­ron a la luz de manera oficial las discre­pancias manifestadas por algunos prelados en sesión reservada contra el punto 5 de la misma.

Los reparos a ese apartado, donde se aborda la cuestión del nacionalismo, fue­ron puestos por escrito el día 25 de no­viembre en una nota firmada por el obispo de Girona, Carles Soler, al que siguie­ron declaraciones de otros prelados ca­talanes, una comparecencia pública del cardenal Ricard Maria Carles, el día 30, y un "Carta a la comunidad cristiana de Gipuzkoa", el 1 de diciembre, del titu­lar de San Sebastián, Juan María Uriar­te. En medio de todo ello, el cardenal Antonio María Rouco, presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), señalaba el 26 de noviembre, en decla­raciones al programa La Mañana de la Cope, que la instrucción Pastoral Valo­ración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias "está ava­lada por la doctrina de la Iglesia, cómo no". El texto, como se recordará, fue aprobado por 63 votos a favor, ocho en contra y cinco abstenciones.

Las manifestaciones del obispo Soler, refirién­dose a que "algunas concreciones" de la citada pastoral "no están suficientemente avaladas por la doctrina social de la Igle­sia", motivo por el cual sus fieles "no de­ben sentirse inquietados en su conciencia por la doctrina que sobre estos temas propone", fueron un revulsivo que ha encontrado eco entre otros prelados ca­talanes y en varios colecti­vos cristianos.

De inmediato, Soler reci­bió el apoyo de los más de 70 sacerdotes que confor­man el Forum Joan Alsina. Pocas horas después, el ar­zobispo de Tarragona, Iluís Martínez Sistach, también aportó su punto de vista crí­tico en unas declaraciones a Ona Catalana. Sin dejar de lado su estilo ponderado, Sistach afirmó que la instrucción era "mejorable y matizable" y que "la Igle­sia no puede canonizar ninguna Cons­titución". Además, las referencias al nacionalismo y a la autodeterminación "hubiera sido mejor tratarlas en otro do­cumento", ya que "es una lástima que se hayan mezclado con la condena, que es unánime, del terrorismo y del naciona­lismo autoritario". Posición comparti­da por el auxiliar de Barcelona Joan Carrera, uno de los máximos exponen­tes entre los prelados catalanes en la de­fensa de los nacionalismos, para quien el documento hubiera debido ser sometido  a dos votaciones, "una para el tema del terrorismo, que hubiera tenido la sa­tisfacción de la unanimidad, y otra so­bre cuestiones nacionales".

Por otra parte, diecisiete entidades eclesiales catala­nas de base que emitieron un texto crítico de la Ins­trucción Pastoral, entre las que se encuentran Justicia y Paz, Permanente de la Unión de Religiosos de Ca­taluña, Centro de Estudios Cristianismo y Justicia, el Colectivo de Mujeres en la Iglesia, Espacio Abierto o la Asociación "Cristianismo en el Siglo XXI", recogen esas mismas ideas centrales: "Desde los valores del Evangelio, reafirmamos la condena al te­rrorismo, a la espiral de violencia que genera y en concreto a las prácticas te­rroristas ejercidas por ET A. Por ello, da­mos nuestro apoyo a la jerarquía española "en su rotundidad en condenar el terro­rismo". Sin embargo, "creemos que la valoración moral que contiene la Instrucción Pastoral sobre el nacionalismo y el derecho a la autodeterminación es absolutamente equivocada y parcial y no responde a los contenidos de la doctri­na de la Iglesia ni a ningún principio evangélico, (...) los pronunciamientos de Juan Pablo II desmienten las afir­maciones de los obispos españoles". Y niega que se favorezca el diálogo entre las partes enfrentadas en el País Vasco "a través de juicios parciales". Además, el cardenal Ricard M. Carles ha reivindicado el derecho a la discre­pancia, reconociendo que el documen­to "no agota todos los contenidos de la Doctrina Social de la Iglesia". El arzo­bispo de Barcelona recuerda "la legíti­ma autonomía de las realidades humanas y en concreto del ámbito político en el campo que le es propio (Gaudium et Spes, 36)" y, por ello, expresa que "ninguna opción política que respete los derechos de la persona humana y de los pueblos no se ha de sentir excluida de la Iglesia y que los obispos queremos acogerlos a to­dos en la comunidad eclesial".

El cariz con que todas estas observaciones eran presentadas por algún medio de comunicación obligó, incluso, a un des­mentido de la propia ofi­cina de prensa de la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET), ne­gando que esta institu­ción fuese a elaborar un texto alternativo al de la Conferencia Episcopal Española. Según la nota de prensa, "los obispos [de la CET], continúan considerando plenamente válido el documento Raíces cristianas de Cataluña, publicado el año 1985 y ratificado posteriormente por el Concilio Provincial Tarraconense".

 

6. Claridad del surfista y ánimo para la Iglesia catalana

 

Según Francesc-Marc Álvaro en la Vanguardia Digital (3/12/02), la Iglesia catalana “no se ha pronunciado corporativamente, pero el obispo de Girona dio la sorpresa al ser el primer prelado en desmarcarse de la última pastoral de la Conferencia Episcopal Española sobre terrorismo. Este experto en derecho canónico, de 70 años, cree que los puntos del documento relativos al nacionalismo no están avalados por la doctrina de la Iglesia y considera que sus fieles no deben sentirse “inquietados en su conciencia”. Otros obispos catalanes se han sumado a la discrepancia”.

A juicio del reportero de la Vanguardia digital, el obispo Soler ha sido el prelado catalán que con mayor rapidez, claridad y libertad se ha desmarcado del documento de la CEE presuntamente convencido de que se debe directamente al Papa y no al  cardenal Rouco o al presidente Aznar. Además de esta razón, el prelado Soler habría respondido así “al sentir general de su diócesis, en el que prima una visión abierta de la Iglesia y una vinculación muy viva de ésta con la identidad política y cultural de Cataluña”. Sin olvidar la vieja amistad que le une al obispo de Vitoria Juan María Uriarte.

Soler es considerado como un “catalanista moderado, un pragmático, un pastor acostumbrado a tener los pies en el suelo y un prelado “no- alineado” en las pugnas más duras entre progresistas y conservadores en la Iglesia. Esta habilidad de surfista por encima de la ola de polémicas descoloca a muchos y le ha hecho ganar fama de imprevisible”. En círculos católicos barceloneses, le califican de políticamente “impoluto”. Al parecer es más experto en asuntos mercantiles que en teología y esta faceta de su personalidad ayudaría a comprender ciertas facetas de su personalidad. Como buen surfista, busca y afronta las olas sorprendentemente a su manera. Por ejemplo, la ola del nacionalismo catalán[13].

Según Montserrat Baldomá, durante la reunión de la Ejecutiva nacionalista CDC animó a la Iglesia catalana a replicar al texto de la CEE sobre terrorismo. Convergencia aplaude la redacción de un texto alternativo a la polémica pastoral al tiempo que acusa al PSC de alinearse con el “patriotismo constitucional” del PP. Más en concreto: “Convergencia Democrática desea que los obispos catalanes pasen de las palabras a los hechos y dejen constancia de su rechazo a la instrucción pastoral sobre terrorismo, aprobada recientemente por la Conferencia Episcopal, en la que se condena el derecho a la autodeterminación. Pere Macias, secretario general adjunto de CiU, invitó ayer a la Iglesia catalana a redactar un texto de réplica al "contundente y negativo" documento de los prelados españoles.

La declaración de los nacionalistas avala la postura del arzobispo de Tarragona, Lluís Martínez Sistach, que ha encargado a un catedrático de Ética la labor de "rehacer" el capítulo de la pastoral en el que se declara "moralmente inaceptable" que las naciones puedan reclamar "la independencia en virtud de su sola voluntad". Otros expertos, entre ellos profesores de las facultades de Teología y de Filosofía de Catalunya, participan también en esta iniciativa de Martínez Sistach, que se someterá a consideración de todos los obispos catalanes cuando el documento esté redactado.

(...) El aplauso de los nacionalistas a los prelados catalanes es tan unánime que ni siquiera fue objeto de debate en la ejecutiva de Convergencia, a la que no asistió Jordi Pujol. La cúpula de CDC simplemente informó a sus dirigentes de que Macias, como así hizo, mostraría la satisfacción del partido por la "inequívoca expresión diferenciada" de la Iglesia catalana y expondría el deseo de que exista un texto en el que los obispos de Catalunya se desmarquen con "voz propia" de la pastoral de la Conferencia Episcopal. (...) Macias no dejó pasar la oportunidad de criticar al PSC a propósito de su actitud frente a la instrucción pastoral. El secretario general adjunto censuró que Pasqual Maragall y los socialistas catalanes no discrepen abiertamente del documento y les acusó de coincidir con el "patriotismo constitucional" que propugna el PP”[14].

 

7. El obispo Soler en la picota y revuelo catalanista en la Facultad de Teología

 

“El obispo de Girona afirma que la pastoral no está avalada por la doctrina de la Iglesia. Pujol deplora que en el texto se haya introducido "el concepto de patriotismo constitucional" y Carles Soler, obispo de Girona, se desmarcó ayer de la pastoral de la Conferencia Episcopal española sobre el terrorismo y advirtió a los fieles de su diócesis que no deben sentirse "inquietados en su conciencia" por este documento. Soler cree que los puntos relativos al nacionalismo no están avalados por la doctrina de la Iglesia”.

Por otra parte: “El obispo de Girona, Carles Soler, considera que algunas de las afirmaciones de la instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo "no están suficientemente avaladas por la doctrina social de la Iglesia". Soler se refiere al apartado quinto del documento, "cuando trata del nacionalismo, del derecho de las naciones y de los estados, y del derecho a la soberanía o a la independencia". Soler señaló ayer que los fieles de la diócesis de Girona "no deben sentirse inquietados en su conciencia por la doctrina que sobre estos temas propone" la Conferencia Episcopal española. El texto de los obispos rechaza la autodeterminación, critica las pretensiones independentistas que "niegan unilateralmente la soberanía de España" y establece como único marco de convivencia la Constitución.

El pronunciamiento episcopal suscitó ayer nuevas reacciones políticas en Cataluña y el País Vasco, cuyos gobiernos autónomos coincidieron en apuntar que la pastoral se inspira en las tesis del PP. "Tengo unas ciertas reservas -comentó el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol- ante el concepto de patriotismo constitucional, porque a veces tengo la sensación de que se utiliza de una forma abusiva, como, por ejemplo, estos últimos días se ha metido en el documento de los obispos."

Pujol dejó entrever que el documento episcopal desagrada "más por lo que rezuma que por las palabras en sí". El presidente de la Generalitat, que se declaró constitucionalista, afirmó que no cree que la Constitución lo resuelva todo: "La legitimidad la da la Constitución, pero también otras cosas, de manera que si la Constitución no lo tuviera en cuenta, la que no sería legitima es la Constitución" .

También el PSC considera que en la pastoral hay muchas coincidencias con los postulados del Gobierno del PP. El portavoz parlamentario socialista, Joaquim Nadal consideró positivo el texto, aunque lamentó que en algunos de sus puntos "coincide demasiado" con las posturas de los populares, Más dura fue la opinión del secretario general de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, quien calificó el texto de "panfleto político", "Nos recuerda la carta que el episcopado español aprobó hace algunas décadas en la que manifestaba su apoyo a al caudillo y a la cruzada nacional", dijo. En una línea similar, el portavoz de ICV, Joan Herrera, comentó que "la Conferencia Episcopal se extralimita en sus funciones".

El único partido catalán que no interpretó en tono crítico el documento fue el PP. El presidente de los populares catalanes, Josep Piqué, consideró "preocupante que CiU no coincida con la pastoral". "He visto a veces -dijo- a dirigentes de CiU muy satisfechos con determinadas cosas que decían los obispos, y ahora, en cambio, no".  El portavoz del Gobierno vasco, Josu Jon Imaz, manifestó que "gracias a Dios, en estas materias, el referente para la sociedad vasca es y ha sido siempre la Iglesia vasca, lo mismo hoy que hace 66 años"[15].

         Según Oriol Domingo, los teólogos de Cataluña criticaron con dureza la postura episcopal sobre el nacionalismo. Hasta el punto de que la Facultad de Teología habría elaborado, por propia iniciativa y sin que autoridad alguna se lo solicitara, un documento analizando la instrucción pastoral sobre el terrorismo. Estos teólogos críticos condenan el terrorismo, pero critican duramente la postura episcopal sobre el nacionalismo. Los teólogos acusan al episcopado español de “no haber respetado su misión, sino que han impuesto una posible manera de entender la convivencia”. Por su parte, el líder político Artur Mas criticó la involucración de los obispos en política[16].

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         8. Obispos, nacionalismo y terrorismo

 

         Nacionalismo agradecido:

         “Agradezco el servicio que "La Vanguardia" nos prestó publicando íntegro el capítulo quinto del documento de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo (23/XI/2002). Estoy de acuerdo en que no fue acertado incluir en un mismo documento la condenación inequívoca del terrorismo, en la cual había plena unanimidad, con un capítulo sobre los límites del principio de nacionalidad.

Hay ciertamente unanimidad entre los tratadistas de ética social en que la nación, como entidad natural, tiene derecho a una autonomía política que ampare su lengua y las demás características diferenciales nacionales dentro de la entidad racional e integradora del Estado; pero no la hay en precisar en qué casos aquella autonomía incluye el derecho a la independencia política.

Los obispos españoles han señalado dos casos: el de una precedente invasión injusta (caso de los países bálticos o de Timor Oriental) o el de una colonización (independencia de Estados Unidos y de los países sudamericanos). Pero ¿quién afirmaría  que el cantón francés de Suiza tiene derecho a independizarse de la Confederación Helvética o que a Val d'Aran le asiste el derecho a la independencia de Catalunya? El hecho de que se condene el nacionalismo totalitario de ETA como raíz de su terrorismo no justifica que se condene la autodeterminación nacionalista en general. En otro plano, el socialismo histórico cometió una equivocación parecida: condenó el derecho a la propiedad  privada por los abusos que en su nombre se hacían”[17].

 

9. Manifiesto de entidades cristianas de base

 

Una treintena de autodenominados “cristianos de base catalanes”, benedictinos de Montserrat incluidos, se expresaron así a favor de la pastoral de los obispos vascos:

“Ante la acogida y comentarios despectivos que ha recibido la última Carta Pastoral "Preparar la paz", firmada por los obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria el pasado 29 de mayo de 2002:

         1. Manifestamos nuestro apoyo y reconocimiento del trabajo que por la construcción de la paz y erradicación del terrorismo está haciendo la Iglesia vasca, tanto a nivel institucional como de las personas, colectivos y entidades cristianas que trabajan en esta misma dirección.

         2. Recordamos que, en un Estado aconfesional, cualquier agente social de carácter cívico o religioso tiene el derecho de manifestar su opinión y hacer sus propias aportaciones en el debate público, En el caso concreto de la Iglesia vasca, afirmamos que su trayectoria la avala sobradamente para intervenir en la valoración del proceso de construcción de la paz.

         3. Valoramos muy positivamente los puntos de vista expresados en la carta pastoral "Preparar la paz", especialmente en los siguientes aspectos:

         - La denuncia de la incomunicación entre los partidos políticos y la apuesta por el diálogo como único camino que conduce a la paz (Punto 1 del documento).

         - La afirmación de que ETA debe desaparecer, suponiendo su existencia una amenaza al sistema democrático (Punto 2).

         - La llamada a toda la sociedad y, especialmente, a los cristianos a defender, acompañar y proteger las personas más directamente amenazadas por ETA, especialmente los concejales de los consistorios vascos (punto 3).

         - La constatación de que para defenderse del terrorismo sólo pueden utilizarse medios a la vez moralmente lícitos y políticamente correctos (punto 4).

         - La necesidad de buscar fórmulas de convivencia que den cabida a la pluralidad de identidades que conviven en el País Vasco (Punto 5).

         - El respeto de la Iglesia a todas las opciones políticas (nacionalistas o no), siempre que se manifiesten a través de vías pacíficas y democráticas (puntos 6 y 7).

         - Las dudas manifestadas acerca de la eficacia y las repercusiones negativas para la convivencia en la sociedad vasca que puede suponer la reforma de la ley de partidos actualmente en trámite (Punto 8).

         - La paz como objetivo prioritario de la sociedad, subordinando a ella los restantes objetivos legítimos, incluso el proyecto de país que defiende cada opción política y, sobre todo, los objetivos electorales (Punto 9).

         - El ofrecimiento de la Iglesia a aportar esperanza al pueblo vasco (Punto 10).

         4. Denunciamos y rechazamos los ataques que ha sufrido este documento, especialmente el calificativo de "grave perversión moral e intelectual" que le ha dedicado el presidente del Gobierno español, José María Amar, y quienes se han manifestado en el mismo sentido desde otras instancias del Gobierno.

         5. Reprobamos, también, la petición que el Gobierno español ha anunciado que ha dirigido a la Santa Sede solicitando una reprobación de los obispos firmantes de la Carta. En este sentido, recordamos que la autonomía y libertad de los obispos y comunidades eclesiales no se puede mezclar con las relaciones legítimamente establecidas entre dos estados, en este caso el Estado Español y el Vaticano. Lamentamos y condenamos igualmente las intervenciones públicas que han pedido que desde diversas instancias eclesiales y judiciales se proceda a la reprobación o persecución de los obispos vascos. Organismos como, por ejemplo, la Conferencia Episcopal Española, no pueden intervenir en aspectos pastorales o doctrinal es de los que los obispos sólo han de responder ante el Santo Padre. Tampoco se pueden criminalizar las opiniones legítimamente expresadas por los obispos sobre cuestiones que afectan a toda la sociedad vasca.

6. Finalmente, lamentamos y denunciamos la reducción, manipulación y tergiversación del contenido del documento "Preparar la paz", hecha por diversos agentes políticos y medios de comunicación, tanto más graves cuanto mayores son las responsabilidades de quienes han entrado en este juego de confusión de la opinión pública. Invitamos, por lo mismo, a la lectura y profundización de las reflexiones y valoraciones que proponen los obispos vascos”[18].

         Como se aprecia a simple vista, este manifiesto viene a echar un capote nacionalista los obispos vascos como si su documento fuera inocente, evitando cualquier tipo de crítica, pero, eso sí, negando al mismo tiempo competencias pastorales a la Conferencia Episcopal Española. Estos grupos catalanes, además de practicar el gregarismo colectivo, navegan a su modo en la misma barca del nacionalismo y se pasan la pelota magistralmente unos a otros sin dejarla caer al suelo. De no existir esta triste circunstancia el único reparo que podría ponerse a este texto es que es demasiado generoso con los obispos vascos y beligerante con la Conferencia Episcopal. Pero, desgraciadamente, el contexto de este texto obliga a otra lectura mucho menos favorable. 

 

10. ¿Debe intervenir la Santa Sede?

 

 Desde Barcelona:

“No he podido leer todo el contenido de las informaciones sobre la toma de postura del obispo de Gerona contra el reciente Documento de la Conferencia Episcopal Española sobre el terrorismo. Sólo he podido leer los titulares en el diario “La Vanguardia”, pero se puede decir que es un asunto grave y un “escándalo”.

Me reafirmo en lo anterior: la Santa Sede debe intervenir con firmeza ante la grave situación de la evangelización en Cataluña y en el País Vasco    –problema que se arrastra desde los años cincuenta y sesenta y se agravó con la práctica expulsión de monseñor González Martín de Barcelona por el catalanismo radical y excluyente y que se agrava de día en día- tomando decisiones muy serias en defensa de la fe de todos, en especial de las masas originarias del resto de España.

En cuanto al conjunto de España, cada vez se hace más preciso que todos los obispos de España con creyentes originarios de sus diócesis y residentes en Cataluña y en el País Vasco, tomen decisiones públicas claras y firmes en defensa de la fe y la catolicidad de sus feligreses originarios (de Andalucía, Castilla, Extremadura, etcétera.) residentes en Cataluña y País Vasco”[19].

 

III

 

REFLEXIONES FINALES

 

Después de reproducir literalmente los dos textos anteriores que por miedo y pragmatismo editorial no pudieron ser publicados en el 2004, me parece oportuno ahora al comienzo del 2014 añadir las siguientes reflexiones críticas.

Durante esta década han ocurrido muchas cosas relacionadas con los sentimientos nacionalistas en el País Vasco y en Cataluña pero no es mi propósito describirlas sino valorarlas usando la razón y no los sentimientos. Mi objetivo ahora es mantener mi convicción de que los sentimientos nacionalistas, cualquiera que sea su  cariz político o religioso, son COSA MALA que hay que evitar razonando sin descanso. En esto no cambio una tilde lo que dije en el 2004 sino que deseo reforzarlo. Si tuviera que volver a hablar de este tema lo haría cambiando la forma en que lo hice entonces y añadiría lo más importante de la información esencial que se ha producido durante estos años. Pero ni por pienso cambiaría mi enfoque del problema y menos aún mi tesis sobre la maldad objetiva de los sentimientos nacionalistas vigentes.

Para aclararnos conviene no olvidar que el imperialismo político en general, el nazismo, el comunismo, el fascismo y el franquismo amén de ciertas dictaduras como la que se ha implantado en Venezuela con el chavismo, son sólo modalidades de los sentimientos nacionalistas institucionalizados contra la cordura humana y la razón. Ahora bien, examinando los rasgos definitorios del nacionalismo vasco y catalán, llegamos fácilmente a la conclusión de que son una triste imitación de los nacionalismos a los que termino de mencionar. El hecho de que esta afirmación les moleste es una prueba contundente de que los  hechos y las consecuencias de la aplicación política de esos sentimientos obran en mi favor.

Los historiadores más realistas y libres para expresarse nos dicen que tanto Sabino Arana, como Prat de la Riva, considerados como los padres del nacionalismo vasco y catalán respectivamente, fueron racistas y católicos fanáticos como los comunistas y nazis fueron racistas y fanáticos de la indiferencia religiosa y el ateísmo. En este sentido resulta curioso constatar cómo el fanatismo religioso politizado ha derivado en ateísmo práctico en un amplio sector de la sociedad vasca, y en una mística secularizada y meramente decorativa en un amplio sector también de la sociedad catalana. Su Dios es Euskadi y Cataluña y en los altares de estos dioses políticos y falsos sacrifican a quien se atreva a rechazar su fe. En ambos casos se trata de dos líderes políticos fanático-religiosos de cuño cristiano.

Llegados a este momento de mi discurso me parece oportuno destacar lo siguiente.  El nacionalismo vasco más reciente ha tenido y sigue teniendo un grupo terrorista de maldita memoria. Como dijo un líder del Partido nacionalista Vasco (PNV) tiene que haber alguien que mueva el árbol para que caiga la fruta madura. Ese alguien se refiere a los terroristas y la fruta al fruto nacionalista que se pretende cosechar. En Cataluña, por el contrario, no ha cuajado la violencia terrorista como un medio más para conseguir sus objetivos nacionalistas. Pero ojo al Parche. No ha habido violencia física y asesinatos pero existe un “terrorismo ideológico” mayor aún si cabe que el “terrorismo ideológico” vasco. En el País Vasco se ha fomentado desde la educación en las escuelas primarias el rechazo y exclusión de los racialmente no considerados como vascos. Pero en Cataluña se ha fomentado el odio a todos los niveles contra los que no abrigan sentimientos nacionalistas catalanes. Ya desde el principio, tanto en el País Vasco como en Cataluña, a los niños en muchos centros de educación se les inculca ese odio y se manipulan los libros de historia al modo como lo hacían los comunistas en sus centros de adoctrinamiento. Surgió así el concepto de “lavado de cerebro”. Hoy día eso mismo cabría denominarlo “corrupción de menores” institucionalizada. Así las cosas yo pienso que el concepto jurídico de corrupción de menores, centrado en lo relacionado con la vida sexual, debería ser ampliado incluyendo la manipulación ideológica de los niños mediante el adoctrinamiento nacionalista.

¿Y qué decir sobre la implicación de católicos y personas de Iglesia en la promoción de los sentimientos nacionalistas? Con sus dichos y hechos Cristo echó por tierra los sentimientos nacionalistas políticos del pueblo judío el cual estaba aferrado desde las instituciones públicas a la creencia de que el Mesías prometido iba a ser un líder político enviado por Dios para imponer la presunta superioridad del pueblo judío sobre todas las naciones de la tierra. Este sentimiento imperialista judío se vino abajo definitivamente con la muerte y resurrección de Cristo y la universalidad de su obra redentora de la entera humanidad.

Por lo que se refiere a S. Pablo, resulta dramático cómo confiesa su orgullo de ser judío al tiempo que rompe todas las fronteras restrictivas y excluyentes del nacionalismo teocrático tradicional judío. Judío sí, de pies a cabeza, pero cristiano mucho más. Se comprende que los judíos que promovían el nacionalismo teocrático hebreo trataran a S. Pablo como un traidor de la causa judía. Esta cuestión es fascinante y nos llevaría muy lejos, pero me limito a mencionarla  aquí para recordar una vez más a los católicos en general, a las personas comprometidas de alguna forma con la predicación del Evangelio o que ejercen el ministerio sacerdotal, que los sentimientos nacionalistas que actualmente conocemos son por sí mismos COSA MALA que hay que tratar de contrarrestar de forma razonable y civilizada en lugar de apoyarlos moralmente o promoverlos bajo pretextos históricos y racistas. NICETO BLÁZQUEZ, O.P. Madrid 2014).



[1] Durante el fragor de la polémica aparecieron dos libros que conviene conocer y leer de forma inteligente. Helos aquí: IÑAKI EZKERRA, ETA pro nobis. El pecado original de la Iglesia vasca (Planeta, Barcelona 2000). Al margen de imprecisiones históricas y teológicas inevitables, el libro tiene el mérito de haber presentado una denuncia periodísticamente bien articulada del denominado nacional -catolicismo vasco. El autor se reconoce agnóstico, pero su obra puede ser considerada como un homenaje a los creyentes abandonados por sus pastores y hombres y mujeres de Iglesia que tienen que soportar eventuales represalias del sector jerárquico nacionalista. Para entender el complicado estado de cosas en el País Vasco hay que contar con ese sector de clero nacionalista jamás amenazado y sí jaleado por ETA. Denuncia una perversión consistente en la permuta de la religión por la ideología nacionalista con la transferencia de responsabilidad por el pecado a la frustración por la no consecución de los ideales nacionalistas los cuales incluyen la secesión y la pureza étnica. Es lo que llama el autor derivación de la culpa judeocristiana en culpa nacional. La ira del Dios bíblico es asumida aquí por la acción de ETA como brazo justiciero sobre los pecados de la sociedad vasca. Así, en las alocuciones de la jerarquía eclesiástica vasca nacionalista la culpa se reparte entre todos. Todos son culpables en alguna medida, incluidas las víctimas, mientras que los “justicieros” etarras, sus verdugos, sólo serían agentes que cumplen con una misión trascendental arriesgado la propia pelleja. Arzalluz dijo en alguna ocasión que para recoger la fruta caiga  alguien tiene que mover el árbol. Nos hallamos ante una simbiosis de nacional -catolicismo, o sea de PNV e Iglesia vasca nacionalista. En resumidas cuentas, que la Iglesia vasca ha estado históricamente y sigue empecatada sin propósito de enmienda de su pecado de origen que es la militancia nacionalista. Ese sería su verdadero pecado original.
                La segunda obra es de IZASKUN SÁEZ DE LA FUENTE  ALDAMA, El movimiento de Liberación Nacional Vasco, una religión de sustitución (Instituto Diocesano de Teología y Pastoral, Desclée, Bilbao 2002). Se trata nada menos que de una tesis doctoral con un mensaje estremecedor: la dinámica nacionalista más extrema funciona como una religión de sustitución más temerosa que cualquier fundamentalismo religioso. Los que se consideran representantes legítimos del “pueblo” estarían en su derecho de exigir a sus fieles que maten en nombre de la causa nacionalista y que, si es necesario, sean mártires inmolándose como camicaces. Y no por razones de fe en Dios sino de fe en una entidad sagrada que nos trasciende y sería digna de cualquier sacrificio. Ese Dios por el que el nacionalista ha de inmolarse no es otro que “el pueblo”. Aquí no hay más Dios que el pueblo conducido por sus líderes nacionalistas.
Esta obra disecciona el modelo religioso del Movimiento de Liberación Nacional Vasco en términos doctrinales, éticos, simbólicos, rituales y comunitarios tratando de demostrar cómo, mediante una operación de trasferencia de sacralidad, la izquierda abertzale abandona la concepción laica de la política prototípica de las sociedades civiles modernas en favor de un nuevo objeto de culto, el Pueblo, cuya persistencia se hace visible en el combate cotidiano. Pone de relieve, asimismo, que la violencia alimenta la endogamia de su entorno y le dota de un fuerte componente martirial bajo el principio de que, frente al altar de la Patria cualquier sacrificio salvífico es asumible. Su visión de la realidad y su aparato normativo discriminan dos categorías de personas separadas por un muro infranqueable que divide a los seres en contacto con la verdad de los no iniciados quienes, al no haber recibido e interiorizado el mensaje revelado o al haber renegado de su fe, pertenecen al ámbito de lo profano y de la herejía, al "infierno de lo establecido". La apelación a su supuesta unidad nacional primigenia o mito fundacional pretende, además de explicar el recurso a las armas, alentar liturgias movilizadoras en un singular Éxodo hacia la Tierra Prometida de una comunidad creyente liderada por la ortodoxia de un grupo militar y su correspondiente brazo político.
 
 
[2]Razón y Fe 246 Julio-agosto (2002) 5-9.
[3] Alfa y Omega ( 6/VI/2002, p.18-19). Ecclesia, junio, nº. 3.104 (2002) p.11-13.
[4] Alfa y Omega  (6/VI/2002, p.19). Ecclesia 3.104 ( 2002) p.10.
[5]El Mundo: (7/VI/2002, p.8).
[6] Internet 1/Junio 2002 y  DEIA (2/VI/2002, p.18).
[7] Alfredo Tamayo Ayestarán hizo el siguiente comentario:
                “Dejando a un lado el centrarme en el análisis de la pastoral Preparar la paz de nuestros prelados que creo contiene afirmaciones valiosas junto a otras bastante disculpables y que me ha parecido en su conjunto - y siento decirlo- poco oportuna, quiero dar mi opinión sobre la carta de los 358 sacerdotes de las diócesis de Bayona, Bilbao, San Sebastián y Vitoria.
                Una vez más me llama la atención en documentos como éste la impresionante insensibilidad de estos hombres frente a las víctimas del terror etarra que para ellos hace la impresión de que no existen. Víctimas mortales que casi llegan ya a mil, familiares que lloran su ausencia definitiva, heridos y paralizados por explosiones de bombas, empresarios y profesionales extorsionados, políticos y concejales amenazados de muerte constreñidos a llevar escolta.
                Si ciertamente los familiares de los delincuentes etarras que cumplen condenas son dignos de compasión en su dolor, es perverso equiparar a víctimas con verdugos, al que muere con el que mata, al inocente y al culpable. La falta de sensibilidad frente a las víctimas del terrorismo me parece no sólo un grave déficit de espíritu sacerdotal sino de sentido cristiano y de sensibilidad humana. Estoy persuadido de que todo nacionalismo cuando alcanza ya cotas de fundamentalismo lleva a la anestesia de conciencia moral y a la perversión del código de valores.
                Sigo echando de menos en nuestra diócesis aquella petición de perdón de doscientos sacerdotes de la diócesis hermana de Vizcaya hecha a los familiares de las víctimas del terrorismo por no haber estado lo suficientemente cerca de su sufrimiento. Ciertamente en este lamento por una ausencia injustificable y en esta súplica de perdón nuestros prelados han sabido ir por delante”. (Diario Vasco (1/VI/2002, p.15).
[8] Cf. JESÚS BASTANTE, Los curas no nacionalistas advierten que “la Iglesia no debe ser pieza en el engranaje soberanista”. Dicen que “no basta con condenar los crímenes de ETA”, sino que hay que “ir a la raíz” que los inspira: ABC (13/IX/2002, p.15). REDACCIÓN, La Iglesia no nacionalista rechaza ser “una pieza del soberanismo” y condena a quien ampara a Eta. El Foro de El Salvador difunde un escrito en el que afirma que la autodeterminación no es un derecho: La Razón (13/IX/2002, p.10). El presente texto no ha tenido la difusión mediática que cabía esperar, ni siquiera en la prensa vasca. En la página 6 Juan Bravo asocia este texto a la “verdadera Iglesia vasca” y augura que la Conferencia Episcopal se pronuncie sobre la polémica pastoral  y el terrorismo con la misma claridad de principios. 
[9] Otros textos del Foro El Salvador pueden verse en la obra ya citada de Iñaki Ezkerra, ETA pro nobis. El pecado original de la Iglesia vasca (Planeta, Barcelona 2002).
[10] GARA (27/XI/2002, p.8).
[11]Tampoco en sus valoraciones ha habido unanimidad entre los partidos políticos. Criticada abier­tamente la Instrucción por las formacio­nes nacionalistas vascas y catalanas, fue bien recibida por PP y PSOE, firmantes del Pacto Antiterrorista. Las fuentes eclesiales consulta­das por 'Vida Nueva' asegu­raban que hubo “satisfacción, en general”, por la acogida, so­bre todo, de los grandes par­tidos. “Han respirado con alivio y la han aceptado muy bien, aunque sabíamos que su eco no se iba a mantener durante semanas y semanas, como se mantuvo nuestra negativa a suscribir el Pac­to”. Satisfacción y alivio que, a buen seguro, le habrá trans­mitido José María Aznar al cardenal Rauco durante la reunión mantenida por am­bos el pasado día 3. Igualmente dieron su bien­venida al texto colectivos co­mo la Asociación de Víctimas del Terrorismo o el Foro El Salvador, que aglutina a sa­cerdotes y seglares vascos no nacionalistas”[11].
[12] ÁNGEL ARRIRVÍ, Contrapunto episcopal: Ecclesia 3.130 (2002) 6.
[13] FRANCESC-MARC ÁLVARO, Claridad del surfista: La Vanguardia Digital (3/XII/2002).
[14] MONTSERRAT BALDOMÁ, CDC anima a la Iglesia catalana a replicar al texto sobre terrorismo: El Periódico digital (3/12/02). REDACCIÓN, CiU pide a la Iglesia catalana un texto contra la pastoral (La Razón, 3/XII/2002, p.27). En la misma página se publica un elogio de Monseñor García-Gasco, Arzobispos de Valencia por su actitud pastoral contra el terrorismo de ETA y acercamiento a sus víctimas.
[15] La Vanguardia Digital (3/12/02).
[16] Cf. ORIOL DOMINGO en La Vanguardia (3/XII/2002, p.15). Monseñor Joseph M. Guix “dijo, entre otras cosas: “Estoy seguro de que mi sucesor será catalán o del área catalana, y hablará y entenderá el catalán desde su toma de posesión” (La Vanguardia, 20/XII/2002, p.35). Según El Periódico (20/XII/2002, p.48), el obispos de VIC  Joseph María Guix aseguró que si su sustituto no fuera catalán, “sufriría un gran desencanto”. La ciudad de Vic, según el prelado, sería “el meollo del catalanismo”. Y dijo más: “Como hago cada tres años, he enviado al Vaticano mis candidatos a sucederme”. 
[17] IGNACIO SEGARRA, Obispos, nacionalismo y terrorismo: La Vanguardia (5/XII/2002, p.20). Según el obispo de Gerona, Carles Soler, “sería un error gravísimo rebajar el patriotismo catalán por la inmigración”. Su predecesor, Jaume Campodrón, conocido por sus convicciones nacionalistas, llegó a proponer la ordenación de casados como alternativa a que se buscaran sacerdotes  no catalanes para paliar la escasez de vocaciones. (ABC,30/XII/2002, p.20). Según  El  País  (17/IV/1997, p.18), entre los 350 firmantes de un manifiesto en el que se pedía que el catalán sea la única lengua de Cataluña se encuentran rectores universitarios y obispos.   
[18] El presente texto se encontraba todavía en Internet el 20/I/2003 procedente de Focnou-El ciervo, que lo había publicado el 5 de junio del 2002 con la firma de una treintena de entidades y grupos catalanes autodenominados cristianos de base, benedictinos de Montserrat incluidos. 
[19] EDUARDO DE VILLALMONTE, En defensa de la fe: La Razón (28/XI/2002, p.8).