EL NACIONAL CLERICALISMO VASCO Y CATALÁN
lunes, 30 de diciembre de 2013
DIEZ AÑOS DESPUÉS
EL
NACIONAL CLERICALISMO VASCO Y CATALÁN
INTRODUCCIÓN
IMPORTANTE
En el año 2004 apareció mi libro
titulado El nacional clericalismo vasco
y al cabo de diez años me ha parecido oportuno explicar la génesis y suerte del
mismo. Yo había presentado a la revista Studium
un artículo comentando críticamente una pastoral de los obispos vascos, pero el
Director de la misma lo rechazó principalmente por miedo a ser atacado, si no
por los terroristas del momento, sí por los que eran de alguna manera
favorables o colaboradores de los profesionales del terror. Así las cosas
redacté un texto más amplio y comprometido para ser publicado en formato de
libro. El entonces Director de la editorial Edibesa
no puso ninguna dificultad a la edición del mismo, pero por razones comprensibles
en aquel momento, decidimos suprimir el texto dedicado al clericalismo
nacionalista catalán. El libro salió a la luz pública sin demora pero, contra
los temores del Director de la revista Studium
y sus asesores, no se produjo ningún tipo de agresión por parte de quienes más
eran criticados por sus vinculaciones más o menos significativas con el
terrorismo vasco. Solamente conocí la crítica furibunda de una monja de pocas
luces contra mí, por haber escrito el libro, y contra el editor por haberlo
publicado. Pensaba ella que ambos habíamos sido oportunistas con vistas a
obtener pingües beneficios económicos con la venta del mismo.
¿Y qué ocurrió? Ocurrió que el libro no
tuvo éxito ninguno comercial siendo objeto de una estrategia publicitaria que consistió
en cubrirlo con una densa nube de silencio. La mejor forma de boicotear
comercialmente un libro es no hablar de él, y si hay que hablar, hacerlo de una
forma sibilina de suerte que la gente se decida a no comprarlo. Es la
aplicación de aquello de que lo que no se conoce es como si no existiera. Los
violentos apenas tomaron en cuenta el libro y se limitaron a anunciarlo como si
no valiera la pena conocerlo habida cuenta de la personalidad del autor. Hubo
un crítico que se ocupó del libro en un periódico madrileño importante, pero
sólo para desautorizarme a mí como autor, que se mete sin pudor en camisas de
once varas. En resumidas cuentas, el libro vio la luz sin pena ni gloria, contra
todas las expectativas. Han pasado los años y han ocurrido muchas cosas en el
ámbito de las actividades terroristas y sus apoyos morales por parte de algunos
eclesiásticos. Pero no voy a entrar al trapo de la discusión. Sólo quiero
recordar lo siguiente.
En primer lugar me parece oportuno
publicar el artículo censurado por la revista Studium y el texto sobre el nacional clericalismo catalán, omitido en el libro
mencionado. Ambos textos los reproduzco tal como fueron redactados hace diez
años para terminar haciendo unas reflexiones actualizadas sobre los nacionalismo
vasco y catalán y los apoyos morales recibidos de personas eclesiásticas que
han caído en la trampa nacionalista con menoscabo de sus funciones
testimoniales o pastorales, según que sean laicos cristianos o personas
eclesiásticas comprometidas seriamente con el anuncio del Evangelio.
I
EL
NACIONAL CLERICALISMO VASCO
1.
ACLARACIONES PREVIAS
El 30 de mayo de 2002 los cuatro obispos de
las diócesis del País Vasco en España (Bilbao, Vitoria y San Sebastián)
publicaron una carta pastoral conjunta con el título “Preparar la paz”, la cual
provocó reacciones en cadena de rechazo, estupor e indignación en todos los
medios de comunicación social por su contenido político. Hasta tal extremo que se activó la máquina diplomática del
Gobierno español y de la Santa Sede a fin de evitar un conflicto en toda regla
en las relaciones Iglesia-Estado. La Conferencia Episcopal salió al paso
inmediatamente con una nota de emergencia de la Oficina de Prensa y pocos días
después, el 7 de junio, con una Nota del Comité Ejecutivo, la cual evitó el
potencial conflicto diplomático pero no satisfizo a la demanda pastoral de la
opinión pública.
Utilizo la expresión Nacional clericalismo vasco para
recordar que en el nacimiento, configuración y evolución del movimiento
nacionalista en el País Vasco una parte influyente del clero ha sido y sigue
siendo decisiva para la militancia del nacionalismo llamado democrático como
del violento. Un hecho históricamente fácil de comprobar y que se refleja
fielmente, aunque en grado diverso, en la carta pastoral de los obispos y en el
manifiesto de los 358 curas del que hablaremos también. De hecho, buena parte
de los que hoy en día cortan políticamente el bacalao en el País Vasco en clave
nacionalista, o son eclesiásticos fracasados refugiados en la política, o
“animales políticos” que ejercen eventualmente funciones eclesiásticas[1].
Llamo, pues, clerical nacionalismo a ese protagonismo político en clave nacionalista
de un sector del clero vasco. Tal protagonismo, además del aspecto
estrictamente político, tiene otro más preocupante que es el teológico. ¿Hasta
qué punto el liderazgo clerical de los nacionalismos políticos es compatible
con la conciencia cristiana y el ministerio sacerdotal?
Y sin más preámbulos, vengamos ya a la lectura del texto episcopal
que desató la polémica acompañado de un breve comentario crítico. Por razones
prácticas de objetividad y claridad me ha parecido oportuno reproducir cada uno
de los apartados del texto episcopal
seguido del comentario. En la segunda parte abordaré el problema teológico
que subyace en todo nacionalismo clerical. Como noticia esta cuestión puede
perder interés, pero no el problema teológico que subyace en los nacionalismos
clericales y que no ha sido abordado directamente por nadie que yo conozca como
tal problema.
2. LECTURA CRÍTICA DEL TEXTO
Introducción
“Nuestra sociedad anhela la paz y sufre
por no tenerla. La Iglesia comparte tal anhelo y sufrimiento y los expresa en
la oración continua por la paz y en el trabajo diario por prepararla. La
crudeza y obscuridad del momento presente reclaman, además, de nosotros una
palabra pública y explícita. Numerosos cristianos la están demandando. Muchos
ciudadanos la están esperando. Conscientes de nuestra misión de pastores,
queremos decirla, una vez más, con libertad evangélica y con voluntad
conciliadora. En una secuencia de enunciados iremos formulando los rasgos más
preocupantes de nuestra situación presente. En torno a cada uno de ellos
desgranaremos de forma escueta la descripción necesaria, la valoración adecuada
y algunas sugerencias operativas”.
COMENTARIO:
a) No es verdad que toda la sociedad
vasca anhele la paz. La triste realidad de los hechos viene desmintiendo desde
hace muchos años la presunta verdad de esa afirmación general. Cuesta mucho
creer que tal anhelo de paz anide en los
terroristas o en los que, como Batasuna y bastantes eclesiásticos, equivocados
de profesión, los han apoyado y promocionado abusando de la legalidad. Unos
abierta, descarada y sanguinariamente. Otros, de forma indirecta o ingenua.
Está claro que, para muchos de estos, la paz auténtica no es un objetivo prioritario. Otra cosa es que
aspiren a hacer su trabajo sucio en paz y a sus anchas sin que nadie les
moleste con sus críticas y menos aún mediante la intervención de los
responsables legítimos de la seguridad ciudadana. También los ladrones,
mafiosos y macarras desean trabajar y vivir en paz. ¿O no?
b) No se especifica quiénes son esos
ciudadanos vascos que reclamaban tan imperiosamente el pronunciamiento público
de sus obispos. Cabe suponer que tal presión ha sido obra de curas y laicos
nacionalistas ante la perspectiva de ilegalización de Batasuna en virtud de la
ley de Partidos que se estaba tramitando cuando se publicó la pastoral, la
cual, como queda dicho, es poco más que un manifiesto o panfleto político en
clave nacionalista.
c) En cualquier caso, si tal imperiosa
presión existió, cabe pensar que los obispos no actuaron con la libertad
evangélica de que presumen, lo cual explicaría en parte la incomprensible
opción nacionalista del documento episcopal prescindiendo por completo de la
opinión de los que sensata y sufridamente no comparten esos sentimientos tan
primarios y son condenados por los nacionalistas, unas veces a la muerte y
otras al ostracismo y el exilio.
1. “Marcados por el desacuerdo y la
incomunicación
Un año después de las elecciones del 13
de mayo los partidos políticos mantienen prácticamente intactos sus graves
desacuerdos anteriores. No comparten ni el análisis de la situación ni la apreciación
de la naturaleza de los problemas en juego ni el concepto de paz que desean ni
las vías para ir accediendo a ella. Nos parece que el desacuerdo político es,
en gran medida, origen y fruto de una grave incomunicación. Una sociedad
bastante bien avenida en muchos aspectos de su diaria convivencia se encuentra,
sin embargo, surcada por la incomunicación política.
Asistimos en las últimas semanas a un
repunte de iniciativas de concertación entre diversas formaciones políticas.
Pero son todavía señales parciales e insuficientes. La comunicación en los
puntos candentes está, al día de la fecha, bloqueada. Una gran parte de la
ciudadanía no acaba de comprender que el vehículo de relación más socorrido
consista en un intercambio de mutuas censuras a través de los MCS (medios de
comunicación).
La Iglesia aboga de manera neta y
decidida por la comunicación entre los diversos grupos políticos a través de un
diálogo paciente que busca el acuerdo. ‘El diálogo se manifiesta siempre como
un instrumento insustituible de toda confrontación constructiva, tanto en las
relaciones internas de los Estados como en las internacionales’ (J.P.II).
Dialogar no equivale a claudicar. Precisamente por ser una relación entre
personas (no una pura confrontación
de ideas o programas) lleva dentro de sí una dinámica que, en medio de
tensiones inevitables, puede aproximar efectivamente las posiciones de los
interlocutores. El diálogo es la avenida que conduce a la plaza mayor de la
paz. Cerrarse al diálogo equivale a renunciar a la paz verdadera, que no
consiste en la victoria, sino en el acuerdo”.
COMENTARIO:
a) El desacuerdo y la incomunicación
entre los diversos grupos políticos en el País Vasco se debe como causa inmediata a la existencia del
terrorismo nacionalista de etarras, batasunos y sus simpatizantes sentimentales
o colaboradores desde la legalidad. De acuerdo. Pero los obispos hablan como si
los “diversos grupos políticos” existentes en Euskadi fueran todos igualmente civilizados
y éticamente legítimos. Cosa que razonablemente cuesta mucho creerlo.
b) La cita de Juan Pablo II está fuera
de lugar ya que sólo tiene sentido cuando las partes en litigio usan la razón
en la prosecución de objetivos nobles desde el respeto incondicional a la vida
y demás derechos fundamentales de las personas. Las partes implicadas tratan de
lograr sus objetivos esgrimiendo argumentos y razones convincentes y no
pistolas y explosivos o amenazas de muerte por parte de algunos, como ocurre en
el País Vasco.
c) Decir que el “diálogo es la avenida
que conduce a la plaza mayor de la paz” es una cursilería literaria. Una frase
ingeniosa que no sirve para nada en el caso presente. La apelación al diálogo
político en el contexto de este documento episcopal denota gran ingenuidad y
falta de sentido práctico y realista de la vida.
El diálogo político, para que sea
humano y recomendable, presupone la persecución de objetivos nobles, buena
voluntad, respeto a la vida, libertad para opinar de forma diferente sin temor
a represalias y uso correcto de la razón. Condiciones que desgraciadamente no
existen en el País Vasco a causa del terrorismo etarra y de la violencia
ideológica y educacional en la que han incurrido muchos nacionalistas llamados
democráticos y no pocos eclesiásticos, obispos incluidos. De ahí que el diálogo
político del que hablan los prelados vascos resulte una aspiración
irenista e ingenua.
Como dice un editorial de la revista Razón y Fe: “La pastoral insiste en la
necesidad de dialogar para resolver los problemas, incluidos los más graves
como la relación entre sí de las diversas identidades nacionales. En un mundo
ideal, en el que todos los ciudadanos estén en igualdad de condiciones de
libertad, el diálogo es la manera civilizada de solucionar conflictos, pero no
sólo por el simple hecho de dialogar sino porque en el proceso de diálogo cada
interlocutor es capaz de ponerse en el lugar del otro.
¿Existen condiciones para este diálogo
en el País Vasco? Está claro que no. Cuando unos tienen las pistolas y otros
solo la palabra, el diálogo es un irenismo que no conduce muy lejos. Por mucho
que los señores obispos nos digan que “dialogar no es claudicar”, creemos que
al día de hoy, los violentos no aceptan un diálogo que no sea claudicación.
Sorprende que la pastoral no haga alusión al Plan Ardanza, mucho más realista,
que proponía posponer cualquier reivindicación nacional al restablecimiento de
las condiciones para un diálogo igualitario”[2].
Tampoco aporta nada la crítica episcopal
contra los medios de comunicación social que no simpatizan con la causa
nacionalista olvidándose, además, de que ha habido y hay medios informativos al
servicio de la causa terrorista de los cuales los prelados no dicen ni una
palabra descalificadora. Como tampoco de los métodos pedagógicos aplicados por militantes
nacionalistas en sus centros de enseñanza inculcando el odio en los jóvenes
actuales desde la más tierna infancia hacia todo lo que no sea exclusivamente
vasco.
2. La paz es incompatible con el terrorismo
Muchos de los enemigos de la paz, que,
con mucho realismo, es calificada como ‘amplia justicia y reducida violencia’.
La durísima violencia de ETA no ofrece visos razonables de cancelarse
próximamente. En comunicados recientes anuncian su propósito de mantenerla. De
hecho, su práctica subsiste en varias de su formas: asesinatos, extorsiones,
amenazas...
Son muchos los motivos por los que
reiteramos una vez más que ETA debe desaparecer, con toda su constelación de
violencia. Viola gravemente el derecho a la vida, a la integridad física y a la
seguridad personal. Al eliminar físicamente al adversario político socava los
cimientos mismos del sistema democrático. Contraviene frontalmente la exigencia
firme de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Destroza a numerosas familias.
Provoca en sus víctimas potenciales el miedo insufrible y el sobresalto
continuo. Siembra en nuestra comunidad la desmoralización y la desesperanza.
Conduce a sus propios activistas a un callejón sin salida. Mancha la imagen
pública de nuestra sociedad. Constituye, en fin, un fortísimo obstáculo para
que los desacuerdos políticos existentes en nuestra sociedad se planteen
correctamente y se aborden serenamente. La valoración moral del terrorismo de
ETA ha de ser, pues, gravemente negativa. Dicha valoración afecta en la debida
proporción a todas aquellas personas o grupos que colaboran con las acciones
terroristas, las encubren o las defienden. Todas las personas y grupos sociales
y políticos sin excepción tenemos la obligación de definirnos negativamente
frente a ETA”.
COMENTARIO:
a) Que la paz es incompatible con el
terrorismo es cosa tan obvia que hasta los niños de teta lo entienden y los
prelados vascos han hecho una valoración descalificadora clara y contundente de
la conducta terrorista. Y no sólo de los ejecutores materiales de los actos
criminales sanguinarios. También de todas las personas o grupos que colaboran
con esas acciones, las encubren o las defienden.
Entre los males que lleva consigo el
terrorismo etarra se dice que constituye un fortísimo obstáculo para que los desacuerdos
políticos existentes en el País Vasco se planteen correctamente y se aborden
con serenidad. La condena a ETA y sus acciones terroristas no admiten ninguna
excusa legitimadora. En esto el documento episcopal es digno de todo encomio y
no cabe otra alternativa que la de aplaudir su condena. Nadie honestamente
podrá tildar a los prelados de complacencia en su texto con el terrorismo
etarra y de su entorno.
b) Clarísimo: ETA y su coro de
colaboradores deben desaparecer y no hay más cera que la que arde. Pero ¿qué
hacer para conseguirlo?. Matarlos, no se puede. Sería ponernos a su nivel de
criminales o vengadores legales al estilo de los GAL. Estoy totalmente de
acuerdo. Pero, ¿qué hacer entonces para que desaparezcan? Aquí es cuando los
obispos empiezan a desbarrar en lugar de colaborar haciendo propuestas
concretas realistas y eficaces.
En vez de ser coherentes con la
anterior condena del terrorismo ( por ejemplo, desautorizando la legitimidad
ética de Batasuna), los prelados se marchan por los cerros de Úbeda arrastrados
por el pernicioso virus nacionalista
-olvidándose por completo de los hechos y dichos de Cristo en relación
con el nacionalismo judío de su tiempo-, y optan por torpedear con frases
intrigantes la posible, deseable y razonable ilegalización de esa formación
política.
3. “Un desafío a la vida, a la libertad
y al sistema democrático
Dentro del variado espectro de las
víctimas potenciales de ETA, son últimamente los concejales del PP y del PSOE
quienes se encuentran en el punto de mira de sus atentados. Tal fenómeno
resulta particularmente grave porque es un ataque directo a la democracia.
Ésta, por su misma naturaleza, postula que todas las opciones políticas tengan
sus propios representantes, libremente elegidos, que participen en la gestión
de la comunidad política. Atentar contra un concejal por asumir y promover la
opción política de sus votantes es pues asestar un rudo golpe a la misma
democracia. Conseguir por esta vía que algunos partidos no lograran completar
una lista electoral mínima poniendo de este modo en riesgo la celebración misma
de los comicios municipales equivaldría a herirla gravemente. Esperamos que el
apoyo de casi toda la sociedad, las medidas de seguridad acordadas por los
partidos y adoptadas por las autoridades y el coraje cívico personal de los
candidatos disipe en su momento este sombrío temor.
Los ediles en riesgo grave son una
porción de la abultada población amenazada. Son algunos miles los ciudadanos
que viven entre nosotros la zozobra continua por la suerte de su vida, su
integridad, su libertad. Todos tenemos que preguntarnos si somos
suficientemente sensibles al drama que ellos y sus familias padecen. Desde esta
sensibilidad brotará en nosotros la necesidad de defenderlos, acompañarlos y
protegerlos. Es una acto de justicia y de solidaridad. Para los cristianos el
cumplimiento de este oficio es un verdadero ‘banco de prueba’ de la calidad de
nuestra fe”.
COMENTARIO:
a) El terrorismo etarra, dicen con toda
razón los obispos vascos, constituye un desafío terrible a la vida y libertad
de las personas y al sistema democrático. Es esta una verdad tan obvia y
terrible como la triste realidad que expresa. Igualmente cabe destacar la
referencia a los ediles no nacionalistas del PP y del PSOE, amenazados hasta de
muerte por ETA con el aplauso de sus corifeos batasunos. En la defensa,
acompañamiento y protección de todos ellos los cristianos deben poner a prueba
la calidad de su fe y no andarse por las ramas sólo con buenas palabras.
b) Pero ¿qué pasa con los familiares de
los centenares de asesinados por la banda terrorista por el mero hecho de no
compartir políticamente la causa nacionalista?. ¿Es que, para los obispos, sólo
son hijos de Dios los familiares de los asesinos y no los familiares de los
asesinados?.
c) Enfatizar que el terrorismo
constituye un ataque directo o rudo golpe a la democracia es una forma impropia
y demagógica de hablar característica de los políticos. La democracia no es
ninguna señora de carne y hueso a la que se le priva de la vida. Es una
abstracción mental. Los terroristas no matan a ninguna señorita o señora
“democracia” sino a personas concretas con nombres y apellidos cuyos cuerpos
exánimes hay que enterrar después de haber sido vil y cobardemente asesinadas.
Los obispos tienen la obligación de hablar con más propiedad para evitar los
tópicos demagógicos de los políticos y los malos entendidos.
d) Por otra parte, los prelados dan a
entender que es una exigencia de la democracia el que “todas las opciones políticas tengan sus
propios representantes”. Pero ¿en qué “cabeza de chorlito” cabe esta forma de
pensar? Por esa regla de tres la banda terrorista ETA, lógicamente, debe tener a sus representantes legales en
Batasuna. Pero por la misma razón y con la misma lógica habría que admitir
también la existencia legal de partidos políticos que representen a los
ladrones de oficio, que son legión, a las mafias y a todas las organizaciones
criminales habidas y por haber en una sociedad plural.
En el fondo, como veremos en el párrafo
8, los obispos están pensando en la posibilidad inminente de la ilegalización
de Batasuna como partido político, con lo que no están de acuerdo. De esta
forma los prelados incurren en una contradicción manifiesta. Por una parte
piden con toda fuerza y razón la desaparición de ETA y de sus acólitos y, por
otra, previenen contra la ilegalización de Batasuna, que ha demostrado ser
durante muchos años el brazo político de ETA. ¿En qué quedamos?. Esta simple
contradicción pone de manifiesto la falta de solidez intelectual y escasa
credibilidad del documento episcopal vasco, por lo que algunos críticos lo han
calificado de moralmente perverso.
4. No todo vale contra el terrorismo
La
conciencia de la injusticia, de la inutilidad y del peligro del terrorismo y el
consiguiente rechazo social a él se han vuelto más intensos en el mundo a
partir del 11 de septiembre. Al mismo tiempo han traído consigo la tentación de
descompensar el binomio “seguridad-derechos humanos” mediante un acento mayor
en el primer miembro de dicho binomio. El riesgo de sucumbir a esta tentación
no es imaginario.
Siempre que la necesaria firmeza frente
al terrorismo se convierta en indebida dureza, estaremos deslizándonos por esa
pendiente. La sociedad tiene el derecho y el deber de defenderse frente al
azote terrorista. Ha de utilizar en esta defensa todos los medios que sean a la
vez moralmente y políticamente correctos. En ningún caso debe traspasar el
umbral de los derechos inviolables de las personas.
Ni siquiera los mayores malhechores
pueden ser objeto, por ejemplo, de malos tratos y, menos todavía, de la
aplicación de la tortura. El Concilio Vaticano II es tajante en este punto (cf.
GS 27). Legisladores, gobernantes, jueces, y Fuerzas de Seguridad han de
mantener en este punto un cuidado siempre diligente. Resulta preocupante
escuchar voces autorizadas de personas y organismos (Amnistía Internacional,
Gesto por la Paz) que aseguran que no siempre se respetan debidamente estos
límites que nunca deberían ser franqueados”.
COMENTARIO:
a) ¿Que no todo vale contra el
terrorismo?. Por supuesto. Por ejemplo, castigando con la pena de muerte a los
asesinos o creando los GAL, como hizo la administración socialista. Pero sí se
puede y se debe poner fuera de la protección legal y financiación económica a los
que, como Batasuna, durante muchos años han defendido y apoyado a los asesinos
de ETA. O dispersar a los asesinos en las prisiones de suerte que queden
absolutamente incomunicados entre ellos y con cualquier persona o institución
que pueda ofrecerles apoyo moral o logístico, incluidos sus propios familiares.
b) Contra la opinión de los obispos
vascos, expresada en este apartado, hay que afirmar en voz alta que la seguridad de la vida de las personas es
la piedra angular sobre la que se sostiene todo el entramado de sus derechos.
La vida e integridad física de las personas es el primero de todos los derechos
sin cuyo respeto carecen de sentido todos los demás. De ahí la necesidad de
poner el acento más en la seguridad de la vida de las personas que en los
derechos que de ella se derivan.
Contra lo que opinan los obispos -dada
la situación creada en el País Vasco por el terrorífico virus nacionalista-, la
descompensación del binomio “seguridad-derechos humanos”, poniendo el acento
sobre la seguridad de la vida de las personas, no sólo no es un riesgo a
evitar, sino una necesidad imperiosa y vital. Todo lo demás son ganas de perder
lastimosamente el tiempo buscando los tres pies a gato.
c) Por otra parte, resulta chocante el
interés de los prelados por que los terroristas sean tratados con la máxima
delicadeza, citando informes de una institución como Amnistía Internacional o
de personas particulares, olvidándose de la crueldad con que los asesinos y
secuestradores suelen tratar a sus víctimas,
Como si hubiéramos de ser más
comprensivos con la crueldad habitual de los asesinos que con los incidentales
excesos que en casos aislados pudieran haber cometido las fuerzas de seguridad
y otras instituciones del Estado cuando exponen profesionalmente su propia vida
para proteger la de los demás. O sea, que para los asesinos y sus familiares,
sólo cariños y bombones y para las víctimas del terrorismo y sus familias que
se aguanten. ¡La culpa de lo que les ocurre sería suya por no declararse
nacionalistas!
5. Gestionar el conflicto entre las identidades
nacionales contrapuestas con miras a la
paz
La pacificación de este país entraña,
desde luego, la desaparición de ETA y el limpio esfuerzo concertado para
combatirla. Pero los problemas que es preciso resolver para alcanzar la paz no
terminan ahí. Para comprender y sortear las dificultades para la paz en nuestra
tierra es preciso enfocar correctamente otra realidad que viene de lejos. Todos
los sondeos revelan la coexistencia de entidades nacionales total o parcialmente
contrapuestas y a veces conflictivas. Unos se sienten ‘sólo vascos’; otros
‘solamente españoles’; otros ‘más españoles que vascos’; otros, en fin,
‘igualmente vascos y españoles’.
Todos son ciudadanos de pleno derecho
en esta comunidad y deben ser respetados como tales. Esta pluralidad
conflictiva de identidades está reclamando el hallazgo de una fórmula de
convivencia en la que cada uno de los grupos modere sus legítimas aspiraciones
políticas en aras de una paz social que es un valor notablemente más precioso y
necesario que el imposible cumplimiento de todas las aspiraciones de todos los
grupos. ‘En la casa común hemos de caber, apretándonos, todos aquellos que por
la palabra o por los hechos no se autoexcluyan de un proyecto compartido’ (Votos
para la paz, p. 5-6).
No vemos otro camino que respete las
identidades y prepare la paz. El afecto por la casa común no puede ser
impuesto. Surge de la comunicación confiada. Se alimenta del proyecto
compartido y asumido voluntariamente. Se malogra cuando quiere imponerse por la
fuerza ciega o por el puro imperio de la ley. En nuestro Encuentro de Oración
por la Paz, celebrado en Armentia el 13 de enero de 2001, los obispos quisimos
plasmar esta vieja convicción en el lema “Entre todos paz para todos”. Todos
hemos de ser artífices y beneficiarios de la paz que necesitamos y anhelamos.
‘Lejos de empecinarse en cualquier proyecto excluyente, este país necesita...
un proyecto integrador. La paz verdadera y plena ha de tener la ambición de
acabar ganando para su causa incluso a los más recalcitrantes” (Votos para la paz,
p.6).
Conocemos las graves dificultades de un
proyecto así. Pero el mismo análisis del volumen y de la composición de cada
una de las opciones nos revela que existe un núcleo muy mayoritario de
ciudadanos cuya sensibilidad no es excluyente, sino inclusiva. En todos los
partidos nos encontramos con numerosos votantes y afiliados, que, sin dejar de
ser fieles a sus opciones, desean ardientemente soluciones de concertación. Es
preciso gestionar con delicada sabiduría esta pluralidad de identidades
contrapuestas para con convertirla en ‘guerra de identidades’.
Los gobiernos de Madrid y Vitoria, los
partidos políticos y los MCS (medios de comunicación social) pueden con sus
palabras o sus acciones atizar o desactivar el conflicto. Algunas decisiones del
gobierno, determinadas declaraciones de políticos, ciertas intervenciones en
MCS favorecen más la radicalización que la concertación.
COMENTARIO:
a) Los prelados insisten con razón en
que ETA debe desaparecer, pero esta cuestión pasa ahora a segundo plano para
hablarnos de “otra realidad que viene de lejos”, más grave aún que la
existencia del terrorismo para el logro de la paz en Euskadi. Uno podría pensar
a simple vista que se trata de alguna
realidad misteriosa hasta ahora desconocida como una enfermedad social oculta
para cuya curación sólo ellos, los prelados, tendrían la receta médica
adecuada.
¿De qué se trata? Pues de algo tan
sencillo como que en el País Vasco hay gente muy diversa, que ellos llaman
“entidades nacionales total o
parcialmente contrapuestas y a veces conflictivas. Unos se sienten ‘sólo
vascos’; otros ‘solamente españoles’; otros ‘más españoles que vascos’; otros,
en fin, ‘igualmente vascos y españoles”.
b) Esta diversidad social sería la
causa principal de que no haya paz en Euskadi, lo que obligaría buscar una
fórmula nueva de convivencia o proyecto integrador. Pero ¿es que esta
diversidad de personas y de gustos no existe en cualquier familia pequeña, en
cualquier pueblecito o ciudad grande?. En el País Vasco hay, como en cualquier
país, pueblo o ciudad, gente de todo tipo estupenda e indeseable, con ideas nobles
y perversas. ¿Y dónde no? ¿O es que en el País Vasco sólo tiene que haber
nacionalistas clonados? Pero, además, hay unas leyes de convivencia
suficientemente civilizadas que son más violadas
por los nacionalistas que por ningún otro colectivo social.
c) Por favor, señores obispos, no
busquemos los tres pies al gato. Esa triste realidad que viene de lejos -y que
ustedes reducen a la simple existencia de diversos tipos de gentes en Euskadi-,
es el virus del nacionalismo, lo mismo en clave terrorista o etarra como en
clave de violencia intelectual y
educativa al modo como lo practican los nacionalistas llamados “democráticos”,
entre los que se encuentra un sector importante del clero vasco, obispos
incluidos.
d) Hablando en plata. Si en Euskadi no
existe ese mínimo de paz social que se requiere para vivir como personas
civilizadas, no es porque no exista un marco de convivencia legal razonable y
civilizado, sino porque los nacionalistas no la quieren excluyendo o
machacando, de una u otra forma, a los que honesta y razonablemente no
comparten esos sentimientos tan primarios, de raza, lengua, pueblo, cultura o
nación que caracterizan a toda ideología nacionalista excluyente cual es la
vasca.
A ver si nos aclaramos de una vez. Ya
han pasado muchos años de triste experiencia para poder afirmar con seguridad
que los verdaderos culpables de la falta de paz y libertad en Euskadi son los
nacionalistas en clave terrorista, por un lado, y en clave de violencia
intelectual y educativa por otro. Ellos son los que matan a unos y oprimen a
los demás haciéndoles la vida imposible. No al revés, como reza la propaganda
hipócrita del patrioterismo victimista y chauvinista vasco de cuño neonazi.
e) Para que ETA deje de existir en el
País Vasco tienen que desaparecer todos
los virus nacionalistas de cualquier signo que sean, incluidos aquellos que
han infectado tradicionalmente el disco duro de la Iglesia en Euskadi insertado
en la disketera de un sector importante del clero, parásito político del
saduceísmo peneuvista liderado en buena parte por ex-eclesiásticos fracasados y
sus monaguillos.
f) La causa inmediata de la falta de paz y libertad en el País Vasco es la
existencia del nacionalismo terrorista etarra, que, como bien dicen los
obispos, debe desaparecer. De acuerdo. Pero existe también una causa remota, que es, insisto, la
existencia del nacionalismo intelectual y
educativo, promovido políticamente por el PNV y sus socios en el poder así
como por ese sector del clero vasco al que la Iglesia institucional debería
exigir responsabilidades y no lo hace.
6. Valor y relatividad de las
diferentes fórmulas políticas
Las fórmulas políticas que el pueblo ha
aprobado o asumido mayoritariamente tienen sin duda gran valor y deben
constituir el eje vertebrador de nuestra convivencia. No pueden ser suplantadas
sin graves razones de bien común. Sin embargo, si el valor superior de la paz postula que todos revisemos el
propio modelo para aceptar otro construido entre todos y para todos, (nº 5) es
evidente que ninguno de esos modelos tiene valor absoluto e intangible.
Mientras respeten los derechos humanos y se implanten y mantengan dentro de
cauces pacíficos y democráticos, la Iglesia no puede ni sancionarlos como
exigencia ética ni excluirlos en nombre de ésta. En consecuencia, ni la
aspiración soberanista, ni la adhesión a un mayor o menor autogobierno, ni la
preferencia por una integración más o menos estrecha en el Estado español son,
en principio, para la Iglesia ‘dogmas políticos’ que requieran un asentimiento
incondicionado. En este punto el pensamiento social cristiano afirma como un
derecho cívico la libertad de sostener y promover por vías pacíficas cualquiera
de estas opciones.
COMENTARIO:
a) El valor relativo de las diferentes
fórmulas políticas ha de entenderse dentro de los cánones de la razonabilidad y el respeto de los
derechos humanos fundamentales, cosa que no tiene lugar en el nacionalismo
vasco. Entre los nacionalistas vascos actuales, unos quitan directamente la
vida a los que no comparten sus ideales y otros adoctrinan con gran
desvergüenza a sus oponentes, se desentienden de ellos o socialmente los
marginan.
b) Así las cosas, los obispos han
tomado partido abiertamente por el nacionalismo peneuvista dando oxígeno al
nacionalismo etarra. Algo así como si
Cristo hubiera optado por la política nacionalista de los saduceos
animando indirectamente a los terroristas zelotes en lugar de mantenerse fuera
del juego político del nacional-judaísmo de su tiempo. No en vano y con mucho tino, la pastoral en
cuestión ha sido calificada como la pastoral del PNV hasta en el lenguaje que
utiliza y como la voz de su amo.
c) Es falso el presupuesto episcopal de
que la paz sea el valor supremo que ha de servir de referente último para
determinar la fórmula política más adecuada para el País Vasco. El valor
supremo y fundamento de todos los demás valores humanos no es la paz sino la
vida. Sin la vida, que es lo que menos respeta el nacionalismo terrorista
vasco, todos los demás derechos están de sobra.
La paz, la libertad y todos los demás
derechos humanos son relativos y sólo son efectivos y tienen sentido sobre el
soporte de la vida como piedra angular de todo el edificio. ¿Para qué quieren
la paz social y la libertad los muertos?. Resulta chocante que cosas tan
sencillas como estas, que las entiende hasta un niño de pecho, sean tan mal
interpretadas por los obispos vascos. No acepto que se los tilde de perversos,
como han hecho algunos críticos, pero sí es cierto que en su texto existe una
perversión intelectual de la escala de valores.
d) En primer lugar. Eso de que la
Iglesia no puede ni sancionar ni excluir éticamente ninguna opción política que
se mantenga dentro de cauces pacíficos y democráticos es falso. La Iglesia
puede y tiene la obligación en muchos casos de sancionar éticamente a un sistema político democrático
determinado. Lo ha hecho siempre y lo seguirá haciendo ya que en nombre de la
democracia se legitiman grandes injusticias y violaciones flagrantes de
derechos humanos fundamentales. ¿O es que Batasuna no es una opción política
legalmente democrática que merezca la descalificación moral de la Iglesia
vasca?.
En segundo lugar. Si la jerarquía
eclesiástica debe mantenerse sistemáticamente neutral ante las diversas
formaciones políticas democráticamente reconocidas, ¿por qué los obispos vascos
se decantan abiertamente por el PNV y se oponen a la ilegalización, también democrática,
de Batasuna, que es una formación política vinculada al nacionalismo
terrorista?. Desde el punto de vista ético la Iglesia jerárquica no puede
inhibirse. Nos hallamos aquí ante otra contradicción de la pastoral.
Dicen los prelados que ellos no quieren
entrar al trapo de la valoración ética de la ley de Partidos, pero después
arremeten saduceamente de forma intrigante contra ella. Si en lugar de haberse
callado, que era lo mejor que podían haber hecho, hubieran hecho un análisis
ético objetivo del texto de la Ley de Partidos con la noble intención de
contribuir a que resultara lo más justo y razonable posible, nadie podría
haberles tildado de meterse en camisas de once varas -los aspectos éticos son de su plena
competencia-, ni de tratar de intrigar con presuntas consecuencias “sombrías”
para arropar legalmente a Batasuna y, como resultado, seguir proporcionando
oxígeno político a ETA, que, por otra parte, piden con toda razón que
desaparezca.
La Iglesia tiene que alentar moralmente
a los mejores y descalificar a los peores de acuerdo con los tiempos, las
circunstancias históricas y la situación particular de las personas. Eso sí,
poniendo claramente sobre la mesa las razones concretas bien fundadas de su
crítica positiva o descalificadora. Si los prelados vascos no estaban
dispuestos a hacer esto con la Ley de Partidos, que era de su plena
competencia, lo mejor que podían haber hecho era callarse y dejar hacer en paz
a los demás.
7. Distinguir nacionalismo y terrorismo
Ateniéndonos estrictamente a nuestra
misión de obispos mantenemos una posición análoga respecto al debate sobre el
nacionalismo. Ser nacionalista o no serlo no es ni moralmente obligatorio ni
moralmente censurable. Es un asunto de convicciones, de historia familiar, de
tradición cultural y de sensibilidad personal. Cada una de las diversas
sensibilidades existentes en nuestro país debe respetar la identidad de los
demás, apreciar los valores que en ellas se encarnan, procurar un intercambio
que constituya un enriquecimiento mutuo y cultivar una viva conciencia de
pertenecer a un único pueblo plural.
Nadie ha de sentirse en nuestra tierra
más ciudadano que los demás por el hecho de poseer determinados rasgos
culturales específicos ni ha de recelar de aquellos ciudadanos de otra tradición
cultural diferente, considerándolos como extraños, y menos como enemigos. Nadie
ha de subestimar las señas peculiares de este país, como son, entre otras, la
lengua y la cultura, ni alimentar en su espíritu la sospecha de que la
convivencia con el terrorismo anida al menos de manera latente en el corazón de
un nacionalista. Son numerosos los nacionalistas que, aborreciendo de manera
pública el terrorismo con las palabras y los hechos, se sienten justamente
heridos cuando, de la boca de los políticos o comentaristas, se confunde
frecuentemente nacionalismo con terrorismo”.
COMENTARIO:
a) En teoría, o sea, hablando en
términos conceptuales abstractos, es obvio que se puede hablar de nacionalismo
como de una realidad o actitud política desvinculada por completo del
terrorismo. Puede establecerse un concepto de nacionalismo y otro de terrorismo
sin que el uno implique necesariamente al otro. Esto, dicho así, es bastante
inteligible. Pero en la realidad no suele ocurrir así. El sentimiento
nacionalista es, analógicamente hablando, como el cáncer. Hay carcinomas que
desde el primer momento se presentan como mortales a corto o medio palazo. De
otros se dice que son “benignos” y hasta curables. Aplicando, pues, esta
analogía a la realidad histórica del problema, cabe pensar con fundamento que
el nacionalismo llamado “democrático”, por contraposición al violento y
terrorista, por muy benigno que sea y por más controlado que parezca estar,
puede degenerar en metástasis en cualquier momento o al menor descuido. De ahí
que lo mejor sería educar a la gente para que los sentimientos nacionalistas no
existan ni siquiera en su versión más benigna y presuntamente civilizada.
b) En cualquier caso, de hecho, en casi
todos los países del mundo la realidad es que nacionalismo y terrorismo suelen
ser primos hermanos si no hermanos gemelos, y esto es lo que ocurre en el País
Vasco, aunque los obispos no lo vean o no lo quieran ver. Al menos para etarras
y batasunos, nacionalismo y terrorismo es prácticamente lo mismo. Y para los
eufemísticamente llamados nacionalistas “democráticos” sus sentimientos
nacionalistas no son tampoco inocentes o inocuos. Entre sus más fervientes
militantes el ser nacionalista lleva consigo, por lo menos, una respetable
dosis de violencia educacional, de racismo y xenofobia.
c) Como consecuencia de lo anterior,
cabe decir que los obispos vascos se equivocan de medio a medio cuando dicen
que “ser nacionalista o no serlo no es ni moralmente obligatorio ni moralmente
censurable”.
Esta afirmación genérica, más ingeniosa
que objetiva, adoptada como principio universal, es totalmente falsa e
inadmisible por más que los obispos quieran reforzarla con su presunta
autoridad pastoral, en este caso bastante discutible, por cierto. En primer
lugar, cualquier persona con sentido común o estudiante de ética elemental sabe
y entiende con relativa facilidad que ningún tipo de nacionalismo profesado con
libertad y conocimiento de causa, como cualquier otra actividad humana, es
éticamente indiferente ni puede quedar exento de crítica.
En segundo lugar, no conozco ningún
tipo de nacionalismo, antiguo o contemporáneo, que no haya sido o esté siendo
principio de males y, por consiguiente, éticamente censurable. Tratándose del
nacionalismo vasco, no me negarán los prelados que, al menos el propugnado por
los etarras y sus colaboradores es éticamente canallesco e inhumano en grado
máximo. Y espero que tampoco traten de hacernos creer que el nacionalismo
educativamente promovido en las ikastolas, así como por bastantes curas y otros
sectores eclesiásticos, es indiferente o inocuo de suerte que no merezca una
censura moral descalificadora por parte de los obispos o de cualquier persona
honesta y con sentido común.
8. Un asunto candente y resbaladizo
El Gobierno español, apoyado por otras
formaciones políticas, se ha propuesto firmemente la reforma de la Ley de
Partidos. A través de cualificados representantes ha expresado su deseo de
disponer pronto de un instrumento legal que pueda permitir la ilegalización de
Batasuna por vía judicial. Las razones que públicamente se aduce para
justificar tal ilegalización son fundamentalmente dos: no es justo que un
partido vinculado a ETA goce de la cobertura de la ley; la ilegalización
debilitará el apoyo que Batasuna ofrece a ETA. No nos incumbe valorar los
aspectos técnicos de un proyecto legal que despierta adhesiones y críticas
entre los expertos. Resultaría precipitada en estos momentos una valoración
moral ponderada de dicho texto, aún no del todo fijado. Tampoco podemos prever
todos los efectos de signo contrapuesto que podrían derivarse de su aprobación
y eventual aplicación. Pero nos preocupan algunas consecuencias sombrías que
prevemos como sólidamente probables y que, sean cuales fueren las relaciones
existentes entre Batasuna y ETA, deberían ser evitadas. Tales consecuencias
afectan a nuestra convivencia y a la causa de la paz.
Nuestras preocupaciones no son sólo
nuestras. Son compartidas por un porcentaje mayoritario de ciudadanos de
diversas tendencias políticas, encomendados a nuestro servicio pastoral. La
convivencia, ya gravemente alterada, ¿no sufriría acaso un deterioro mayor en
nuestros pueblos y ciudades? Probablemente la división y la confrontación
cívica se agudizarían. No vemos cómo un clima social así pueda afectar
favorablemente a la seguridad de los más
débiles: los amenazados. Más bien nos tememos que tal seguridad se vuelva,
lamentablemente, más precaria. No somos, ni mucho menos, los únicos que
albergamos esta reserva cautelosa”.
COMENTARIO:
a) Este apartado de la pastoral ha sido
el más duramente criticado en los medios de comunicación por comentaristas que
no han dudado en calificarlo de perverso y escandaloso. En un libro casi
terminado en el momento de redactar estas páginas, doy cumplida cuenta de esas críticas.
De momento baste destacar lo siguiente.
b) En este párrafo se manifiestan
explícitamente la intención y el contenido políticos de la pastoral.
Además, en un momento en el que, por primera vez, la casi totalidad de las
diversas formaciones políticas en el Parlamento se habían puesto razonablemente
de acuerdo para poner fuera de la cobertura legal a Batasuna después de haber
demostrado esta formación política durante muchos años su vinculación con el
terrorismo etarra.
c) Los prelados reconocen este hecho y
las razones que llevarían al Parlamento a tomar tan importante decisión como
una medida más dentro del marco de la ley, del sentido común y de la justicia.
Pues bien, en este preciso momento, cuando los obispos podían haberse callado y
dejar que las cosas siguieran su curso normal; o bien haber intervenido, pero
de otra forma, aportando apoyo moral a tan razonable medida parlamentaria,
saltan sorpresivamente al ruedo de la política abierta.
d) ¿Para qué? Para expresar de una forma intrigante ( “consecuencias
sombrías...” y otras lindezas ), su desacuerdo con el proyecto de ley de
Partidos que podría afectar negativamente al brazo político de los etarras. No
sin razón, algunos críticos no han dudado en hablar de la pastoral de los
lobos, del PNV o del nacionalismo sin más por la preocupación de los prelados
por los asesinos y su tibieza con las víctimas del terror. ¡No nos metamos con
Batasuna no sea que irritemos a los terroristas y pongamos en peligro el
nacionalismo vasco!.
Pero, claro, por la misma regla de tres
habría que dar cobertura legal también a los ladrones, atracadores de bancos y
a todas las organizaciones mafiosas para evitar hacerles daño o tener que
enfrentarnos con ellos. ¿Que con la ilegalización de Batasuna no se resuelve el
problema del terrorismo?. Por supuesto que no. ¿Quién lo pretende? Los
terroristas seguirán haciendo su trabajo, como los ladrones, atracadores y
prostitutas/os el suyo. Pero, precisamente por ello, hay que tomar todas las
medidas razonables y humanas disponibles para que su trabajo criminal resulte
lo menos dañino posible para las víctimas y para ellos más difícil de llevar a
cabo sus actos de terror.
e) Pero lo más chocante e indignante
del párrafo es cuando sugieren los prelados, como quien pone una pica en
Flandes, que Batasuna debe seguir legalmente intocable “sean cuales fueren las
relaciones existentes entre Batasuna y ETA”. O sea, ¿que a los obispos no les importa que Batasuna
ayude o potencie a ETA?
Como cabía esperar, esta rueda de
molino no ha sido capaz de tragársela nadie. Ni siquiera los críticos
eclesiásticos más benévolos o que tienen por norma decir amén a todo lo que
digan o hagan los obispos, aunque solo sea estornudar. Hasta revistas eclesiásticas como Ecclesia, Vida Nueva, Palabra o Razón y Fe tuvieron que hacerse de
tripas corazones en sus editoriales al comentar este apartado para no dejar a
los prelados vascos a la intemperie.
f) Si antes han condenado con tanta
contundencia las acciones terroristas de ETA, ¿cómo ahora salen con esta
“parida” para pedir que se respete la legalidad de Batasuna, si se ha
demostrado con sus hechos que es la plataforma política de las actuaciones de
ETA?. Y con esta creo que son ya tres las contradicciones detectadas en este
documento de los obispos vascos. ¡Demasiadas y serias contradicciones en
materia grave en un documento episcopal!
9. Optar por la paz
La paz es el objetivo prioritario de
esta sociedad. A él deben subordinársele otros objetivos legítimos e incluso
saludables para nuestro país. Es, pues, necesario optar por la paz. Optar por
la paz significa no manipularla, poniéndola al servicio de otros intereses.
Nadie debe jugar con la paz ofreciéndola a cambio de un determinado modelo de
país. Nadie debe retrasar la paz en aras de unos objetivos electorales
inmediatos. A todo partido político se le pide hoy la grandeza de ánimo
necesaria para estar dispuesto incluso a ‘menguar’ a fin de que pueda ‘crecer’
la paz. Optar por la paz comporta para cada una de las opciones políticas una
disposición de recortar ‘mi proyecto de país’ para que pueda surgir en el
intercambio ‘nuestro proyecto’ compartido. Cada partido tiene derecho a
mantener y defender sus propuestas, pero ha de someterlas en cada momento al
bien superior de la paz. Absolutizar el proyecto propio no es una manera de
acercarnos a la paz; es un modo de alejarnos de ella.
Optar por la paz significa apoyar
efectivamente a los movimientos sociales que, anteponiéndola a las diferentes
sensibilidades políticas existentes en su seno, procuran abrir caminos que un
día más o menos próximo puedan disipar la larga y penosa pesadilla que estamos
padeciendo en este pueblo.
Optar por la paz lleva consigo ofrecer
signos de distensión y de aproximación. Una política penitenciaria que
permitiera a los presos cumplir su condena más cerca de sus lugares de origen
entrañaría por ejemplo un gesto de humanidad, sobre todo para sus padres y
familiares.
Optar por la paz entraña educar para la
paz especialmente a las jóvenes generaciones, suscitando en ellas el
pensamiento crítico, la conciencia ética, la sensibilidad por toda vida humana,
el respeto al diferente, el sentimiento de pertenencia a un mismo pueblo
plural, el compromiso a favor de la reconciliación social. Optar por la paz
lleva consigo para los creyentes orar incesantemente por ella manifestando al
Señor nuestras dificultades para conseguirla y ofreciéndole nuestras manos para
construirla.
Conscientes de que nuestra misión
pastoral entraña un serio compromiso pacificador los obispos de estas diócesis
renovamos públicamente nuestro firme propósito de alentar desde nuestro puesto,
estas líneas de trabajo. Pedimos especialmente a los cristianos las secunden
con generosidad y las apliquen con tenacidad”.
COMENTARIO:
a) ¿Qué “la paz es el objetivo
prioritario de esta sociedad” y que “a
él deben subordinársele otros objetivos legítimos e incluso saludables para
nuestro país”? Siento tener que discrepar una vez más con los señores obispos
vascos a los que recomiendo algún cursillo de formación permanente sobre
principios de ética y derechos humanos.
Si durante los muchos años que he
dedicado a la enseñanza universitaria de ética y derechos humanos un alumno/a
me hubiera contestado en un examen que la paz debe anteponerse a la vida, le
hubiera calificado con un cero más grande que la rueda de un tractor.¿Para qué
sirve la paz o la libertad a quien se le destruye previamente su vida?. A no
ser que los obispos se refieran a la paz de los cementerios donde es exclusiva
absoluta de los muertos. Donde, para llegar a “la plaza mayor de la paz” hay
que cruzar primero el callejón oscuro de la muerte.
b) Creo que en mis escritos sobre
derechos humanos y bioética he explicado
suficientemente el alcance de la supremacía de la vida sobre el resto de
los derechos humanos y me molesta ya tener que explicar cosas tan obvias.
Espero que no lo tomen a mal si les
recuerdo que en el pensamiento más castizo del Magisterio de la Iglesia, y más
aún en el Magisterio de Juan Pablo II y de la Conferencia Episcopal Española,
la vida no cede su puesto primacial ni a la paz ni a la libertad. Menos aún a
las opciones políticas de corte nacionalista. Y lo que es más. Esa doctrina del
Magisterio sobre la primacía del respeto a la vida como la piedra angular de la
teoría de los derechos humanos, es también patrimonio de quienes se rigen por
el sentido común y saben razonar correctamente.
Insisto. Los obispos vascos no son
perversos, como se ha dicho injustamente por su posición contraria a la Ley de
Partidos. Pero sí han cometido en su pastoral una perversión intelectual
trastocando la escala de valores al afirmar la presunta supremacía de la paz
sobre la vida con intencionalidad política relacionada con la ilegalización de
Batasuna.
c) Así de claro. Ni en el País Vasco ni
en ninguna parte del mundo se debe anteponer la paz a la vida física de las personas. Quien no
respeta la vida viola de un golpe todos los derechos humanos y este es el
verdadero y triste problema vasco: que un sector desprecia y destruye
sistemáticamente la vida física de los que no comulgan con sus ideales
políticos, y otro colabora indirectamente a tan criminal empresa. Unos y otros
comparten además, de forma fanática o más o menos tolerable, el espíritu
nacionalista, que es la fuente remota y universal de todos sus males. Por
consiguiente, lo que está prioritariamente en juego en el País Vasco no es la
paz, como dicen los obispos, sino la vida física de las personas, como
demuestran los hechos consumados durante décadas.
d) Una vez afirmada, erróneamente, la
presunta supremacía de la paz sobre la vida, los obispos nos espetan todo un
sermón sobre lo que significa para ellos optar por la paz. Una de esas
recomendaciones reza textualmente así: “Una política penitenciaria que
permitiera a los presos cumplir su condena más cerca de sus lugares de origen
entrañaría por ejemplo un gesto de humanidad, sobre todo para sus padres y
familiares”.
De nuevo lamento tener que negar la
razón a los prelados vascos. Con ocasión de una intervención mía en un curso de
formación para funcionarios de prisiones en el Instituto Vasco de Criminología,
y otra en un debate público en Bilbao entre jueces y periodistas, organizado
por “Rex publica”, realicé una investigación a fondo en el Penal de Ocaña y en
Carabanchel donde pude ver cosas sorprendentes relativas a los etarras. Algunas
las publiqué discretamente. Otras, por prudencia, no. Y no digo más.
e) Por sentido común, por respeto a los
familiares de los asesinados, secuestrados o amenazados por ETA y su entorno, y
por razones de pedagogía social elemental, pienso que los asesinos de ETA y sus
colaboradores, más que otros criminales, deben ser dispersados de tal forma que
ni puedan comunicarse para nada con sus colegas ni fácilmente con sus
familiares, sobre todo cuando se sabe que “de padres gatos hijos michos”. O
sea, que hay terroristas que son hijos o familiares de terroristas. O lo que es
igual, hay familiares de terroristas que deberían estar también en la cárcel.
La tarea pastoral, nada fácil, por cierto, consiste en hacer comprender a los
familiares de los asesinos que éstos deben estar en la cárcel y a los de las
víctimas ayudarles a perdonar.
¿Cómo va a ser un acto de humanidad
poner a los lobos lo más cerca posible de los cadáveres de las ovejas que han
degollado y de sus propietarios, o sea, conviviendo alegremente con las
sufridas familias de los asesinados, secuestrados o amenazados de muerte? ¿Qué
calidad de solicitud pastoral es esa que tanto se preocupa por los intereses de
los asesinos y sus familias y tan poco por compartir la desgracia de los
asesinados y el sufrimiento de sus familiares? ¿Cómo convencer a ningún experto
en derecho penal con la cabeza puesta en su sitio que permita a los presos
etarras permanecer lo más cerca posible del lugar de su entorno criminal o de
aquellos que les puedan prestar más fácilmente apoyo moral y logístico para seguir
matando si llega el caso?
10. Reavivar la esperanza. La esperanza de un pueblo es
capital
No hay futuro mejor sin una esperanza
firme y constante ante las dificultades. Cuando está viva es capaz de extraer
de las mismas dificultades una energía mayor. Cuando está muy mermada produce
abatimiento y pasividad. La esperanza de este pueblo está debilitada por la
crudeza, la duración y la complejidad de los problemas que le afligen. La
Iglesia puede y debe contribuir a sostener esta esperanza histórica porque ha
recibido del Espíritu Santo un sedimento inagotable de esperanza escatológica
que es capaz de encender las auténticas esperanzas históricas.
Nuestra Señora de la Esperanza que es
también Nuestra Señora de la Paz sostenga nuestra esperanza y nos consiga la
dicha paz”.[3]
COMENTARIO:
a) Los obispos han invocado a la Virgen
María y apelado al Espíritu Santo. Si lo hacen como una forma meramente
protocolaria de terminar su texto, presuntamente pastoral, me parece muy bien
que lo hagan. Pero estoy convencido de que, si a la Virgen María le hubieran
pedido consejo los apóstoles que la conocieron personalmente en Palestina para
publicar un documento pastoral análogo a este de los obispos vascos -habida
cuenta de las diversas circunstancias sociales, políticas de tiempo y lugar-,
no habrían obtenido de ella su aprobación.
b) Por lo que se refiere a la mención
del Espíritu Santo, mejor que se la hubieran ahorrado porque no le dejan en
buen lugar. Hay en el texto demasiada intencionalidad política,
contradicciones y falta de solidez
teológica como para implicar en su redacción la asistencia del Espíritu Santo,
el cual garantiza, ciertamente, la esperanza escatológica de la salvación, pero
no la esperanza histórica del virus nacionalista vasco que ha contaminado todo
el texto de la pastoral.
3. Nota de la oficina de prensa de la CEE
1) EL TEXTO:
“En la tarde de ayer, jueves 30 de
mayo, los obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria han publicado una carta
pastoral titulada “Preparar a paz”. Ante las reiteradas consultas dirigidas a
la Conferencia Episcopal Española, la Oficina de Información se siente en el
deber de aclarar los siguientes extremos:
· Los obispos de las diócesis citadas han hecho pública la
mencionada carta pastoral bajo su exclusiva responsabilidad como pastores de
sus propias Iglesias particulares.
· La Secretaría General de la Conferencia Episcopal
Española no ha conocido el texto de la Carta pastoral hasta unos instantes
antes de su difusión por los medios de comunicación social.
· Ninguno de los órganos de la Conferencia Episcopal
Española ha estimado necesario pronunciarse sobre la Ley de partidos, cuya
aprobación se está tramitando en el Congreso de los Diputados en el ejercicio
de sus competencias constitucionales.
Por
último, la Oficina de Información quiere poner de relieve la firme condena que
hace el documento del terrorismo de ETA, que no tiene justificación alguna, ni
moral, ni jurídica, ni política. Madrid, 31 de mayo de 2002”[4].
2) COMENTARIO CRÍTICO
a) En esta Nota de emergencia la
Conferencia Episcopal, como tal, no asumió responsabilidad ninguna sobre el
texto de la pastoral de los obispos vascos. Es verdad y cosa buena que cada
obispo en su diócesis goza de autonomía canónica para tomar decisiones por su
cuenta y riesgo en asuntos que atañen exclusivamente a sus diocesanos.
Pero dado que el contenido de la
pastoral se refiere a un tema esencialmente político de alcance extra diocesano
que afecta a todos los católicos y no católicos en España, la Conferencia
Episcopal no puede tirar el balón fuera hurtando a la opinión pública su
opinión crítica sobre el valor del texto de los obispos vascos y el grado de
aceptación que merece por parte de los católicos. Si cualquier ciudadano tiene
derecho a pronunciarse críticamente sobre el texto de los obispos vascos, la
Conferencia Episcopal Española tiene la obligación de pronunciarse con claridad
sobre el contenido y las intenciones de esa polémica pastoral.
b) Si es verdad que la Conferencia
Episcopal conoció el texto sólo instantes antes de su publicación en los medios
de comunicación, lo menos que cabe pensar es que los obispos vascos actuaron a
hurtadillas como unos irresponsables, o por lo menos, como imprudentes e
ineducados. Dada la naturaleza del texto en cuestión, lo menos que se les podía
haber ocurrido es haber informado
previamente a la Conferencia Episcopal o consultar con otros obispos y expertos
fuera del País Vasco antes de lanzarse solos por su cuenta y riesgo a tan
desgraciada aventura.
c) Si la Conferencia Episcopal no
estimó necesario ni conveniente pronunciarse sobre la Ley de Partidos que se
tramitaba en el Parlamento, lo lógico y normal es que los obispos vascos
hubieran hecho lo mismo. ¿Por qué no lo hicieron? Esta es la cuestión.
d) Es verdad que en un apartado de la
pastoral se condena sin compasión el terrorismo etarra. Pero no es menos cierto
que en el conjunto de la misma los obispos vascos no son coherentes con dicha
condena del terrorismo etarra al pronunciarse en contra de la eventual
ilegalización de Batasuna. Esta Nota de emergencia, aunque implícitamente
desautoriza a la pastoral, pienso que podía haber sido más explícita y
beligerante.
4. NOTA DEL COMITÉ EJECUTIVO
Pero el oleaje mediático contra la
pastoral crecía de forma alarmante por lo que el Comité Ejecutivo de la CEE no
tuvo más remedio que salir al ruedo, sobre todo por el cariz político que había
alcanzado la polémica pastoral. He aquí el texto con nuestro correspondiente
comentario.
1) EL TEXTO:
“El Comité Ejecutivo
de la Conferencia Episcopal Española, reunido en Madrid en sesión ordinaria en
la mañana de ayer, jueves 6 de junio, ha reflexionado sobre los acontecimientos
acaecidos a raíz de la publicación el día 30 de mayo de una carta pastoral de
los Obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Después de una ponderada
deliberación, consciente de que no es competencia del Comité Ejecutivo valorar
públicamente las actuaciones de los obispos en sus propias diócesis, considera
necesario manifestar lo siguiente:
1. De acuerdo con la Doctrina Social de
la Iglesia, reconoce la legitimidad que asiste al Estado democrático para
regular legalmente la participación de los partidos políticos en la vida pública
al servicio del bien común. Decidir sobre el establecimiento de determinadas
condiciones legales para su constitución, funcionamiento y disolución, en
conformidad con los derechos humanos, es competencia y tarea de los órganos del
Estado de derecho.
2. En la carta pastoral de los obispos
de las diócesis citadas hay una clara, y terminante condena del terrorismo y de
‘todas aquellas personas o grupos que colaboran con las acciones terroristas,
las encubren o las defienden’, actitud que ha sido una constante en su
magisterio episcopal. En la misma se proclama el compromiso de la Iglesia en la
defensa, acompañamiento y protección de los amenazados y de las víctimas, así
como su apuesta inequívoca por la eliminación del terrorismo. No es justo
afirmar que en el citado documento se opta por un partido político determinado.
3. El Comité Ejecutivo de la
Conferencia Episcopal Española se siente en el deber de denunciar la forma de
ejercer la crítica, a todas luces desproporcionada, a que ha dado lugar la
publicación de la referida carta pastoral. La libertad de información y de
opinión no autoriza a ninguna instancia social a desfigurar el sentido del
documento, omitiendo partes esenciales o haciéndole decir lo que realmente no
dice. Parece evidente que con esta crítica descalificadora se daña gravemente a
la Iglesia, disminuyendo su credibilidad moral y limitando la libertad que le
garantiza su estatuto jurídico tal como los establecen la Constitución y los
Acuerdos firmados entre el Estado y la Santa Sede.
4. Finalmente, el Comité Ejecutivo
invita a todos a tener en cuenta que el terrorismo supone siempre una gravísima
perversión de la conciencia moral, cuya rectificación no se verá facilitada con
el desprestigio de instituciones como la Iglesia, que tiene como parte esencial
de su misión iluminar, formar y fortalecer la conciencia moral de las personas
y de la vida social de acuerdo con la Ley de Dios y con el Evangelio”[5].
2) COMENTARIO CRÍTICO
a) Si cualquier ciudadano, creyente, ateo o cristiano
tiene derecho a criticar públicamente de forma objetiva y responsable la
pastoral de los prelados vascos, el Comité Ejecutivo de la Conferencia
Episcopal tiene, en contra de lo que se dice en el texto, además del derecho,
el deber de hacerlo cuando la comunidad cristiana y la sociedad en general lo
reclama. Si la Conferencia Episcopal Española no tiene competencia para cantar
pública y fraternalmente las cuarenta a cuatro obispos, si ello fuere menester,
cabe preguntarnos qué pinta ahí esa institución eclesiástica.
b) Dice el texto de la Nota que “no es
justo afirmar que en el citado documento se opta por un partido determinado”.
Esta afirmación es literalmente falsa. ¡Por favor, no empecemos por negar lo
que es obvio!. Precisamente la opción de los prelados vascos por el PNV
constituye una de las sorpresas más escandalosas de la pastoral. Lo cual
explica que casi todos los políticos nacionalistas, incluidos los catalanes, se
hayan frotado las manos acogiéndola como cosa suya y los no nacionalistas se
hayan sentido defraudados cuando no ofendidos.
Que la crítica descalificadora de la pastoral de los
obispos vascos disminuye la credibilidad moral de la Iglesia y limita su
libertad de expresión. Primero, es desgraciadamente cierto que la credibilidad
moral de la Iglesia ha sufrido un duro golpe con las críticas que ha recibido
la pastoral de los prelados vascos. Pero la culpa es de los obispos por meterse
donde no debían, cuando no debían y de una forma impropia de su ministerio
pastoral.
Lo justo y razonable es que la Iglesia, como cualquiera
otra institución pública, sufra las
consecuencias de sus propios pecados –en este caso del pecado capital del
nacionalismo- para que tome nota y haga las cosas mejor en el futuro.
Segundo. Nadie ha privado a la Iglesia de libertad de
expresión con las críticas a la pastoral vasca. Al contrario, los obispos y el
clero vasco han dicho lo que han querido y sus críticos también. La libertad de
expresión lleva consigo la libertad de criticar las opiniones de todo el mundo,
incluidas las de los obispos, sin miedo a represalias y esto es lo que ha
ocurrido con la pastoral de los prelados vascos.
c) La Nota del Comité Ejecutivo de la CEE es una pieza
maestra de diplomacia ya que su objetivo fundamental, más que pastoral, fue
calmar políticamente al Gobierno con alusiones a los excesos mediáticos y
practicando un comprensible espíritu de defensa corporativista por relación a
los prelados vascos. Por eso, satisfizo diplomáticamente al Gobierno, pero no
pastoralmente a la opinión pública, que esperaba algo más que sabia diplomacia
ante las reacciones pueriles del Gobierno y las eventuales estupideces y excesos pasionales de periodistas y
políticos.
5. Manifiesto de 358 sacerdotes vascos
No se sabe con certeza si estos curas
aprovecharon la publicación de la pastoral de los obispos para hacer público su
manifiesto o si los obispos quisieron
adelantarse al manifiesto de los curas para cortarles el paso. El hecho es que
éstos se apresuraron a echar más leña
seca al fuego prendido ya con la pastoral de los obispos.
El texto del manifiesto clerical es
explícito y claro, lo cual es de agradecer porque facilita la crítica objetiva
del mismo. No lo reproduzco aquí por no disponer del espacio suficiente para
hacerle la crítica negativa que merece. Lo haré en un libro en preparación. La
verdad es que es tan malo que ni siquiera los medios de comunicación le
hicieron excesiva propaganda.
Se trata de un vulgar panfleto político nacionalista que
nada tiene que ver con los deberes pastorales del ministerio sacerdotal. De
hecho, algunos de los curas firmantes han sido enmarcados por la prensa entre
los colaboradores directos del terrorismo etarra, o, por lo menos, del entorno
terrorista. Sería interesante seguir la trayectoria personal de estos mansos lobos
con piel de oveja rabiosa[6].
En el n.2, hablando de la conciencia
del pueblo vasco, estos curas nacionalistas dicen, entre otras cosas:
“No se puede negar que una parte
importante de este Pueblo, además de las características objetivas apuntadas,
tiene la conciencia explícita de ser una comunidad a la que designa con el
nombre de Euskal Herria, Pueblo que se vincula radicalmente a su lengua secular
llamada euskara. Esta conciencia se manifiesta de múltiples formas y se va
afirmando, desarrollando y creciendo cada día, a pesar de un entorno estatal
poderosamente hostil. Esta conciencia es la que constituye, sustenta al Pueblo
como tal que ninguna ley o instancia externa al mismo debe negarlo o impedirlo
como recordaba Juan Pablo II:
“Una forma particularmente grave de
discriminación. Una de las formas más dramáticas de discriminación consiste
en negar a grupos étnicos y minorías nacionales el derecho fundamental a
existir como tales. Esto ocurre cuando se intenta su supresión o deportación, o
también cuando se pretende debilitar su identidad étnica hasta hacerlos
irreconocibles.¿Se puede permanecer en silencio ante crímenes tan graves contra
la humanidad?.Ningún esfuerzo ha de ser considerado excesivo cuando se trata de
poner término a semejantes aberraciones,
indignas de la persona humana” (Jornada Mundial de la Paz 1999: “El secreto de
la paz verdadera reside en el respeto de los derechos humanos”, n.7)”.
Esta cita resulta realmente bochornosa.
No hay derecho a manipular un texto pontificio de Juan Pablo II de esta manera
tan irrespetuosa y burda. Sólo un par de observaciones.
En primer lugar, todos los analistas
políticos que conocen el percal y tratan de informar con objetividad
coinciden en que ni la Constitución
española ni el Gobierno español a nadie en el País Vasco su identidad étnica,
histórica o cultural. Más aún. Es la Comunidad Autónoma europea que de hecho disfruta de más autonomía dentro
de un Estado.
En segundo lugar, los curas pasan olímpicamente por alto el n. 2 en el
que el Papa habla de los “mitos de la superioridad racial, del nacionalismo y
del particularismo étnico” en el mismo plano detestable que el marxismo, el
nazismo y el fascismo. Dice textualmente: “La historia contemporánea ha puesto
de relieve de manera trágica el peligro que comporta el olvido de la verdad
sobre la persona humana. Están a la vista los frutos de ideologías como el
marxismo, el nazismo y el fascismo, así como también los mitos de la
superioridad racial, del nacionalismo y del particularismo étnico”.
Los curas citan en su favor el n.7 donde Juan Pablo II habla de
situaciones que no son las del País Vasco en España y se olvidan del n. 2 en el
que ha condenado previamente de forma explícita lo que llama “mitos de la
superioridad racial, del nacionalismo y del particularismo étnico”. Si a esto
añadimos que el nacionalismo vasco llega hasta la violencia terrorista para
llevar a cabo su “mito” nacionalista, apaga y vámonos.
No hay derecho a esto. El hacer citas
de esta naturaleza debería ser penalizado como un delito de difamación por
calumnia. El texto citado de Juan Pablo II, entendido en su propio contexto, no
sólo no favorece al nacionalismo vasco promovido por los curas en su manifiesto
sino que lo condena explícitamente como detestable[7].
6. Réplica del foro el salvador
El presente texto “Por la convivencia
en Euskadi”, es una réplica crítica a la
pastoral de los obispos vascos desde la posición no nacionalista de un sector del clero vasco y laicos católicos
agrupados en el colectivo Foro de El
Salvador. El texto íntegro está tomado del diario madrileño ABC:
“El acoso antidemocrático sufrido por
nuestro presidente y la necesidad de salvaguardar su seguridad han logrado
retrasar la publicación de este comunicado. Dicho retraso tiene un aspecto
positivo: cesada la polémica creada por el documento “Preparar las paz” de los
obispos de las diócesis vascas y el ruido que podía desviar la atención de los
verdaderos conceptos y valores en juego, podemos pronunciarnos hoy sobre él
tras someterlo a una reflexión contrastada por los días y los hechos.
Asimismo queremos que esta reflexión se
entienda como una aportación al texto anunciado por la Conferencia Episcopal
Española para cerrar las heridas abiertas por la pastoral del 29 de mayo.
1.- Con el dictamen de autogobierno
aprobado el 12 de julio en el Parlamento Vasco que descalifica al Estatuto de
Autonomía, los nacionalistas han lanzado su mayor reto a la Democracia de la
cual emana la legitimidad de esa cámara ahora cuestionada por dicho dictamen.
Para ese reto el nacionalismo movilizó a todos los sectores sociales sobre los
que ejerce su control, como hizo en Lizarra: sindicatos, medios de
comunicación, sectores eclesiásticos...
A la luz de estos hechos la Pastoral
cobra un significado más grave que el que se le suponía, pues avala ese órdago
a la legitimidad constitucional en el punto que reclama una nueva “fórmula de
convivencia” y que pasó desapercibido por la actualidad que tenía su rechazo a
la Ley de Partidos.
2.- La Iglesia no debe ser pieza en el
engranaje del programa soberanista y excluyente del nacionalismo ni tampoco un
factor desestabilizador de la vida política. La Pastoral ahondaba en la
división de la comunidad vasca y abría una brecha entre ésta y el resto de la
sociedad española. Contra lo que afirmaba, el problema de Euskadi no está en la
“fórmula de convivencia”, sino en quienes no respetan dicha fórmula que ya nos
dimos con la Constitución y el Estatuto.
3.- No basta con que la Iglesia condene
los crímenes de ETA. Es preciso ir a su raíz para que la condena sea eficaz,
condena la ideología antidemocrática y anticristiana que los inspira así como a
las personas y grupos que promueven o disfrazan esos crímenes y comparten esa
ideología. Todas las ideas y proyectos no merecen el respeto de la ley. El
siglo que dejamos atrás quedó desgarrado por ideas y proyectos indignos de
respeto como por hombres que debían ser juzgados y condenados.
Las ideas de Hitler y Stalin llevaron a
la desgracia a millones de seres. El origen de tales tragedias está en
anteponer a la frágil vida del ser humano y a sus derechos individuales,
abstracciones como la nación, el pueblo, la clase social, la tierra o la etnia.
4.-Basada necesariamente en una de esas
deshumanizadas abstracciones, la autodeterminación no es un derecho humano como
se ha pretendido no pocas veces desde medios eclesiásticos. No lo es porque no
tiene al ser humano individual como único sujeto de derecho. Es una
recomendación de la ONU muy posterior a la Carta Universal y ceñida a casos de
invasión y colonialismo entre los que no se incluye el vasco, donde no hay una
nación ni un estado preexistentes y abolidos por la fuerza.
5.- La Ley de Partidos no debe
valorarse –como se hizo en esa Pastoral- en función de “algunas consecuencias sombrías”
que preveía “como sólidamente probables y que, sean cuales fueren las
relaciones existentes entre Batasuna y ETA, deberían ser evitadas”.
Tal valoración va contra el Derecho, la
civilización, la cordura y los principios éticos más elementales. La misión de
la Iglesia no es eximir a Caín de la justicia humana, sino recordarle que su
crimen reclama el juicio de Dios que dijo: “La voz de la sangre de tu hermano
está clamando a mí desde la tierra”.
6.- El acercamiento de los presos de
ETA al País Vasco no es un derecho humano. Ni algo aconsejable, como supone la
Pastoral, sino cuestionable según las más contrastadas fuentes del Derecho
Internacional. La Ley deja tal cuestión a criterio de la entidad judicial
penitenciaria y según convenga a la reinserción del preso.
Acercar a un asesino convicto a una
familia que le anima a reafirmarse en el delito no es una opción acorde con la
justicia ni con el Evangelio. Y los presos tienen derecho a la dispersión de un
entorno favorable al crimen así como a las víctimas a que se cumplan la leyes.
La misión de la Iglesia es llevar la
ley del amor a los que quebrantaron la ley humana y el Quinto Mandamiento, que
prohíbe matar. Es despertar el arrepentimiento en ellos y en esas madres que
pasean orgullosas sus fotos por las calles como si fueran héroes.
7.- Denunciamos el chantaje y la burla
sangrantes que contenía la alusión del texto a “los más débiles, los
amenazados”, fingiendo temer que, con la Ley de Partidos, “su seguridad se
vuelva, lamentablemente, más precaria”.
Pedimos para los damnificados por el
terrorismo un amor que no excluya el respeto. A ellos volvemos los ojos
compartiendo su dolor, pues esa Pastoral no sólo abrió una brecha en la
ciudadanía creyente, sino reabrió la herida de las víctimas y del Cristo que
dijo: “Cuanto hagáis a uno de mis pequeños a mí me lo hacéis”.El Estado de
Derecho es nuestro irreemplazable “marco de convivencia” al cual debe dar un
mayor sentido, y no borrar el que ya tiene, la vivencia de la fe”[8].
COMENTARIO:
En este manifiesto, entre otras cosas, se hace una
contextualización política de la polémica pastoral de los obispos vascos, se
antepone la vida a cualquier otro valor humano y se denuncia la ideología
nacionalista como antidemocrática y anticristiana. La publicación de la
pastoral de los obispos, del panfleto nacionalista de los 358 curas y de éste y
otros documentos del sector no nacionalista del clero vasco pone de manifiesto
la responsabilidad contraída por la Iglesia en Euskadi por los daños y
sufrimientos derivados del fanatismo nacionalista en la sociedad vasca en
general y dentro de la propia Iglesia.
Una realidad que no se refleja en la pastoral de los
cuatro prelados vascos en la cual los análisis sociológicos y la valoración de
las calamidades se hacen sólo desde la óptica del llamado “nacionalismo
democrático” que contamina todo el texto episcopal. Leyendo con la cabeza fría
este texto, la impresión inmediata que uno saca sin devanarse los sesos es que
su diagnóstico de la realidad vasca es más objetivo, humano y cristiano que el
de la pastoral de los obispos y, por supuesto, mucho más que el manifiesto
nacionalista de los 358 curas con los cuales lo único que cabe hacer es
echarles de comer aparte. Uno saca la impresión de que han cambiado de
profesión[9].
CONCLUSIÓN
El texto de los obispos vascos que hemos
comentado fue calificado por el Nuncio de Su Santidad en España como una carta
pastoral “inoportuna”. Un calificativo muy bien puesto desde el punto de vista
diplomático y que refleja una realidad apabullante. Aparece justo cuando las
diversas formaciones políticas, con raras e irresponsables excepciones, se
habían puesto ya de acuerdo para crear una nueva Ley de Partidos que sirviera
para salir de forma razonable y honesta al paso de los terroristas. De ahí que
la inoportunidad e impertinencia de esta pastoral.
Pero
hay algo más grave. Con la etiqueta canónica de “carta pastoral” nos
dieron gato por liebre ya que, tanto por
la intención de los autores como por su contenido, de hecho se trata de un manifiesto
político episcopal en clave nacionalista en contra de la eventual ilegalización
de Batasuna. Su intención es más que nada política y el contenido también.
Si los obispos vascos no estaban de acuerdo
con la ilegalización de Batasuna y consideraban que la opción nacionalista en
Euskadi es la mejor, podían haberlo dicho a título personal en el contexto de
una conferencia pública o en un artículo de opinión en la prensa como cualquier
hijo de vecino sometiéndose a las críticas que les pudieran llegar. Pero no en
un escrito oficial con la etiqueta canónica de “carta pastoral” exigiendo
además obediencia religiosa. Este escrito no merece acatamiento religioso
ninguno por parte de ningún fiel cristiano. Lo cual, por otra parte, no deja de
ser una ventaja.
Creo sinceramente que los prelados
vascos cometieron un error pastoral importante con la publicación de su carta,
cuyos daños morales exigen alguna compensación. Hay dos formas muy nobles y
dignas de compensar los daños, en este caso morales, causados a los demás por
parte de las autoridades, tanto civiles como religiosas. Una, que es la mejor,
consiste en pedir perdón a los presuntamente damnificados. Los obispos vascos
podían seguir el ejemplo de Juan Pablo II el 12 de marzo del 2000 en la plaza de
S. Pedro pidiendo perdón por los pecados de la Iglesia universal. Los prelados
vascos podían hacer algo similar por los pecados de la Iglesia en Euskadi.
Ya ha habido algún gesto en este sentido por parte de
sacerdotes vascos y del titular de Bilbao don Ricardo Blázquez. Pero sería
cuestión de que los cuatro prelados fueran conjuntamente más lejos en este
sentido.
Cuando una persona o institución reconoce sus errores y
pide perdón por ellos se dignifica y recupera la confianza eventualmente
perdida. Nos fiamos más de quienes reconocen sus equivocaciones y tratan de
subsanarlas que de quienes las ocultan o dejan que se pierdan en el olvido. Ya
sé que todos los constituidos en autoridad tienen la mala costumbre de pensar
que por el mero hecho de tener la autoridad, tienen también de forma automática
la razón en todo lo que dicen y hacen. Pero es una equivocación. Si los
prelados vascos tuvieran el coraje de reflexionar serenamente sobre las
críticas que han recibido por su pastoral y publicaran otra rectificando la
anterior darían un buen ejemplo ante el cual nadie podría quedar indiferente. Esto
mismo deberían hacer los hombres y mujeres de Iglesia y católicos cualificados
cuyos archivos mentales están contaminados por el virus nacionalista, que es el
verdadero pecado original de la Iglesia en Euskadi. El nacionalismo fue
definido por Albert Einstein como una enfermedad infantil y el sarampión de la
humanidad. Yo diría que es un virus ideológico que contamina la mente y
pervierte el corazón. De ahí la necesidad de combatirlo en lugar de
promocionarlo aunque sólo sea en dosis moderadas.
La otra opción noble, cuando una persona constituida en
autoridad comete errores de gran calado, consiste en presentar por propia
iniciativa la dimisión de su cargo. Siempre he admirado a los que dimiten de
sus cargos tan pronto se percatan de que su forma de gobernar hace sufrir a los
más fieles con alegría de los desleales.
La pastoral de los prelados vascos ha sido bien recibida
sólo por los sectores sociales menos cercanos a la Iglesia e incluso hostiles. Cuando tal ocurre, conviene recordar aquello
de que “cuando tu enemigo te alaba es que algo mal has hecho”. Y esto se está
cumpliendo en el caso que nos ocupa. Quien más ha perdido con la carta pastoral
de los prelados vascos ha sido la propia Iglesia. Lo cual es culpa suya y de
nadie más. Tampoco el Gobierno estuvo a la altura de las circunstancias con sus
críticas oficiales a la pastoral provocando a la Conferencia Episcopal y a la
Santa Sede. Algunos de sus portavoces actuaron como auténticos pardillos.
Igualmente me parece una sinrazón la invitación de algunos críticos de la
pastoral a suspender indiscriminadamente la ayuda económica a la Iglesia
proveniente de la libre voluntad de los católicos y personas de buena voluntad.
No se dan cuenta de que, a pesar de todos los pesares, la Iglesia es la
institución pública que sigue ofreciendo más garantías de que las ayudas
recibidas con fines benéficos llegan realmente a sus destinatarios más
necesitados. (NICETO BLÁZQUEZ, O.P)
II
EL CLERICALISMO
NACIONALISTA CATALÁN SE DISPARA
1. Pistoletazo mediático sobre la explosión
del nacional-clericalismo catalán
Recordemos los
titulares más llamativos de algunos rotativos emblemáticos.
Según La
Vanguardia Digital (26/11/2002): “El obispo de Girona afirma que la
pastoral no está avalada por la doctrina de la Iglesia” y Pujol deplora que en
el texto de la CEE se haya introducido “el concepto de patriotismo
constitucional”. Por su parte, el obispo de Girona Carles Soler “se desmarcó ayer
de la pastoral de la Conferencia Episcopal española sobre el terrorismo y
advirtió a los fieles de su diócesis que no deben sentirse “inquietados en su
conciencia” por este documento. Soler cree que los puntos relativos al
nacionalismo no están avalados por la doctrina de la Iglesia”.
Y La Vanguardia
impresa (27/XI/2002, p.14): “El arzobispo de Tarragona se suma a las críticas
del texto episcopal”. El cardenal Rouco, por otra parte, afirma que el PNV no
tiene por qué darse por aludido. Las críticas surgidas al texto de la
Conferencia Episcopal Española “evidencian cada vez más la división de la
Iglesia católica española en torno a los temas relativos al nacionalismo. Según
Oriol Domingo, un manifiesto de 17 entidades catalanas critica el texto por “segado
y parcial”.
La Razón
(27/XI/2002, p.5): “El fervor nacionalista de los prelados Sistach y Soler
desemboca en críticas militantes a la Pastoral de la Conferencia. A ambos
obispos catalanes les habría sentado mal las críticas de la CEE a “ese
nacionalismo excluyente y sectario que comparte fines con la banda terrorista.
Han apuntado torticeramente que el documento no es de obligado cumplimiento y,
concretamente, Martínez Sistach ha comentado que todo se debió a “presiones
mediáticas”. Es decepcionante –añade La Razón-, que el fervor nacionalista de
los prelados provoque comentarios poco ejemplares”.
Según José Manuel
Vidal (El Mundo, 2/XII/2002, p.14): “Uriarte y Carles crean malestar en la
Conferencia Episcopal”. Aznar afirma que “la instrucción pastoral era muy
necesaria y pide “que los creyentes la sigan y los no creyentes reflexionen
sobre ella”. Arzalluz critica al Vaticano y el cardenal Ratzinger avaló el
texto de la CEE desde Murcia comparando a los nacionalistas radicales con
Barrabás.
El Periódico de Cataluña (28/XI/2002) se presentó al público con una
portada sensacionalista en estos términos: “La Iglesia catalana prepara la
réplica a la pastoral española. La Conferencia Episcopal Tarraconense pide a un
grupo de expertos un documento alternativo. El nuevo texto argumentará que la
doctrina social de la Iglesia no condena la autodeterminación”. Según Jordi
Casabella, al tratar de la Iglesia y el conflicto vasco (p.18), los artífices
del documento alternativo serían profesores de las facultades de Teología y
Filosofía catalanas. Más en concreto, “expertos en doctrina social de la
Iglesia con sensibilidad catalana”. Y todo a coro con los políticos catalanes.
ERC, por ejemplo, propone al Parlamento catalán que condene la pastoral de los
obispos españoles y sus consideraciones morales de condena a la opción política
del independentismo y del derecho a la autodeterminación. Paradójicamente, el
líder vasco Ibarretxe manifiesta su respeto por el documento de los prelados (La
Vanguardia, 28/XI/2002, p.19). Con esta misma fecha, María Antonia Prieto
destaca en ABC los siguientes tópicos: “La Iglesia catalana rechaza la pastoral
porque ‘salpica a otros nacionalismos’. Carles guarda silencio mientras
arrecian las condenas del resto de los obispos. Según el arzobispo Sistach, “ni
los obispos ni la doctrina de la Iglesia pueden canonizar ninguna Constitución,
puesto que nuestra doctrina considera más importantes los derechos de las
personas y de los pueblos” que un texto constitucional.
2. La Iglesia catalana a la defensiva
Editorial de Gara: “Diversos sectores de
la Iglesia católica catalana, desde obispos a grupos de sacerdotes y
comunidades de base, han reaccionado con prontitud a los ataques a los derechos
de las naciones sin estado que se incluyen en la Instrucción Pastoral aprobada
el pasado viernes por la Conferencia Episcopal Española. El obispo de Girona,
Carles Soler Perdigó, por ejemplo, hizo pública una nota el lunes en la que
asegura que algunas de las consideraciones incluidas en el documento episcopal
en torno al nacionalismo “no están suficientemente avaladas por la Doctrina
Social de la Iglesia”, por lo que tranquilizaba a los católicos de su diócesis
asegurando que “no deben inquietarse” por la declaración de la Conferencia
Episcopal.
El Forum Joan Alsina, que agrupa a la
mayoría de capellanes progresistas de Girona, se ha “adherido plenamente” a la
nota de su obispo, mientras que grupos cristianos de base vuelven a relanzar la
reivindicación de una Conferencia Episcopal Catalana. Diecisiete de estas
asociaciones calificaron ayer de “lamentable” que el documento del Episcopado
no “asuma los contenidos de la pastoral presentada por los obispos vascos en
junio”, porque “pretender intervenir en el problema vasco sin tener en cuenta
la opinión de la Iglesia vasca no contribuye a la resolución del conflicto”. Entre tanto, desde Euskal Herria, únicamente
se ha escuchado la voz del obispo de Iruñea, Fernando Sebastián, uno de los
impulsores del documento y conocido por sus tesis anti-abertzales. Es probable
que los católicos vascos deseen contrastar la opinión de Sebastián con la de
otros obispos y conocer cuál es su valoración moral del independentismo”[10].
3.
A coro con los obispos vascos
La última y esperada reacción al
documento de la CEE procedía del País Vasco. Desde San Sebastián, Uriarte hizo
pública una carta ante las "numerosas y variadas reacciones, inquietudes
y preguntas" que el documento había suscitado entre sus diocesanos. Aun
compartiendo la "severa reprobación moral" que el texto hace del terrorismo
y nacionalismo
de ET A, el obispo vasco afirmó que el
documento "no es en sí mismo moralmente vinculante para la formación del
criterio y del comportamiento de todos los creyentes, puesto que no
constituye un documento doctrinal que haya sido aprobado por unanimidad o
ratificado por la Santa Sede". Uriarte remite a sus fieles a la Carta
Pastoral conjunta de los obispos del País Vasco de mayo pasado "para una
adecuada valoración moral de otras formas de concebir y vivir el
nacionalismo".
Por último, acaba señalando que "los diferentes
criterios y sensibilidades de los obispos pueden conducirles a interpretar de
modo diverso el alcance y los límites de algunos puntos de la doctrina moral
de la Iglesia. Tales diferencias no empañan la fraternidad episcopal ni deben
debilitar la comunión entre los fieles de las diferentes iglesias
locales". Días antes, en la citada entrevista en la Cope, Rouco
recordaba que todos los documentos de la CEE han sido de naturaleza pastoral,
"que es lo que le da sentido a la institución". Sobre la falta de
unanimidad cosechada por la instrucción pastoral, señaló que tampoco la había
habido en ningún otro documento de la CEE, "ni siquiera los que hemos
aprobado en el orden disciplinar en los años 80, que después han adquirido
fuerza jurídica relacionados con la aplicación del Derecho Canónico".
También sobre esta cuestión se pronunció, desde las
páginas de Iglesia en Camino, el arzobispo de Mérida-Badajoz, Antonio
Montero, para, entre otras cuestiones, preguntarse "¿por qué no se
empieza hablando de los 63 votos favorables, para tratar seguidamente, y con
idéntico respeto, de los ocho negativos y las cinco abstenciones".
"Teniendo en cuenta -sigue su artículo- que, en estricta democracia, aún
más en la comunión eclesial, y más si cabe, en el espíritu colegial del
Episcopado, lo aprobado por mayoría canónica lo es así para todos los votantes,
sea cualquiera el sentido del propio sufragio". A continuación, e! arzobispo
asegura que "en el caso de las Conferencias episcopales, salvo excepciones
bastante raras, en las que se suma la autoridad pontificia, los acuerdos no se
imponen en sentido riguroso, ni tan siquiera en quienes votaron a favor. Pero
eso no priva de autoridad y de peso moral a lo acordado canónicamente. El buen
sentido, la comunión eclesial y el talante espiritual de cada uno ensamblan
muy bien la libertad de conciencia con la sabiduría pastoral".
En cuanto a si el 5° punto podía o no haber eludido en
este documento, Montero señala que "si la Asamblea hubiera hurtado el
bulto a este problema, tan actual y relevante, no habría obrado con auténtica
responsabilidad pastoral".
En cualquier caso, fuentes eclesiales habrían señalado a Vida
Nueva "la comprensión y el respeto" a las posturas discrepantes
teniendo en cuenta las situaciones concretas con que algunos de esos obispos se
encuentran en sus diócesis. Sí se reconoce que "estas pequeñas
cargas sobre el documento le quitan fuerza", pero se recalca que la
instrucción tiene una proyección por encima del momento en que ha sido
publicada y subsistirá "por sus valores innegables más allá de si
en una comunidad autónoma o en otra cae mejor o peor[11].
4. Reservas
sospechosas de los obispos catalanes
El corresponsal de Ecclesia escribió el siguiente reportaje:
“Era algo que se veía venir, una vez constatado el
distanciamiento, recogido ya en nuestro número anterior, de la instrucción
pastoral expresado por el obispo de Gerona, monseñor Carles Soler, en una nota
de su puño y letra difundida el 24 de noviembre, dos días después de
concluida la Plenaria.
A esa postura se sumaría el arzobispo de Tarragona,
monseñor Luis Martínez Sistach, durante una entrevista radiofónica emitida el
26 de noviembre, en la que aseguraba que «la Iglesia no puede canonizar
ninguna Constitución». Para este prelado, las referencias al nacionalismo y a
la autodeterminación habría sido más conveniente «tratarlas en otro documento»,
ya que, de esa forma, se habría evitado que «se hayan mezclado con la condena,
que es unánime, del terrorismo y del nacionalismo totalitario».
El cardenal Ricard María Carles, que anunció su deseo de
no pronunciarse sobre el documento hasta no haber explicado su postura ante
el Consejo Pastoral de la Archidiócesis de Barcelona, esperaría hasta el 30 de
noviembre para, haciendo una pausa en la reunión que el citado Consejo
celebraba ese, día en el Seminario Diocesano, leer una declaración en la que
formulaba diversas matizaciones sobre la instrucción pastoral de la CEE. «Considero
-se lee en el tercer párrafo- que el documento, en este capítulo quinto, no
agota todos los contenidos de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual está en
un momento de maduración en el momento de juzgar unas realidades tan complejas
como las que plantean» en el mismo». «En cuanto a las limitaciones y
afirmaciones matizables que pueda tener el capitulo quinto -afirma Carles más
adelante-, recuerdo a todos que se trata de una instrucción pastoral que no
pide aquel grado de adhesión propio de un documento de naturaleza doctrinal.
La discrepancia que puede haber sobre algunos puntos hay que situarla en el
marco del ejercicio del legítimo pluralismo de opciones políticas entre los
cristianos. Deseo sobre todo que quede claro que ninguna opción política que
respete los derechos de la persona humana y de los pueblos no se ha de sentir
excluida de la Iglesia y que los obispos queremos acogerlos a todos en la
comunidad eclesial”.
Esta secuencia de pronunciamientos desataría tal clima de
especulación informativa que un diario de difusión nacional llegó a asegurar
en portada que los obispos de Cataluña estaban preparando una carta conjunta
de respuesta a la pastoral de la CEE. Tanto es así que el propio Gabinete de
Información de la Conferencia Tarraconense tuvo que emitir un desmentido para
confirmar la falsedad de dicha información y recordar que «los obispos,
condenando radicalmente el terrorismo, continúan considerando plenamente válido
el documento Raíces cristianas de Cataluña, publicado en 1985 y
ratificado posteriormente por el Concilio Provincial Tarraconense”.
En un sentido similar al del cardenal Carles se
pronunciaría el obispo de San Sebastián, monseñor Juan María Uriarte, en una
carta leída el l de diciembre en toda la diócesis. En la misma recuerda, a
propósito del documento de la CEE que, aun cuando «ha sido aprobado
legítimamente por una notable mayoría de los obispos reunidos, con todo no
es, en sí mismo, moralmente vinculante para la formación del criterio y del
comportamiento de todos los creyentes, puesto que no constituye un documento
doctrinal”. Uriarte manifiesta, no obstante, su adhesión a los pasajes de la
pastoral donde se «reprueba justamente el concreto nacionalismo de ETA, que
antepone la nación a los derechos humanos más elementales, desoye la voz
inmensamente mayoritaria de la sociedad que reclama su desaparición, quiere
imponer por la fuerza su propio proyecto político y llega a eliminar
físicamente a quienes, en virtud de otras concepciones políticas legítimas, se
oponen a este proyecto». «No puedo menos que compartir esta severa reprobación
moral, igualmente expresada por los obispos vascos en repetidas ocasiones»,
asegura el prelado donostiarra, que concluye su carta con la conocida máxima
de San Agustín: «En lo necesario, unidad; en lo discutible, libertad; en todo,
caridad»[12].
5. Discrepancias explícitas sobre la cuestión del nacionalismo
En esta misma línea Vida Nueva se expresó en los
siguientes términos:
“Tres días después de que los obispos aprobasen en Asamblea
Plenaria la instrucción pastoral contra ETA, salieron a la luz de manera
oficial las discrepancias manifestadas por algunos prelados en sesión
reservada contra el punto 5 de la misma.
Los reparos a ese apartado, donde se aborda la cuestión
del nacionalismo, fueron puestos por escrito el día 25 de noviembre en una
nota firmada por el obispo de Girona, Carles Soler, al que siguieron
declaraciones de otros prelados catalanes, una comparecencia pública del
cardenal Ricard Maria Carles, el día 30, y un "Carta a la comunidad
cristiana de Gipuzkoa", el 1 de diciembre, del titular de San Sebastián,
Juan María Uriarte. En medio de todo ello, el cardenal Antonio María Rouco,
presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), señalaba el 26 de
noviembre, en declaraciones al programa La Mañana de la Cope, que
la instrucción Pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus
causas y de sus consecuencias "está avalada por la doctrina de la
Iglesia, cómo no". El texto, como se recordará, fue aprobado por 63 votos
a favor, ocho en contra y cinco abstenciones.
Las manifestaciones del obispo Soler, refiriéndose a que
"algunas concreciones" de la citada pastoral "no están
suficientemente avaladas por la doctrina social de la Iglesia", motivo
por el cual sus fieles "no deben sentirse inquietados en su conciencia
por la doctrina que sobre estos temas propone", fueron un revulsivo que ha
encontrado eco entre otros prelados catalanes y en varios colectivos
cristianos.
De inmediato, Soler recibió el apoyo de los más de 70
sacerdotes que conforman el Forum Joan Alsina. Pocas horas después, el arzobispo
de Tarragona, Iluís Martínez Sistach, también aportó su punto de vista crítico
en unas declaraciones a Ona Catalana. Sin dejar de lado su estilo
ponderado, Sistach afirmó que la instrucción era "mejorable y
matizable" y que "la Iglesia no puede canonizar ninguna Constitución".
Además, las referencias al nacionalismo y a la autodeterminación "hubiera
sido mejor tratarlas en otro documento", ya que "es una lástima que
se hayan mezclado con la condena, que es unánime, del terrorismo y del nacionalismo
autoritario". Posición compartida por el auxiliar de Barcelona Joan
Carrera, uno de los máximos exponentes entre los prelados catalanes en la defensa
de los nacionalismos, para quien el documento hubiera debido ser sometido a dos votaciones, "una para el tema del
terrorismo, que hubiera tenido la satisfacción de la unanimidad, y otra sobre
cuestiones nacionales".
Por otra parte, diecisiete entidades eclesiales catalanas
de base que emitieron un texto crítico de la Instrucción Pastoral, entre las
que se encuentran Justicia y Paz, Permanente de la Unión de Religiosos de Cataluña,
Centro de Estudios Cristianismo y Justicia, el Colectivo de Mujeres en la
Iglesia, Espacio Abierto o la Asociación "Cristianismo en el Siglo
XXI", recogen esas mismas ideas centrales: "Desde los valores del
Evangelio, reafirmamos la condena al terrorismo, a la espiral de violencia que
genera y en concreto a las prácticas terroristas ejercidas por ET A. Por ello,
damos nuestro apoyo a la jerarquía española "en su rotundidad en condenar
el terrorismo". Sin embargo, "creemos que la valoración moral que
contiene la Instrucción Pastoral sobre el nacionalismo y el derecho a la
autodeterminación es absolutamente equivocada y parcial y no responde a los
contenidos de la doctrina de la Iglesia ni a ningún principio evangélico,
(...) los pronunciamientos de Juan Pablo II desmienten las afirmaciones de los
obispos españoles". Y niega que se favorezca el diálogo entre las partes
enfrentadas en el País Vasco "a través de juicios parciales". Además,
el cardenal Ricard M. Carles ha reivindicado el derecho a la discrepancia,
reconociendo que el documento "no agota todos los contenidos de la
Doctrina Social de la Iglesia". El arzobispo de Barcelona recuerda
"la legítima autonomía de las realidades humanas y en concreto del ámbito
político en el campo que le es propio (Gaudium et Spes, 36)" y, por
ello, expresa que "ninguna opción política que respete los derechos de la
persona humana y de los pueblos no se ha de sentir excluida de la Iglesia y que
los obispos queremos acogerlos a todos en la comunidad eclesial".
El cariz con que todas estas observaciones eran presentadas
por algún medio de comunicación obligó, incluso, a un desmentido de la propia
oficina de prensa de la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET), negando que
esta institución fuese a elaborar un texto alternativo al de la Conferencia
Episcopal Española. Según la nota de prensa, "los obispos [de la CET],
continúan considerando plenamente válido el documento Raíces cristianas de
Cataluña, publicado el año 1985 y ratificado posteriormente por el Concilio
Provincial Tarraconense".
6. Claridad del surfista y ánimo para la Iglesia
catalana
Según Francesc-Marc Álvaro en la Vanguardia Digital (3/12/02),
la Iglesia catalana “no se ha pronunciado corporativamente, pero el obispo de
Girona dio la sorpresa al ser el primer prelado en desmarcarse de la última pastoral
de la Conferencia Episcopal Española sobre terrorismo. Este experto en derecho
canónico, de 70 años, cree que los puntos del documento relativos al
nacionalismo no están avalados por la doctrina de la Iglesia y considera que
sus fieles no deben sentirse “inquietados en su conciencia”. Otros obispos
catalanes se han sumado a la discrepancia”.
A juicio del
reportero de la Vanguardia digital, el obispo Soler ha sido el prelado
catalán que con mayor rapidez, claridad y libertad se ha desmarcado del documento
de la CEE presuntamente convencido de que se debe directamente al Papa y no
al cardenal Rouco o al presidente Aznar.
Además de esta razón, el prelado Soler habría respondido así “al sentir general
de su diócesis, en el que prima una visión abierta de la Iglesia y una
vinculación muy viva de ésta con la identidad política y cultural de Cataluña”.
Sin olvidar la vieja amistad que le une al obispo de Vitoria Juan María
Uriarte.
Soler es considerado
como un “catalanista moderado, un pragmático, un pastor acostumbrado a tener
los pies en el suelo y un prelado “no- alineado” en las pugnas más duras entre
progresistas y conservadores en la Iglesia. Esta habilidad de surfista por
encima de la ola de polémicas descoloca a muchos y le ha hecho ganar fama de imprevisible”.
En círculos católicos barceloneses, le califican de políticamente “impoluto”.
Al parecer es más experto en asuntos mercantiles que en teología y esta faceta
de su personalidad ayudaría a comprender ciertas facetas de su personalidad.
Como buen surfista, busca y afronta las olas sorprendentemente a su manera. Por
ejemplo, la ola del nacionalismo catalán[13].
Según Montserrat
Baldomá, durante la reunión de la Ejecutiva nacionalista CDC animó a la Iglesia
catalana a replicar al texto de la CEE sobre terrorismo. Convergencia aplaude
la redacción de un texto alternativo a la polémica pastoral al tiempo que acusa
al PSC de alinearse con el “patriotismo constitucional” del PP. Más en
concreto: “Convergencia Democrática desea que los obispos catalanes pasen de
las palabras a los hechos y dejen constancia de su rechazo a la instrucción
pastoral sobre terrorismo, aprobada recientemente por la Conferencia Episcopal,
en la que se condena el derecho a la autodeterminación. Pere Macias, secretario
general adjunto de CiU, invitó ayer a la Iglesia catalana a redactar un texto
de réplica al "contundente y negativo" documento de los prelados
españoles.
La declaración de los
nacionalistas avala la postura del arzobispo de Tarragona, Lluís Martínez
Sistach, que ha encargado a un catedrático de Ética la labor de
"rehacer" el capítulo de la pastoral en el que se declara
"moralmente inaceptable" que las naciones puedan reclamar "la
independencia en virtud de su sola voluntad". Otros expertos, entre ellos
profesores de las facultades de Teología y de Filosofía de Catalunya,
participan también en esta iniciativa de Martínez Sistach, que se someterá a
consideración de todos los obispos catalanes cuando el documento esté
redactado.
(...) El aplauso de
los nacionalistas a los prelados catalanes es tan unánime que ni siquiera fue
objeto de debate en la ejecutiva de Convergencia, a la que no asistió Jordi
Pujol. La cúpula de CDC simplemente informó a sus dirigentes de que Macias,
como así hizo, mostraría la satisfacción del partido por la "inequívoca
expresión diferenciada" de la Iglesia catalana y expondría el deseo de que
exista un texto en el que los obispos de Catalunya se desmarquen con "voz
propia" de la pastoral de la Conferencia Episcopal. (...) Macias no dejó
pasar la oportunidad de criticar al PSC a propósito de su actitud frente a la
instrucción pastoral. El secretario general adjunto censuró que Pasqual
Maragall y los socialistas catalanes no discrepen abiertamente del documento y
les acusó de coincidir con el "patriotismo constitucional" que
propugna el PP”[14].
7. El obispo Soler en la picota y revuelo catalanista en la Facultad de
Teología
“El obispo de Girona
afirma que la pastoral no está avalada por la doctrina de la Iglesia. Pujol
deplora que en el texto se haya introducido "el concepto de patriotismo
constitucional" y Carles Soler, obispo de Girona, se desmarcó ayer de la
pastoral de la Conferencia Episcopal española sobre el terrorismo y advirtió a
los fieles de su diócesis que no deben sentirse "inquietados en su conciencia"
por este documento. Soler cree que los puntos relativos al nacionalismo no
están avalados por la doctrina de la Iglesia”.
Por otra parte: “El
obispo de Girona, Carles Soler, considera que algunas de las afirmaciones de la
instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo "no
están suficientemente avaladas por la doctrina social de la Iglesia".
Soler se refiere al apartado quinto del documento, "cuando trata del
nacionalismo, del derecho de las naciones y de los estados, y del derecho a la
soberanía o a la independencia". Soler señaló ayer que los fieles de la
diócesis de Girona "no deben sentirse inquietados en su conciencia por la
doctrina que sobre estos temas propone" la Conferencia Episcopal española.
El texto de los obispos rechaza la autodeterminación, critica las pretensiones
independentistas que "niegan unilateralmente la soberanía de España"
y establece como único marco de convivencia la Constitución.
El pronunciamiento
episcopal suscitó ayer nuevas reacciones políticas en Cataluña y el País Vasco,
cuyos gobiernos autónomos coincidieron en apuntar que la pastoral se inspira en
las tesis del PP. "Tengo unas ciertas reservas -comentó el presidente de
la Generalitat, Jordi Pujol- ante el concepto de patriotismo constitucional,
porque a veces tengo la sensación de que se utiliza de una forma abusiva, como,
por ejemplo, estos últimos días se ha metido en el documento de los
obispos."
Pujol dejó entrever
que el documento episcopal desagrada "más por lo que rezuma que por las palabras
en sí". El presidente de la Generalitat, que se declaró
constitucionalista, afirmó que no cree que la Constitución lo resuelva todo:
"La legitimidad la da la Constitución, pero también otras cosas, de manera
que si la Constitución no lo tuviera en cuenta, la que no sería legitima es la
Constitución" .
También el PSC
considera que en la pastoral hay muchas coincidencias con los postulados del
Gobierno del PP. El portavoz parlamentario socialista, Joaquim Nadal consideró
positivo el texto, aunque lamentó que en algunos de sus puntos "coincide
demasiado" con las posturas de los populares, Más dura fue la opinión del
secretario general de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, quien calificó el texto de
"panfleto político", "Nos recuerda la carta que el episcopado
español aprobó hace algunas décadas en la que manifestaba su apoyo a al
caudillo y a la cruzada nacional", dijo. En una línea similar, el portavoz
de ICV, Joan Herrera, comentó que "la Conferencia Episcopal se extralimita
en sus funciones".
El único partido
catalán que no interpretó en tono crítico el documento fue el PP. El presidente
de los populares catalanes, Josep Piqué, consideró "preocupante que CiU no
coincida con la pastoral". "He visto a veces -dijo- a dirigentes de
CiU muy satisfechos con determinadas cosas que decían los obispos, y ahora, en
cambio, no". El portavoz del
Gobierno vasco, Josu Jon Imaz, manifestó que "gracias a Dios, en estas
materias, el referente para la sociedad vasca es y ha sido siempre la Iglesia
vasca, lo mismo hoy que hace 66 años"[15].
Según Oriol Domingo, los teólogos de
Cataluña criticaron con dureza la postura episcopal sobre el nacionalismo.
Hasta el punto de que la Facultad de Teología habría elaborado, por propia
iniciativa y sin que autoridad alguna se lo solicitara, un documento analizando
la instrucción pastoral sobre el terrorismo. Estos teólogos críticos condenan
el terrorismo, pero critican duramente la postura episcopal sobre el
nacionalismo. Los teólogos acusan al episcopado español de “no haber respetado
su misión, sino que han impuesto una posible manera de entender la
convivencia”. Por su parte, el líder político Artur Mas criticó la
involucración de los obispos en política[16].
.
8.
Obispos, nacionalismo y terrorismo
Nacionalismo
agradecido:
“Agradezco el servicio que "La Vanguardia" nos
prestó publicando íntegro el capítulo quinto del documento de la Conferencia
Episcopal sobre el terrorismo (23/XI/2002). Estoy de acuerdo en que no fue
acertado incluir en un mismo documento la condenación inequívoca del terrorismo,
en la cual había plena unanimidad, con un capítulo sobre los límites del
principio de nacionalidad.
Hay ciertamente
unanimidad entre los tratadistas de ética social en que la nación, como entidad
natural, tiene derecho a una autonomía política que ampare su lengua y las
demás características diferenciales nacionales dentro de la entidad racional e
integradora del Estado; pero no la hay en precisar en qué casos aquella
autonomía incluye el derecho a la independencia política.
Los obispos españoles
han señalado dos casos: el de una precedente invasión injusta (caso de los
países bálticos o de Timor Oriental) o el de una colonización (independencia de
Estados Unidos y de los países sudamericanos). Pero ¿quién afirmaría que el cantón francés de Suiza tiene derecho
a independizarse de la Confederación Helvética o que a Val d'Aran le asiste el
derecho a la independencia de Catalunya? El hecho de que se condene el
nacionalismo totalitario de ETA como raíz de su terrorismo no justifica que se
condene la autodeterminación nacionalista en general. En otro plano, el
socialismo histórico cometió una equivocación parecida: condenó el derecho a la
propiedad privada por los abusos que en
su nombre se hacían”[17].
9. Manifiesto de entidades cristianas de base
Una treintena de autodenominados “cristianos de base catalanes”, benedictinos de Montserrat
incluidos, se expresaron así a favor de la pastoral de los obispos vascos:
“Ante la acogida y comentarios despectivos que ha
recibido la última Carta Pastoral "Preparar la paz", firmada por los
obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria el pasado 29 de mayo de 2002:
1.
Manifestamos nuestro apoyo y reconocimiento del trabajo que por la construcción
de la paz y erradicación del terrorismo está haciendo la Iglesia vasca, tanto a
nivel institucional como de las personas, colectivos y entidades cristianas que
trabajan en esta misma dirección.
2.
Recordamos que, en un Estado aconfesional, cualquier agente social de carácter
cívico o religioso tiene el derecho de manifestar su opinión y hacer sus
propias aportaciones en el debate público, En el caso concreto de la Iglesia
vasca, afirmamos que su trayectoria la avala sobradamente para intervenir en la
valoración del proceso de construcción de la paz.
3.
Valoramos muy positivamente los puntos de vista expresados en la carta pastoral
"Preparar la paz", especialmente en los siguientes aspectos:
- La
denuncia de la incomunicación entre los partidos políticos y la apuesta por el
diálogo como único camino que conduce a la paz (Punto 1 del documento).
- La
afirmación de que ETA debe desaparecer, suponiendo su existencia una amenaza al
sistema democrático (Punto 2).
- La
llamada a toda la sociedad y, especialmente, a los cristianos a defender,
acompañar y proteger las personas más directamente amenazadas por ETA,
especialmente los concejales de los consistorios vascos (punto 3).
- La
constatación de que para defenderse del terrorismo sólo pueden utilizarse
medios a la vez moralmente lícitos y políticamente correctos (punto 4).
- La necesidad
de buscar fórmulas de convivencia que den cabida a la pluralidad de identidades
que conviven en el País Vasco (Punto 5).
- El
respeto de la Iglesia a todas las opciones políticas (nacionalistas o no),
siempre que se manifiesten a través de vías pacíficas y democráticas (puntos 6
y 7).
- Las dudas
manifestadas acerca de la eficacia y las repercusiones negativas para la
convivencia en la sociedad vasca que puede suponer la reforma de la ley de
partidos actualmente en trámite (Punto 8).
- La paz como
objetivo prioritario de la sociedad, subordinando a ella los restantes
objetivos legítimos, incluso el proyecto de país que defiende cada opción
política y, sobre todo, los objetivos electorales (Punto 9).
- El ofrecimiento de la Iglesia a
aportar esperanza al pueblo vasco (Punto 10).
4.
Denunciamos y rechazamos los ataques que ha sufrido este documento,
especialmente el calificativo de "grave perversión moral e
intelectual" que le ha dedicado el presidente del Gobierno español, José
María Amar, y quienes se han manifestado en el mismo sentido desde otras
instancias del Gobierno.
5.
Reprobamos, también, la petición que el Gobierno español ha anunciado que ha
dirigido a la Santa Sede solicitando una reprobación de los obispos firmantes
de la Carta. En este sentido, recordamos que la autonomía y libertad de los
obispos y comunidades eclesiales no se puede mezclar con las relaciones
legítimamente establecidas entre dos estados, en este caso el Estado Español y
el Vaticano. Lamentamos y condenamos igualmente las intervenciones públicas que
han pedido que desde diversas instancias eclesiales y judiciales se proceda a
la reprobación o persecución de los obispos vascos. Organismos como, por
ejemplo, la Conferencia Episcopal Española, no pueden intervenir en aspectos
pastorales o doctrinal es de los que los obispos sólo han de responder ante el
Santo Padre. Tampoco se pueden criminalizar las opiniones legítimamente
expresadas por los obispos sobre cuestiones que afectan a toda la sociedad
vasca.
6. Finalmente, lamentamos y denunciamos la reducción,
manipulación y tergiversación del contenido del documento "Preparar la
paz", hecha por diversos agentes políticos y medios de comunicación, tanto
más graves cuanto mayores son las responsabilidades de quienes han entrado en
este juego de confusión de la opinión pública. Invitamos, por lo mismo, a la
lectura y profundización de las reflexiones y valoraciones que proponen los
obispos vascos”[18].
Como se
aprecia a simple vista, este manifiesto viene a echar un capote nacionalista los
obispos vascos como si su documento fuera inocente, evitando cualquier tipo de
crítica, pero, eso sí, negando al mismo tiempo competencias pastorales a la
Conferencia Episcopal Española. Estos grupos catalanes, además de practicar el
gregarismo colectivo, navegan a su modo en la misma barca del nacionalismo y se
pasan la pelota magistralmente unos a otros sin dejarla caer al suelo. De no
existir esta triste circunstancia el único reparo que podría ponerse a este
texto es que es demasiado generoso con los obispos vascos y beligerante con la
Conferencia Episcopal. Pero, desgraciadamente, el contexto de este texto obliga
a otra lectura mucho menos favorable.
10. ¿Debe intervenir la Santa Sede?
Desde Barcelona:
“No he podido leer
todo el contenido de las informaciones sobre la toma de postura del obispo de
Gerona contra el reciente Documento de la Conferencia Episcopal Española sobre
el terrorismo. Sólo he podido leer los titulares en el diario “La Vanguardia”,
pero se puede decir que es un asunto grave y un “escándalo”.
Me reafirmo en lo
anterior: la Santa Sede debe intervenir con firmeza ante la grave situación de
la evangelización en Cataluña y en el País Vasco –problema que se arrastra desde los años cincuenta y sesenta y se
agravó con la práctica expulsión de monseñor González Martín de Barcelona por
el catalanismo radical y excluyente y que se agrava de día en día- tomando
decisiones muy serias en defensa de la fe de todos, en especial de las masas
originarias del resto de España.
En cuanto al conjunto
de España, cada vez se hace más preciso que todos los obispos de España con
creyentes originarios de sus diócesis y residentes en Cataluña y en el País
Vasco, tomen decisiones públicas claras y firmes en defensa de la fe y la
catolicidad de sus feligreses originarios (de Andalucía, Castilla, Extremadura,
etcétera.) residentes en Cataluña y País Vasco”[19].
III
REFLEXIONES FINALES
Después de reproducir literalmente los dos textos
anteriores que por miedo y pragmatismo editorial no pudieron ser publicados en
el 2004, me parece oportuno ahora al comienzo del 2014 añadir las siguientes
reflexiones críticas.
Durante esta década han ocurrido muchas cosas
relacionadas con los sentimientos nacionalistas en el País Vasco y en Cataluña pero
no es mi propósito describirlas sino valorarlas usando la razón y no los
sentimientos. Mi objetivo ahora es mantener mi convicción de que los
sentimientos nacionalistas, cualquiera que sea su cariz político o religioso, son COSA MALA que
hay que evitar razonando sin descanso. En esto no cambio una tilde lo que dije
en el 2004 sino que deseo reforzarlo. Si tuviera que volver a hablar de este
tema lo haría cambiando la forma en que lo hice entonces y añadiría lo más
importante de la información esencial que se ha producido durante estos años.
Pero ni por pienso cambiaría mi enfoque del problema y menos aún mi tesis sobre
la maldad objetiva de los sentimientos nacionalistas vigentes.
Para aclararnos conviene no olvidar que el
imperialismo político en general, el nazismo, el comunismo, el fascismo y el
franquismo amén de ciertas dictaduras como la que se ha implantado en Venezuela
con el chavismo, son sólo modalidades de los sentimientos nacionalistas
institucionalizados contra la cordura humana y la razón. Ahora bien, examinando
los rasgos definitorios del nacionalismo vasco y catalán, llegamos fácilmente a
la conclusión de que son una triste imitación de los nacionalismos a los que
termino de mencionar. El hecho de que esta afirmación les moleste es una prueba
contundente de que los hechos y las
consecuencias de la aplicación política de esos sentimientos obran en mi favor.
Los historiadores más realistas y libres para
expresarse nos dicen que tanto Sabino Arana, como Prat de la Riva, considerados
como los padres del nacionalismo vasco y catalán respectivamente, fueron
racistas y católicos fanáticos como los comunistas y nazis fueron racistas y
fanáticos de la indiferencia religiosa y el ateísmo. En este sentido resulta
curioso constatar cómo el fanatismo religioso politizado ha derivado en ateísmo
práctico en un amplio sector de la sociedad vasca, y en una mística
secularizada y meramente decorativa en un amplio sector también de la sociedad
catalana. Su Dios es Euskadi y Cataluña y en los altares de estos dioses
políticos y falsos sacrifican a quien se atreva a rechazar su fe. En ambos
casos se trata de dos líderes políticos fanático-religiosos de cuño cristiano.
Llegados a este momento de mi discurso me parece
oportuno destacar lo siguiente. El
nacionalismo vasco más reciente ha tenido y sigue teniendo un grupo terrorista
de maldita memoria. Como dijo un líder del Partido nacionalista Vasco (PNV)
tiene que haber alguien que mueva el árbol para que caiga la fruta madura. Ese
alguien se refiere a los terroristas y la fruta al fruto nacionalista que se
pretende cosechar. En Cataluña, por el contrario, no ha cuajado la violencia
terrorista como un medio más para conseguir sus objetivos nacionalistas. Pero
ojo al Parche. No ha habido violencia física y asesinatos pero existe un
“terrorismo ideológico” mayor aún si cabe que el “terrorismo ideológico” vasco.
En el País Vasco se ha fomentado desde la educación en las escuelas primarias
el rechazo y exclusión de los racialmente no considerados como vascos. Pero en
Cataluña se ha fomentado el odio a todos los niveles contra los que no abrigan
sentimientos nacionalistas catalanes. Ya desde el principio, tanto en el País Vasco
como en Cataluña, a los niños en muchos centros de educación se les inculca ese
odio y se manipulan los libros de historia al modo como lo hacían los
comunistas en sus centros de adoctrinamiento. Surgió así el concepto de “lavado
de cerebro”. Hoy día eso mismo cabría denominarlo “corrupción de menores”
institucionalizada. Así las cosas yo pienso que el concepto jurídico de
corrupción de menores, centrado en lo relacionado con la vida sexual, debería
ser ampliado incluyendo la manipulación ideológica de los niños mediante el
adoctrinamiento nacionalista.
¿Y qué decir sobre la implicación de católicos y
personas de Iglesia en la promoción de los sentimientos nacionalistas? Con sus
dichos y hechos Cristo echó por tierra los sentimientos nacionalistas políticos
del pueblo judío el cual estaba aferrado desde las instituciones públicas a la
creencia de que el Mesías prometido iba a ser un líder político enviado por Dios
para imponer la presunta superioridad del pueblo judío sobre todas las naciones
de la tierra. Este sentimiento imperialista judío se vino abajo definitivamente
con la muerte y resurrección de Cristo y la universalidad de su obra redentora
de la entera humanidad.
Por lo que se refiere a S. Pablo, resulta dramático cómo
confiesa su orgullo de ser judío al tiempo que rompe todas las fronteras
restrictivas y excluyentes del nacionalismo teocrático tradicional judío. Judío
sí, de pies a cabeza, pero cristiano mucho más. Se comprende que los judíos que
promovían el nacionalismo teocrático hebreo trataran a S. Pablo como un traidor
de la causa judía. Esta cuestión es fascinante y nos llevaría muy lejos, pero me
limito a mencionarla aquí para recordar
una vez más a los católicos en general, a las personas comprometidas de alguna
forma con la predicación del Evangelio o que ejercen el ministerio sacerdotal,
que los sentimientos nacionalistas que actualmente conocemos son por sí mismos COSA
MALA que hay que tratar de contrarrestar de forma razonable y civilizada en
lugar de apoyarlos moralmente o promoverlos bajo pretextos históricos y
racistas. NICETO BLÁZQUEZ, O.P. Madrid 2014).
[1] Durante el fragor de la polémica aparecieron dos libros que conviene
conocer y leer de forma inteligente. Helos aquí: IÑAKI EZKERRA, ETA pro
nobis. El pecado original de la Iglesia vasca (Planeta, Barcelona 2000). Al
margen de imprecisiones históricas y teológicas inevitables, el libro tiene el
mérito de haber presentado una denuncia periodísticamente bien articulada del
denominado nacional -catolicismo vasco. El autor se reconoce agnóstico, pero su
obra puede ser considerada como un homenaje a los creyentes abandonados por sus
pastores y hombres y mujeres de Iglesia que tienen que soportar eventuales
represalias del sector jerárquico nacionalista. Para entender el complicado
estado de cosas en el País Vasco hay que contar con ese sector de clero
nacionalista jamás amenazado y sí jaleado por ETA. Denuncia una perversión
consistente en la permuta de la religión por la ideología nacionalista con la
transferencia de responsabilidad por el pecado a la frustración por la no
consecución de los ideales nacionalistas los cuales incluyen la secesión y la
pureza étnica. Es lo que llama el autor derivación de la culpa judeocristiana
en culpa nacional. La ira del Dios bíblico es asumida aquí por la acción de ETA
como brazo justiciero sobre los pecados de la sociedad vasca. Así, en las
alocuciones de la jerarquía eclesiástica vasca nacionalista la culpa se reparte
entre todos. Todos son culpables en alguna medida, incluidas las víctimas,
mientras que los “justicieros” etarras, sus verdugos, sólo serían agentes que
cumplen con una misión trascendental arriesgado la propia pelleja. Arzalluz
dijo en alguna ocasión que para recoger la fruta caiga alguien tiene que mover el árbol. Nos hallamos
ante una simbiosis de nacional -catolicismo, o sea de PNV e Iglesia vasca
nacionalista. En resumidas cuentas, que la Iglesia vasca ha estado
históricamente y sigue empecatada sin propósito de enmienda de su pecado de
origen que es la militancia nacionalista. Ese sería su verdadero pecado original.
La segunda obra es de IZASKUN SÁEZ DE LA FUENTE ALDAMA, El movimiento de Liberación
Nacional Vasco, una religión de sustitución (Instituto Diocesano de
Teología y Pastoral, Desclée, Bilbao 2002). Se trata nada menos que de una
tesis doctoral con un mensaje estremecedor: la dinámica nacionalista más
extrema funciona como una religión de sustitución más temerosa que cualquier
fundamentalismo religioso. Los que se consideran representantes legítimos del
“pueblo” estarían en su derecho de exigir a sus fieles que maten en nombre de
la causa nacionalista y que, si es necesario, sean mártires inmolándose como
camicaces. Y no por razones de fe en Dios sino de fe en una entidad sagrada que
nos trasciende y sería digna de cualquier sacrificio. Ese Dios por el que el
nacionalista ha de inmolarse no es otro que “el pueblo”. Aquí no hay más Dios
que el pueblo conducido por sus líderes nacionalistas.
Esta obra disecciona el modelo religioso del Movimiento de Liberación
Nacional Vasco en términos doctrinales, éticos, simbólicos, rituales y
comunitarios tratando de demostrar cómo, mediante una operación de trasferencia
de sacralidad, la izquierda abertzale abandona la concepción laica de la
política prototípica de las sociedades civiles modernas en favor de un nuevo objeto
de culto, el Pueblo, cuya persistencia se hace visible en el combate cotidiano.
Pone de relieve, asimismo, que la violencia alimenta la endogamia de su entorno
y le dota de un fuerte componente martirial bajo el principio de que, frente al
altar de la Patria cualquier sacrificio salvífico es asumible. Su visión de la
realidad y su aparato normativo discriminan dos categorías de personas
separadas por un muro infranqueable que divide a los seres en contacto con la
verdad de los no iniciados quienes, al no haber recibido e interiorizado el
mensaje revelado o al haber renegado de su fe, pertenecen al ámbito de lo
profano y de la herejía, al "infierno de lo establecido". La
apelación a su supuesta unidad nacional primigenia o mito fundacional pretende,
además de explicar el recurso a las armas, alentar liturgias movilizadoras en
un singular Éxodo hacia la Tierra Prometida de una comunidad creyente liderada
por la ortodoxia de un grupo militar y su correspondiente brazo político.
[3] Alfa y Omega ( 6/VI/2002, p.18-19).
Ecclesia, junio, nº. 3.104 (2002) p.11-13.
[4] Alfa y Omega (6/VI/2002, p.19). Ecclesia 3.104 ( 2002)
p.10.
[5]El Mundo: (7/VI/2002,
p.8).
[7]
Alfredo Tamayo Ayestarán hizo el siguiente comentario:
“Dejando
a un lado el centrarme en el análisis de la pastoral Preparar la paz de nuestros prelados que creo contiene afirmaciones
valiosas junto a otras bastante disculpables y que me ha parecido en su
conjunto - y siento decirlo- poco oportuna, quiero dar mi opinión sobre la
carta de los 358 sacerdotes de las diócesis de Bayona, Bilbao, San Sebastián y
Vitoria.
Una
vez más me llama la atención en documentos como éste la impresionante
insensibilidad de estos hombres frente a las víctimas del terror etarra que
para ellos hace la impresión de que no existen. Víctimas mortales que casi
llegan ya a mil, familiares que lloran su ausencia definitiva, heridos y
paralizados por explosiones de bombas, empresarios y profesionales
extorsionados, políticos y concejales amenazados de muerte constreñidos a
llevar escolta.
Si
ciertamente los familiares de los delincuentes etarras que cumplen condenas son
dignos de compasión en su dolor, es perverso equiparar a víctimas con verdugos,
al que muere con el que mata, al inocente y al culpable. La falta de
sensibilidad frente a las víctimas del terrorismo me parece no sólo un grave
déficit de espíritu sacerdotal sino de sentido cristiano y de sensibilidad
humana. Estoy persuadido de que todo nacionalismo cuando alcanza ya cotas de
fundamentalismo lleva a la anestesia de conciencia moral y a la perversión del
código de valores.
Sigo echando de menos en nuestra
diócesis aquella petición de perdón de doscientos sacerdotes de la diócesis hermana
de Vizcaya hecha a los familiares de las víctimas del terrorismo por no haber
estado lo suficientemente cerca de su sufrimiento. Ciertamente en este lamento
por una ausencia injustificable y en esta súplica de perdón nuestros prelados
han sabido ir por delante”. (Diario
Vasco (1/VI/2002, p.15).
[8] Cf. JESÚS BASTANTE, Los
curas no nacionalistas advierten que “la Iglesia no debe ser pieza en el
engranaje soberanista”. Dicen que “no basta con condenar los crímenes de ETA”,
sino que hay que “ir a la raíz” que los inspira: ABC (13/IX/2002, p.15).
REDACCIÓN, La Iglesia no nacionalista
rechaza ser “una pieza del soberanismo” y condena a quien ampara a Eta. El Foro
de El Salvador difunde un escrito en el que afirma que la autodeterminación no
es un derecho: La Razón (13/IX/2002, p.10). El presente texto no ha tenido
la difusión mediática que cabía esperar, ni siquiera en la prensa vasca. En la
página 6 Juan Bravo asocia este texto a la “verdadera Iglesia vasca” y augura
que la Conferencia Episcopal se pronuncie sobre la polémica pastoral y el terrorismo con la misma claridad de
principios.
[9] Otros textos del Foro El Salvador pueden verse en la obra
ya citada de Iñaki Ezkerra, ETA pro
nobis. El pecado original de la Iglesia vasca (Planeta, Barcelona 2002).
[10] GARA (27/XI/2002, p.8).
[11]Tampoco
en sus valoraciones ha habido unanimidad entre los partidos políticos.
Criticada abiertamente la Instrucción por las formaciones nacionalistas
vascas y catalanas, fue bien recibida por PP y PSOE, firmantes del Pacto Antiterrorista.
Las fuentes eclesiales consultadas por 'Vida Nueva' aseguraban que hubo
“satisfacción, en general”, por la acogida, sobre todo, de los grandes partidos.
“Han respirado con alivio y la han aceptado muy bien, aunque sabíamos que su
eco no se iba a mantener durante semanas y semanas, como se mantuvo nuestra
negativa a suscribir el Pacto”. Satisfacción y alivio que, a buen
seguro, le habrá transmitido José María Aznar al cardenal Rauco durante la
reunión mantenida por ambos el pasado día 3. Igualmente dieron su bienvenida
al texto colectivos como la Asociación de Víctimas del Terrorismo o el Foro El
Salvador, que aglutina a sacerdotes y seglares vascos no nacionalistas”[11].
[12] ÁNGEL ARRIRVÍ, Contrapunto episcopal: Ecclesia 3.130
(2002) 6.
[13] FRANCESC-MARC ÁLVARO, Claridad del surfista: La Vanguardia
Digital (3/XII/2002).
[14] MONTSERRAT BALDOMÁ, CDC anima a la Iglesia catalana a replicar
al texto sobre terrorismo: El Periódico digital (3/12/02). REDACCIÓN, CiU
pide a la Iglesia catalana un texto contra la pastoral (La Razón,
3/XII/2002, p.27). En la misma página se publica un elogio de Monseñor
García-Gasco, Arzobispos de Valencia por su actitud pastoral contra el
terrorismo de ETA y acercamiento a sus víctimas.
[15] La Vanguardia Digital (3/12/02).
[16] Cf. ORIOL DOMINGO en La Vanguardia (3/XII/2002, p.15). Monseñor
Joseph M. Guix “dijo, entre otras cosas: “Estoy seguro de que mi sucesor será
catalán o del área catalana, y hablará y entenderá el catalán desde su toma de
posesión” (La Vanguardia, 20/XII/2002, p.35). Según El Periódico (20/XII/2002,
p.48), el obispos de VIC Joseph María
Guix aseguró que si su sustituto no fuera catalán, “sufriría un gran
desencanto”. La ciudad de Vic, según el prelado, sería “el meollo del
catalanismo”. Y dijo más: “Como hago cada tres años, he enviado al Vaticano mis
candidatos a sucederme”.
[17] IGNACIO SEGARRA, Obispos, nacionalismo y terrorismo: La
Vanguardia (5/XII/2002, p.20). Según el obispo de Gerona, Carles Soler, “sería
un error gravísimo rebajar el patriotismo catalán por la inmigración”. Su
predecesor, Jaume Campodrón, conocido por sus convicciones nacionalistas, llegó
a proponer la ordenación de casados como alternativa a que se buscaran
sacerdotes no catalanes para paliar la
escasez de vocaciones. (ABC,30/XII/2002,
p.20). Según
El País (17/IV/1997, p.18), entre los 350 firmantes
de un manifiesto en el que se pedía que el catalán sea la única lengua de Cataluña
se encuentran rectores universitarios y obispos.
[18] El presente texto se encontraba todavía en Internet el 20/I/2003
procedente de Focnou-El ciervo, que lo había publicado el 5 de junio del 2002
con la firma de una treintena de entidades y grupos catalanes autodenominados
cristianos de base, benedictinos de Montserrat incluidos.
[19] EDUARDO DE VILLALMONTE, En defensa de la fe: La Razón
(28/XI/2002, p.8).
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